Belén
¿Cuántas niñas como Belén han cruzado trancas en autos particulares con destino al infierno de la trata?
No puedo imaginar el horror, la impotencia, la bronca de una madre que sabe que su hija está a la merced de proxenetas, que la están persiguiendo, que está escondida en un pueblo a cientos de kilómetros por carreteras de barro y derrumbes, y cuando pide auxilio al policía responsable de rescatarla, él le dice “el lunes nomás, este fin de semana estoy de libre”.
Bueno, seamos magnánimos: el oficial en cuestión es también padre de familia y ese fin de semana tenía un merecido viaje de vacaciones a Coroico con sus ¿hijas? No alcanza la magnanimidad para tanto: ¿cómo puede el padre de una niña jugar con ella, nadar con ella y sonreír y descansar en su día libre sin pensar en que un poco más allá, por esa misma carretera, al final de esos mismos ríos, está Belén huyendo de los proxenetas?
Ha declarado la mamá de Belén que la niña fue secuestrada en la plaza Villarroel de La Paz, tres “hombres” (no alcanza la palabra para ellos) la subieron a una vagoneta y la llevaron a Rurrenabaque. Al pasar por la tranca de Urujara la esperanza de que el control la salvara se diluyó muy pronto. Uno de los delincuentes bajó, pagó su peaje (¿o una coima?) y siguieron viaje sin mayores preguntas. No alcanza la desidia para tanto: ¿Será que secuestradores y tratantes son tan tontos como para pasear a sus presas por todo el país en buses de transporte público? Pues cada fin de semana la Policía está muy ocupada registrando permisos de viaje de menores en las terminales y en las flotas, pero a mí, que viajo con mi hija por carretera con mucha frecuencia, nunca me han pedido su documentación en ninguna tranca. ¿Cuántas niñas como Belén han cruzado trancas en vehículos particulares con destino al infierno de la trata?
La Policía de Rurrenabaque ha realizado, dicen, operativos de control en los tres lenocinios de su jurisdicción y ha comprobado que ahí no hay menores de edad siendo subastadas a extranjeros. No alcanza la ingenuidad para tanto: ¿será que la red de proxenetas que secuestra niñas en La Paz las va a llevar a uno de los tres lenocinios registrados y autorizados que funcionan “legalmente” en Rurre?
Y ya que estamos hablando de legalidad, control, Policía, Justicia, debemos preguntarnos: ¿cómo puede ser todavía legal la prostitución en Bolivia? Ya sé, me van a decir que una mujer adulta, en su libertad individual, puede decidir realizar o no ese oficio. Me van a decir que hay muchas mujeres que solo pueden ganarse la vida de esa manera, y que pueden hacerlo de manera digna y sin riesgos. Me van a decir que es la profesión más antigua del mundo, que siempre ha existido y siempre va a seguir existiendo.
Sin embargo no alcanza la insensibilidad para tanto. Mientras haya hombres que sean capaces de comprar la virginidad de una niña, allá en el medio del monte; mientras haya leyes que acepten y controlen los lenocinios “legales”; mientras haya quienes son incapaces de pensar en sus hijas cuando ven a una muchacha o a una niña en situación de prostitución; mientras haya ingenuidad, insensibilidad, mezquindad, corrupción, desidia, Belén, y otras niñas llamadas o no Belén, van a tener que vivir huyendo de los proxenetas.