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Francisco llega a Bolivia

No basta con ser católicos de domingo, hace falta una vida cristiana que impregne todos los ámbitos

/ 8 de abril de 2015 / 04:30

El papa Francisco llega a Bolivia,  y este acontecimiento empieza a movilizar a los actores involucrados: el Gobierno y la Conferencia Episcopal de Bolivia, por un lado, y la comunidad católica (los actores interesados) por otro. La Paz y Santa Cruz son las ciudades previstas para su llegada, en el entendido de que fueron éstas las visitadas por la comisión del Vaticano que arribó en marzo al país para evaluar los posibles lugares de la visita en ambas urbes, y delinear la agenda pontificia en los días de su estadía. Tanto la Iglesia Católica como el Gobierno han declarado que se trata de una visita pastoral con el fin de fortalecer la fe religiosa, por eso,  se espera que la visita del Papa sea promovida y llevada a cabo con base en estas características.

Hace 27 años, Juan Pablo II llegó a Bolivia cuando era un Estado confesional. Ahora, el papa Francisco llegará a una Bolivia que desde 2009 se declara como un Estado laico, abierto a todos los cultos, pero todavía en esencia muy religioso. El Censo de 1992 fue el último que consultó a los bolivianos sobre su fe religiosa. En el operativo de 2001 no se incluyó esa interrogante y tampoco en el de 2012, pese a un intenso debate previo al respecto. Sin embargo, encuestas particulares señalan que hasta la fecha una mayoría de la población se denomina cristiana-católica.

Por otro lado, el Papa visitará una Bolivia que desde 2005 inició un proceso de transformación, denominado revolución democrática y cultural del Estado Plurinacional, que continúa avanzando hacia el horizonte de la descolonización y el vivir bien, un camino que lleva una década y que, según el vicepresidente García Linera, se encuentra en la quinta fase. En este contexto es bien sabido que este proceso no ha sido muy favorable para la Iglesia Católica y los obispos, por las continuas observaciones y críticas que desde diversas esferas gubernamentales y el mismo presidente Morales ha sido dirigidas contra ellos, calificando a la Iglesia como una institución que defiende privilegios antiguos y no se siente a gusto en esta nueva concepción de país, acusándola incluso de estar contra del proceso de cambio.

Comprendiendo este escenario, los desafíos de la Iglesia Católica no son pocos ni sencillos. Tiene por delante el reto de la formación y la identidad cristiana de sus fieles. No basta con ser católicos de domingo y de expresiones culturales, hace falta desarrollar una vida cristiana que impregne ámbitos políticos y sociales. Se habla de recuperar la corresponsabilidad y el principio de la solidaridad procurando el bien común de la comunidad, ese tipo de valores cristianos católicos han sido relegados y toca ponerlos nuevamente en vigencia con convicción.

A esta realidad llega el primer Papa jesuita y latinoamericano de la historia, seguramente con una intención y estilo concreto: encontrarse con la gente y transmitir un mensaje oportuno abierto a los signos de los tiempos; un hombre que sabe leer con realismo los acontecimientos y es sensible a las necesidades de las personas, preocupado por los pobres y excluidos, e impulsor para que la Iglesia salga de sí misma al encuentro con los otros.

Sin duda esta visita, enmarcada en un contexto pastoral, debería infundir renovados ánimos para la Iglesia en Bolivia, que tiene por delante un camino de renovación eclesial y pastoral al interior de sus comunidades, con el fin de fortalecer los valores y principios cristianos en el nuevo contexto que se vive en el país. Y en buena medida la llegada del Papa también podría contribuir a mejorar las relaciones entre la Iglesia y el Estado.
 

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No nos dejemos robar la esperanza

La Iglesia en Bolivia se suma a la convocatoria de Francisco y anima a vivir el Año de la Misericordia

/ 21 de noviembre de 2015 / 06:06

Con esta exhortación los obispos de Bolivia al cerrar su centésima asamblea hacen un llamado animando a mirar la realidad que vivimos de manera diferente, a mirarla y vivirla con una actitud de perdón y misericordia.

¿Quién no necesita ser perdonado? ¿Quién no necesita perdonar? ¿Se imaginan si fuese posible reconocer errores y comenzar de nuevo? El perdón como valor, el perdón como actitud, el perdón como acción, el saber perdonar y el saber pedir perdón;  ¿tenemos en cuenta esto en nuestra vida?, ¿lo tenemos presente en la vida familiar, social, política?

El mensaje episcopal llama la atención  sobre este punto, y recuerda que no pocas veces actitudes como el orgullo, la soberbia y la indiferencia empañan las relaciones humanas haciéndonos grandes y poderosos,  y no pequeños y sencillos como señala la enseñanza de Jesús.

El valor del perdón parece ajeno a la realidad, por ello el papa Francisco ha convocado desde el 8 de diciembre a vivir el Año de la Misericordia, un tiempo para recordar y practicar entre nosotros la gracia del perdón de Dios, el valor del perdón humano, y la misericordia hacia las personas que sufren física y espiritualmente.

Sin duda una propuesta audaz en un tiempo en el que las ideologías y propuestas de cambio abundan y que muchas veces alejan de la realidad y nos llevan a encerrarnos en una burbuja, en la que solo se vela por el bienestar propio, olvidando y descartando a los más necesitados.

La Iglesia boliviana lo señala: ante la situación de los niños que no tienen familia o viven sin ser acompañados por sus padres, las mujeres víctimas del maltrato y la violencia, jóvenes que sufren a causa del desempleo o el subempleo, la violencia fruto de la ausencia de valores que provoca una inseguridad ciudadana, el narcotráfico y la adicción a la droga que gana terreno, la corrupción y los gastos innecesarios que no permiten una política de austeridad; frente a todo esto es ahora un tiempo de cambio positivo y que haga bien, que ayude a vivir y actuar como personas, comunidades e instituciones. No nos dejemos robar la esperanza de lograr un verdadero cambio.

El cambio empieza por uno mismo, bien lo decía Ghandi: “debes convertirte en el cambio que deseas ver en el mundo”, tarea nada fácil sobre todo cuando se pierde el hábito, pero es posible retomar ese valor y ponerlo en común en nuestro entorno.

La Iglesia Católica en Bolivia se suma a la convocatoria de Francisco y anima a los creyentes y personas de buena voluntad a vivir este Año de la Misericordia, en su dimensión plena de perdón y cercanía.

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Silencio y palabra

La génesis de todo diálogo halla su esencia en el callar, escuchar, discernir y luego hablar

/ 28 de mayo de 2012 / 04:16

Los conflictos sociales entraron nuevamente en escena, provocando que el respeto a la dignidad de varias personas sea atropellado por el uso de la violencia, a falta de un entendimiento entre  los sectores involucrados. Mientras cada quien expone su verdad y quiere prevalecer en sus razones, se olvidan de escuchar y poner atención en lo verdaderamente propositivo que pueda contribuir a un verdadero diálogo.

Otra vez los conflictos reflejan el cómo estamos en la convivencia social. Lo positivo de la situación: el conflicto es una forma de ejercer ciudadanía y prevalecer derechos civiles promoviendo cambio. Lo ideal sería atenderlo oportunamente para evitar situaciones que vulneren los derechos de los ciudadanos y acciones violentas. 

Una reflexión hecha por el papa Benedicto XVI refiere algo importante que se combina en el proceso de diálogo: silencio y palabra. Dos momentos de la comunicación que deben equilibrarse e integrarse para lograr un auténtico diálogo y cercanía entre las personas. Así lo refiere en su mensaje dedicado en la jornada mundial de las comunicaciones sociales de este año.

Otra vez en Bolivia se escucha la convocatoria a dialogar, algo que por su reiterada evocación está provocando un desgaste en su valor y verdadero sentido como camino para resolver los conflictos. La génesis de todo diálogo halla su autenticidad en el callar, escuchar, discernir y luego  hablar. Partir de escuchar  al otro  en un silencio respetuoso que no significa ceder o perder un espacio en la negociación ya que en el silencio se puede comprender y  encontrar. Benedicto XVI explica que al hacer silencio se permite hablar a la otra persona y no aferrarse sólo a las propias ideas, y que es necesaria una oportuna reflexión del valor de práctica del silencio para hallar momentos de escucha recíproca.

Estamos acostumbrados a hablar demasiado y  recibir mensajes de todo lado; mensajes que pueden tener mucha legitimidad pero no se logran  comprender porque todos hablamos a la vez, aferrados a la propia posición y  nadie escucha al otro. En el silencio escuchamos y nos conocemos mejor a nosotros mismos, se profundiza el pensamiento y comprendemos con mayor claridad lo que queremos decir o esperar del otro (Benedicto XVI).

Entonces, hagamos práctica en el silencio para discernir tantos discursos que van y vienen; discursos de ataque, condena, justificación o defensa; discursos que no siempre son propositivos ni apuntan al bien común. Quizás así el diálogo auténtico que tanto se pide llegue efectivamente antes que el observar de nuevo en la calles violencia entre bolivianos.

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