Es hora de perdonar, incluso a Hitler
Si quieres ser potente, empieza por perdonar. Una reacción violenta traerá más violencia.
Los humanos somos incoherentes, por ignorancia. Los católicos, por caso, alabamos la infinita misericordia de Dios, pero luego pedimos cárcel para los “delincuentes” o enemigos. Y justificamos diciendo que perdonamos, pero no olvidamos, o que “el reo merece su castigo” (cierto, solo que el castigo viene naturalmente, no impuesto violentamente) o que “el delincuente debe reeducarse”, cuando las cárceles lo empeoran.
Más allá de que muchos delitos son inventados (el “contrabandista” no es natural, sino inventado por el gobierno junto con las aduanas, lo mismo el evasor impositivo), hoy la ignorancia ha quedado vencida por la ciencia que ha demostrado que la violencia, sobre todo en casos de defensa urgente, empeora las situaciones, siendo los pacíficos los métodos eficientes. Según la teología, la omnipotencia de Dios se origina en su infinita misericordia. Y se suele creer que este principio no vale en la vida corriente. Grave error. Si quieres ser potente, empieza por perdonar.
Una reacción violenta traerá más violencia. El intento de cooperar usando la creatividad humana inducirá reacciones constructivas.
El hombre, en tanto animal, suele tener una primera reacción primitiva frente a la violencia —que es signo de cobardía— y así cree que es útil para ordenar, porque se intenta escapar, si es necesario, “obedeciendo” al que amenaza. Sin embargo, esta acción es falsa, porque el agredido obedecerá solo hasta que pueda evitarlo. Así, los animales se pelean por comida, pero el hombre racional puede buscar alternativas como desarrollar tecnología para producir más.
“Hitler o Stalin”, tituló una columna Lluís Bassets en El País de España. Pésima disyuntiva que quiere transpolar a elegir entre el Estado Islámico o Siria e Irán, alentando a la guerra, como si no fuera la violencia el alimento del terrorismo. Es incoherente proponer “escoger entre dos males”.
O escogemos el bien o no saldremos del mal. Elegir a Stalin, más allá de las películas de Hollywood, fue una pésima idea. Los aliados, con la Segunda Guerra Mundial, no lograron terminar con las tiranías, sino que consolidaron una peor, la estalinista, tras más de 60 millones de muertos (seis veces la población de Israel, hoy) más de los que hubiera asesinado Hitler.
Esta tiranía más poderosa que la nazi, la URSS, cayó pacíficamente, mostrando que la paz es el método eficiente para solucionar conflictos. Los aliados occidentales eran mejores líderes que Hitler. Pero la solución eficiente era pacífica. Escribió Rosalía Sánchez, en el conservador periódico El Mundo de España, que los soldados americanos cometieron en la ocupada Alemania más de 190.000 brutales violaciones a mujeres y niñas, además, “se apropiaban de relojes, bicicletas, radios, joyas y cualquier objeto que les gustase (y) después violaban a mujeres y niñas”, recuerda Charlotte W.
Exberliner publicó Perdonando a Hitler, reportaje a Eva Mozes Kor, quien fue conducida a los diez años junto a su hermana a Auschwitz (separadas de su familia a la que no volverían a ver), donde fueron sometidas a brutales experimentos. Sobrevivieron y fundaron un grupo de apoyo y perdón. Eva escribió “Doy amnistía a todos los nazis que participaron (…) en el asesinato de (…) millones de personas. Es hora de (…) sanar nuestras almas (…) de perdonar (…) No me alegra ver a ningún criminal nazi en la cárcel, ni quiero ningún daño para Josef Mengele”.Desde entonces es inmensamente más feliz.