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Bajó la marea

Para los bolivianos el tema del mar es inherente a nuestra nacionalidad. Desde niños nos enseñan la versión boliviana de la historia de la Guerra del Pacífico, versión que en Chile es diferente y no tiene tanto impacto en la vida de los ciudadanos. En el caso nuestro es un tema que se vuelve recurrente en épocas electorales.

En Bolivia estamos en elecciones desde el año pasado, por tanto, el mar estuvo presente con mucha más fuerza en los medios de comunicación, ya que formaba parte de la agenda electoral de los candidatos, pues saben que es un tema sensible que puede hacerlos bajar o subir en las encuestas y, entonces, hay que mostrarse tan patriota como Eduardo Abaroa.  Ahora que pasaron las elecciones subnacionales, que ya bajó la marea electoral, el tema debe volver a los cauces del derecho internacional, del sentido común; tenemos la obligación de abordarlo con la seriedad que amerita nuestra mediterraneidad, que sirve para excusarnos de muchas cosas, como la falta de desarrollo, una visión encajonada por las montañas sin el amplio horizonte marítimo, y hasta para justificar nuestra baja autoestima cuando el caso lo requiere.

En las últimas semanas las especulaciones han sido de todo tipo y no ha faltado la presencia del Sumo Pontífice en ellas. Mucho se ha venido especulando del posible apoyo que brindará el papa Francisco en su próxima visita, nada más falso. La Iglesia Católica sabe que es un tema muy delicado, sobre el que tiene la obligación de guardar una actitud diplomática, buscando el entendimiento entre partes, como siempre lo han hecho cuando se trata de diferendos que involucran a dos naciones. Si bien es cierto que existe cierto nerviosismo entre las autoridades chilenas por la competencia de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya, también existe entre nuestras autoridades, porque saben que es la primera vez que Bolivia encara el asunto de una manera integral ante el mundo. El Gobierno boliviano, además de encargar la estrategia a expresidentes, también se está haciendo asesorar con expertos internacionales, al igual que hizo Perú en el pasado litigio que ganaron.

Nuestras autoridades saben que se están jugando algo más que lo meramente judicial, se está jugando la posibilidad de definir una política de Estado respecto a nuestra salida al mar. La aparente calma de nuestras autoridades se explica porque hemos tomado la iniciativa, hemos pasado de la defensa al ataque, y en nuestra ofensiva estamos granjeando simpatías en el mundo y eso lo saben en el Palacio de la Moneda. Ahora que bajó la marea, nos toca enrumbar hacia La Haya, navegando el barco insignia que hemos elegido y que está capitaneado por un presidente de origen indígena que ha entendido que el problema del enclaustramiento nos debe unir por encima de los colores políticos.