Francisco llega a Bolivia
No basta con ser católicos de domingo, hace falta una vida cristiana que impregne todos los ámbitos
El papa Francisco llega a Bolivia, y este acontecimiento empieza a movilizar a los actores involucrados: el Gobierno y la Conferencia Episcopal de Bolivia, por un lado, y la comunidad católica (los actores interesados) por otro. La Paz y Santa Cruz son las ciudades previstas para su llegada, en el entendido de que fueron éstas las visitadas por la comisión del Vaticano que arribó en marzo al país para evaluar los posibles lugares de la visita en ambas urbes, y delinear la agenda pontificia en los días de su estadía. Tanto la Iglesia Católica como el Gobierno han declarado que se trata de una visita pastoral con el fin de fortalecer la fe religiosa, por eso, se espera que la visita del Papa sea promovida y llevada a cabo con base en estas características.
Hace 27 años, Juan Pablo II llegó a Bolivia cuando era un Estado confesional. Ahora, el papa Francisco llegará a una Bolivia que desde 2009 se declara como un Estado laico, abierto a todos los cultos, pero todavía en esencia muy religioso. El Censo de 1992 fue el último que consultó a los bolivianos sobre su fe religiosa. En el operativo de 2001 no se incluyó esa interrogante y tampoco en el de 2012, pese a un intenso debate previo al respecto. Sin embargo, encuestas particulares señalan que hasta la fecha una mayoría de la población se denomina cristiana-católica.
Por otro lado, el Papa visitará una Bolivia que desde 2005 inició un proceso de transformación, denominado revolución democrática y cultural del Estado Plurinacional, que continúa avanzando hacia el horizonte de la descolonización y el vivir bien, un camino que lleva una década y que, según el vicepresidente García Linera, se encuentra en la quinta fase. En este contexto es bien sabido que este proceso no ha sido muy favorable para la Iglesia Católica y los obispos, por las continuas observaciones y críticas que desde diversas esferas gubernamentales y el mismo presidente Morales ha sido dirigidas contra ellos, calificando a la Iglesia como una institución que defiende privilegios antiguos y no se siente a gusto en esta nueva concepción de país, acusándola incluso de estar contra del proceso de cambio.
Comprendiendo este escenario, los desafíos de la Iglesia Católica no son pocos ni sencillos. Tiene por delante el reto de la formación y la identidad cristiana de sus fieles. No basta con ser católicos de domingo y de expresiones culturales, hace falta desarrollar una vida cristiana que impregne ámbitos políticos y sociales. Se habla de recuperar la corresponsabilidad y el principio de la solidaridad procurando el bien común de la comunidad, ese tipo de valores cristianos católicos han sido relegados y toca ponerlos nuevamente en vigencia con convicción.
A esta realidad llega el primer Papa jesuita y latinoamericano de la historia, seguramente con una intención y estilo concreto: encontrarse con la gente y transmitir un mensaje oportuno abierto a los signos de los tiempos; un hombre que sabe leer con realismo los acontecimientos y es sensible a las necesidades de las personas, preocupado por los pobres y excluidos, e impulsor para que la Iglesia salga de sí misma al encuentro con los otros.
Sin duda esta visita, enmarcada en un contexto pastoral, debería infundir renovados ánimos para la Iglesia en Bolivia, que tiene por delante un camino de renovación eclesial y pastoral al interior de sus comunidades, con el fin de fortalecer los valores y principios cristianos en el nuevo contexto que se vive en el país. Y en buena medida la llegada del Papa también podría contribuir a mejorar las relaciones entre la Iglesia y el Estado.