Jorge Mario Bergoglio, de 76 años, es el primer papa latinoamericano, jesuita argentino, arzobispo de Buenos Aires, un cardenal destacado en la iglesia de América Latina, un pastor sencillo que se movilizaba en transporte público, oficiando misas en estaciones de trenes, plazas o barrios marginales, lavando los pies de presos y enfermos de sida, visitando enfermos y trabajadores de las fábricas en la periferia de la ciudad. Hoy este hombre está sorprendiendo al mundo con su actitud de cercanía y lenguaje coloquial, un “estilo” de humildad y austeridad bastante genuino.

El 13 de marzo de 2013 miles de personas en la plaza de San Pedro y millones en todo el mundo esperaban impacientes y emocionados conocer al 266 sucesor del apóstol Pedro, cuando, al caer la noche, una figura vestida de blanco se asomó al balcón de la basílica vaticana con una sonrisa amable y un semblante tranquilo. Su primer saludo fue sorprendente: “Y ahora, comenzamos nuestro camino, Obispo y pueblo, un camino de hermandad, de amor, de confianza entre nosotros. Recemos siempre por nosotros, el uno por el otro. Rezamos por todo el mundo, para que haya una gran hermandad (…) Recen a Dios por mí”.

Hijo de emigrantes italianos y con cuatro hermanos, creció en un barrio modesto de Buenos Aires. Comenzó a trabajar a los 13 años a sugerencia de su padre, haciendo la limpieza en la fábrica de medias del barrio. Dos años después trabajó en un laboratorio haciendo análisis químicos, sobre esto Bergoglio recuerda: “El trabajo fue una de las cosas que mejor me hizo en la vida y, particularmente, en el laboratorio aprendí lo bueno y lo malo de toda tarea humana”. Fue durante una confesión a los 17 años que sintió el “llamado” a la vida sacerdotal, y cuatro años más tarde inició su formación en la Compañía de Jesús, recibiendo la ordenación sacerdotal en 1969.

La imagen de Francisco, siempre austero y con los zapatos negros visitando zonas marginales de Roma, acercándose a los enfermos, a los niños y ancianos; visitando recintos penitenciarios, es una continuidad de la tarea que hacía el cardenal Bergoglio antes de ser consagrado papa. En su diócesis le interesaba promover es este tipo de tarea pastoral, y es la misma que ahora promueve en la iglesia universal como pontífice. Durante la homilía de su primera misa como papa, Francisco habló del poder como un servicio humilde, concreto, rico de fe, que sirva para acoger con afecto a toda la humanidad, especialmente a los pobres, los débiles y los pequeños.

¿Quién eres Francisco?… Es el hombre que ha contribuido a refrescar el rostro del papado, sorprendiendo al mundo con sus declaraciones y acciones que, sin llegara a ser dogmas, está dejando huella en miles de católicos. Aquello que tantas veces predicó, “llevar la Iglesia a las periferias”, invita a replantearse muchas cuestiones sin que esto signifique replantearse la fe. En una entrevista le preguntaron qué pensaba de sí mismo, y su respuesta fue: “Soy un pecador, en quien el Señor ha puesto sus ojos”.

¿Quién eres Francisco? En julio Bolivia lo sabrá de primera mano, lo tendremos entre nosotros, sintiendo su actitud de cercanía, su lenguaje coloquial, escuchando el mensaje que entonces querrá transmitirnos, seguramente sobre asuntos profundamente humanos como la paz, la alegría y la solidaridad; así como temas referidos a la atención de los excluidos, de los pobres, emigrantes, niños, enfermos o encarcelados; nos convocará a mirar y salir a las periferias de nuestra patria, invitando a aceptar con alegría la novedad de Jesús a todos.