En un artículo publicado recientemente, el economista Juan Carlos Zuleta responde algunas afirmaciones que hice en otro texto respecto a la solidez del crecimiento económico del país. Para ello realiza un curioso análisis de algunas variables, en una aún más curiosa interpretación que no ofrece otro resultado que la “tortura” de los datos para hacerles decir lo que pretende demostrar.

En mi anterior aporte señalé que el crecimiento de 2014 fue de 5,5%, explicados por la demanda interna que se expandió en 6,9%; mientras que la demanda externa neta descendió en 1,4%. En este punto Zuleta muestra su desconocimiento de la macroeconomía y afirma: “¿No será que el supuesto crecimiento de la demanda interna solo fue posible gracias al crecimiento de las exportaciones totales en general y las de gas natural y minerales en particular?”. Para a continuación escribir: “Resulta curioso que, según datos del INE, entre 2013 y 2014 el crecimiento de estos dos sectores —que representaron cerca del 80% de las exportaciones totales— alcanzó al 7,74%”.

Es decir que para el experto, en la cuantificación de la demanda agregada solo cuentan las exportaciones. ¿Y las importaciones? Todo estudiante de economía sabe que lo importante en el comercio exterior son las exportaciones netas, es decir, las ventas en los mercados externos menos las importaciones. La razón es muy sencilla, si un país recibe dólares por las exportaciones no debe olvidarse que también los entrega cuando compra bienes en los mercados externos, de ahí que el efecto neto está constituido por la diferencia entre ambas variables.

Es verdad que en 2014 Bolivia exportó  un valor de $us 12.856 millones, pero también debe recordarse que importó un valor de $us 10.560 millones, lo cual hace que el resultado neto sea de $us 2.296 millones, equivalentes al 7,3% del PIB. Hay que tener mucha imaginación para creer que una cifra tan pequeña pueda mover al 93% restante.

Una pastilla de macroeconomía le haría recordar a Zuleta que la demanda interna está compuesta por el consumo, la inversión y el gasto del Gobierno. Si las exportaciones netas caen, es natural que exista un impacto en las tres variables, pero dos de ellas pueden ser influenciadas por el Gobierno: la inversión y el gasto gubernamental. Al subir la inversión pública, lógicamente la demanda agregada crece, y lo propio ocurre cuando el gasto del aparato estatal se incrementa (aunque debe reconocerse que en los últimos años esto no pasó). Ciertamente mediante este mecanismo es posible que se deteriore la balanza comercial, pero nótese que esto solo pasa cuando la producción nacional no es capaz de abastecer la demanda interna. Algo que evidentemente en el caso boliviano no ocurre.

Todo esto se logra porque actualmente el país es capaz de administrar las políticas monetaria y fiscal y, mediante su concurso, modular la demanda agregada de tal manera que se pueda mantener una buena combinación entre inflación (menor al 6%) y una tasa de crecimiento que oscile en torno al 5%. Aspecto solo posible porque en el periodo actual la economía está bolivianizada y existe un amplio margen en el sector fiscal producto de continuos superávits fiscales y una deuda externa que no pasa del 16%.

Ciertamente la administración de la demanda agregada no lo es todo, pero en mi criterio, el Gobierno ha elegido el camino correcto al fomentar la industrialización y así aumentar la oferta agregada. La prueba de ello está en que la inflación se ha podido controlar con facilidad evitándose el “sobrecalentamiento” de la economía.

Para finalizar, es sencillo predecir lo que ocurrirá en 2015, el Gobierno impulsará la inversión pública y el gasto gubernamental, con ello dinamizará aún más la demanda interna y cumplirá su meta de crecimiento. Queda ver qué dirá Zuleta cuando este sencillo mecanismo funcione.