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San Miguel

Hace algunas décadas el barrio de San Miguel era un conjunto de casas de un piso, construidas con muros de ladrillo visto y con jardines cerrados por coquetas bardas. Lo que se dice una discreta urbanización que fue promovida por una mutual como vivienda social para la clase media. 

Bastó que un empresario visionario comprara una casa, luego dos y finalmente tres para construir un centro comercial e iniciar un boom en una zona que, años atrás, dormitaba en una paz residencial y no soñaba con su triunfante futuro inmobiliario. En pocos años, se desató una fiebre especulativa y esos pequeños lotes, otrora con un destino social, tienen hoy en día unos precios de infarto sin que podamos terminar de entender semejante plusvalía urbana.

Sin embargo ese éxito tiene su precio. El barrio de San Miguel se ha densificado de forma tan grosera que comienza a pasar factura a los pocos residentes, a los que trabajan en los diferentes comercios y a los potenciales clientes que deben luchar por un espacio de parqueo y, sobre todo, por tener una vida digna. Las áreas libres, los árboles, los jardines se pierden y se sepultan en cemento día a día. Las construcciones se elevan sin pausa, obviando normas municipales y especulando en altura y anchura. A esa fiebre constructiva debemos sumar estilos arquitectónicos cada vez más huachafos y desvergonzados. En suma: la muestra perversa de la tugurización del consumo. Y todo porque San Miguel, como centralidad urbana espontánea, se desarrolló por las fuerzas vivas y desatadas del mercado.

A pesar de su horrendo paisaje urbano, San Miguel ha calado hondo en el imaginario de la población y se ha convertido en el centro urbano de la zona Sur. Ahí se reúne, pasea y compra mucha gente que cree, honestamente, que ese es su gran mall urbano y piensa que es su espacio de reunión social, a tal grado que, arrogantemente, no se mueven de ahí. Conozco personas que no han vuelto a pisar el centro de la ciudad.

Empero, lo importante para San Miguel y otras zonas comerciales paceñas es saber si se puede controlar el desorden urbano de nuestro comercio. Para el caso de ese barrio, el Gobierno Municipal, por enésima vez, está queriendo modificar el tráfico y los parqueos para ordenar su movimiento vehicular. Es decir, quiere mejorar el bienestar del automóvil. ¿No es posible imponer en San Miguel más árboles y crear vías peatonales?

Si las zonas del sur de esta ciudad (donde se supone vive la población más culta y que ha viajado por todo el mundo) aceptan como centralidad urbana semejante sancocho y están dichosas con un barrio mercachifle como su centro representativo, es que ya estamos deambulando por las calles ciegos, sordos y mudos.