Discriminación y machismo
La discriminación racial fue utilizada como una artimaña discursiva por el Gobierno
Qué hay en un nombre?” se pregunta Shakespeare en Romeo y Julieta. George Orwell le contesta en la novela 1984: “Exactamente lo opuesto de lo que creemos”. El amor es odio. La Justicia es la iniquidad. La dictadura es la democracia. Esta disquisición semántica en torno a tales oposiciones nominales que resultan ser análogas viene a propósito de las explicaciones del presidente Evo Morales referidas al fiasco electoral de su partido tanto en El Alto como en el departamento de La Paz, y que, según su opinión, se explicaría por “el voto contra la corrupción y por resabios de machismo y discriminación”.
La apreciación presidencial no está lejos de aquellas razones subyacentes que posiblemente influyeron en el voto paceño. Seguramente, cuando el Mandatario manifestaba la anterior explicación estaba pensando en la derrota de la candidata oficialista a la Gobernación paceña, Felipa Huanca. Y al unísono del Presidente, el ministro de Gobierno, Hugo Moldiz, aseveró: “La Paz no estaba preparada para tener una gobernadora indígena campesina y con la personalidad de ella”. En efecto, su doble condición: aymara y mujer, habría (re)activado un imaginario colonial, que se alimenta tanto del machismo como de la discriminación racial.
Aquí hay una interrogante insoslayable: ¿acaso en el momento de la decisión de Felipa Huanca como candidata del MAS a la Gobernación paceña no se calibró este contexto marcado por la discriminación y el machismo? ¿Se la expuso innecesariamente solo con el afán de mostrar simbólicamente que todavía no hemos superado esas lacras en la sociedad? De ser así, se trataría de una apuesta riesgosa en términos políticos. Una candidatura casi testimonial, aunque aquí lo que sopesó es haber pecado de una excesiva confianza al pensar que bastaba la imagen de Evo Morales para consolidar el voto “cautivo” de la población. Fue un fiasco.
Más allá de las evaluaciones políticas, estas cuestiones de la discriminación y del machismo están alojadas en las capas más profundas de la sociedad; pero el hecho de que se trate de temas estructurales de larga data no exculpa al Gobierno, que basó su lucha contra el racismo y la colonización en simples palabras que se las lleva el viento. Por lo tanto, no es tanto el nombre, sino la palabra, de suerte que viene a cuento otra cita shakesperiana, la de Hamlet: “Palabras, palabras, palabras”. O como dice Ernesto Laclau, son “discursos con significantes vacíos”.
La discriminación y el machismo incluso están verbalizados en el lenguaje cotidiano de varios políticos que son parte o cercanos al Gobierno. El propio Presidente manifestó que hay varios compañeros con mentalidad machista, e incluso él mismo fue criticado por algunas bromas de tinte machista que expresó en más de una ocasión.
La discriminación racial fue utilizada como una artimaña discursiva por el Gobierno, aunque en los hechos no se ha encarado decisivamente con acciones concretas para combatir esta plaga, que al igual que el machismo, está en la médula de la sociedad boliviana. Entonces, las palabras descolonización y despatriarcalización en el repertorio discursivo del Gobierno estarían desahuciadas de sentido. Una contradicción que luego se convierte en un reciclaje casi inservible en un discurso político. Entonces, allí, en el territorio de la palabra, como diría el escritor mexicano Carlos Fuentes, es donde el lenguaje de la ciudad (el lenguaje político) se revela o se esconde, como Ulises, de regreso a Itaca.