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Una política exterior positiva

La visita del presidente Obama a la India fue estratégicamente importante, simbólicamente resonante y hábilmente ejecutada. Sin embargo coincidió con un temporal de nieve en algunos estados norteamericanos del noreste, razón por la cual tuvo que pelear para tener cobertura en los diferentes medios de comunicación en Estados Unidos. Por otro lado, los diarios de la India dedicaron páginas a su visita todos los días y la cobertura televisiva fue completa. Incluso atrajo la atención del Gobierno chino, el cual denunció la nueva amistad.

El viaje de Obama refleja una oportunidad y un problema. La política exterior está formada por dos elementos: uno negativo y otro positivo. La política exterior negativa consiste en prevenir que sucedan cosas malas; enfrentar los peligros y lidiar con delincuentes. Se trata de todo aquello que llega a las portadas y a la transmisión en la noche. Es importante,  pero solamente es un aspecto de asegurar el futuro de Estados Unidos: protegerlo de su lado negativo.

La política exterior positiva se centra en las ventajas. Consiste en la construcción de nuevos lazos, la expansión de mercados y oportunidades, el fortalecimiento de alianzas y valores. La política exterior positiva asegura los cimientos del orden liberal mundial en el cual vivimos. La administración Truman contuvo a la amenaza soviética pero también desarrolló la comunidad de naciones libres a través del sistema Bretton Woods y de otras instituciones similares.

La visita de Obama fue un ejemplo perfecto de política exterior positiva. Estados Unidos ha estado forjando nuevos lazos con la India desde la administración de Clinton, con una política que ha sido estratégica y bipartidaria. La decisión de Obama de asistir al Día de la República hindú, celebrando su constitución, marcó un punto de inflexión.

La India ha pasado de ser un país que hace 30 años era reflexivamente antiestadounidense, a ser cada vez más pronorteamericano. La sociedad de la India ha estado atraída hacia Estados Unidos durante un tiempo considerable. Sin embargo, en los años recientes el Gobierno hindú se ha alejado de su ideología incrustada de “no alineamiento” a algo mucho más práctico. El enérgico primer Ministro hindú, Narendra Modi, ha impulsado a su gobierno en una dirección proestadounidense de modo inequívoco.

El acercamiento de la India a Estados Unidos podría traer amplios beneficios para Washington y el mundo entero. Con más de 1.200 millones de habitantes, es muy probable que la India se convierta en el próximo Goliat mundial. Y a pesar de que posiblemente nunca crecerá tan rápido como China debido a su tamaño, incluso un 7% de crecimiento en las próximas dos décadas le daría un gran poder de palabra en los comités internacionales.

La India es el ejemplo más significativo de los beneficios de la política exterior positiva, pero hay otros que también son relevantes. Indonesia es la próxima democracia con más población de Asia, con la población musulmana más numerosa del mundo. Aquí también Estados Unidos está profundizando una relación con un país que otrora sospechaba de Washington, pero que ahora lo acoge más que nunca, particularmente con el actual presidente norteamericano.

No obstante, la oportunidad más extraordinaria se presenta en México. Treinta años atrás este país se definía por su actitud antiestadounidense. Los políticos culpaban de forma rutinaria al Gobierno norteamericano y a la Agencia de Inteligencia estadounidense (CIA) por todo, desde los disturbios y desorden hasta el mal tiempo. Y no era únicamente el régimen, la sociedad compartía la  animadversión y sospecha en contra de los imperialistas yanquis.
Actualmente, México es un país diferente. Su economía está inextricablemente ligada a su vecino del norte, sus políticos consideran a Estados Unidos como su socio natural, y la cultura se ha americanizado en varios aspectos. A pesar de la manera degradante en la que muchos políticos estadounidenses hablan de la inmigración mexicana, los diplomáticos y políticos aztecas saben que los intereses de su país se encuentran firmemente alineados con los de Washington, así que emprenden el camino ascendente.

Las ventajas del éxito son significantes. Si Estados Unidos puede asociarse con la India e Indonesia (además de su alianza con Japón), es mucho más probable que Asia y el mundo se caractericen por el libre comercio, el multilateralismo y sistemas normativos. Si hay relaciones más fuertes con Indonesia, esto podría tener un impacto en el debate más amplio acerca de la reforma en el mundo musulmán. Y una serie de lazos más profundos entre Estados Unidos, México y Canadá podrían crear una especie de unión económica y política de América del Norte, que sería más interrelacionada, vibrante y poderosa que cualquier otro bloque regional del mundo.

Sin embargo todo esto requiere tiempo y esfuerzo. Empujar a estos países hacia una reforma es una ardua labor. Las visitas siguen siendo vitales, especialmente en Asia (Obama ha tenido que cancelar dos viajes a Indonesia en los últimos meses). El constante hábito de quejarse de lidiar con la crisis du jour —de alguna manera Washington ahora debe rescatar y estabilizar a Yemen— falla en reconocer “costos de oportunidad”. Cada día dedicado a otro grupo de matones en el Medio Oriente es un día que no puede ser invertido en la India o en México.
El mundo presenta oportunidades notables a Estados Unidos. Tanto Asia como América Latina y África avanzan en la dirección correcta. Pero estas tendencias no son automáticas o autosostenidas. Requieren que Washington esté comprometido y sea firme y enérgico, así como un clima político y mediático en el cual lo urgente no siempre entorpezca lo importante.