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¿No era arquitecto?

Aún cuelga en mi zona de El Alto un banner gigante sobre una de las obras que quedó inconclusa del exalcalde Édgar Patana. Delante de su nombre se señala textualmente: Arquitecto, pero, ¿a qué viene todo esto? Un día después de la derrota que sufrió el 29 de marzo a manos de Soledad Chapetón, la exautoridad sostuvo que iba a dedicarse otra vez a la venta de libros, oficio que le permitió convertirse en dirigente gremial. El 30 de marzo Patana señaló: “Voy a volver, como he señalado, a mi puesto de venta, voy a estar los domingos por lo menos, y la verdad después de un tiempo como corresponde trabajar donde también me he formado”. ¿A qué viene todo esto? ¿No era acaso arquitecto el exalcalde alteño? ¿Por qué no vuelve a ejercer esa profesión?
Quizás nunca tengamos respuestas a estas preguntas, pero algo es cierto, durante los últimos 20 años los alteños no solo vivimos en la ciudad más pobre, la más olvidada, la de mayor inseguridad ciudadana, una urbe desde donde cada mañana bajan al menos 200.000 personas para trabajar en la sede de gobierno; también habitamos en una urbe que fue gobernada por políticos que utilizan la mentira para entronarse como líderes.   

Y si Patana no fue reelecto no es solamente por el polémico video en el que supuestamente recibe dinero a cambio de un favor, fue también porque el alteño se cansó de las promesas de una generación de dirigentes gremiales y vecinales, que siendo destituidos como subalcaldes por corrupción terminaban trabajando en la Alcaldía central alteña.

Aún no sabemos cómo la alcaldesa electa administrará el Gobierno Municipal. No obstante, creo que la nueva autoridad debe gobernar desde las calles, desde los nuevos distritos que claman ayuda. Solo así se pueden resolver los eternos problemas de la ciudad. Hace unos años se afirmó que cada mes nacía un nueva zona en la urbe alteña, por eso es urgente que la próxima alcaldesa haga primero un diagnóstico de los problemas y luego, en coordinación con los vecinos, implemente las soluciones.

Por eso también me asustan las amenazas de un dirigente gremial contra la nueva autoridad edil, elegida democráticamente por el pueblo. Los alteños deben saber reconocer a esos malos ciudadanos y denunciarlos ante las autoridades, porque al clima de inseguridad ciudadana que viven nuestros niños y jóvenes no le podemos añadir un clima gansteril contra autoridades elegidas por el voto del soberano.

El Alto ya no es únicamente el asiento del campesino paceño, en esta ciudad confluyen bolivianos de todas las latitudes, y es tiempo de que deje ser la última urbe del país. Es hora de que las autoridades se dignen al menos a asistir a los actos de aniversario de la ciudad que en 2003 ofrendó más de 60 vidas por todos los bolivianos.