Marraqueta blindada
No justifica destinar tanto dinero puesto que los precios alcanzaron su equilibrio
Desde que la Ministra de Producción anunció la decisión gubernamental de suspender la subvención de la harina, mucha agua ha corrido bajo los hornos de los panificadores, en las cocinas familiares e incluso en el Ejército, con un desenlace esperado: escasez de marraquetas, una huelga suspendida a los pocos días de iniciada y tentativas de incremento del precio del pan.
¿Qué llevó a las autoridades del área a tomar semejante decisión? ¿Cuál fue factor “fatídico” que impulsó a quitar este beneficio a un grupo de productores que aseguraban el “pan nuestro de cada día”? ¿Qué pasará si la marraqueta desaparece de las canastas en las tiendas de barrio? En fin, surgen muchos “¿qué?”.
Al parecer una sola respuesta podría satisfacer las interrogantes planteadas con justa preocupación: la culpa es del mercado. En efecto, el precio internacional de la harina se vino en picada por efecto de la devaluación de las monedas en países vecinos y la sobreoferta en el mercado local de este producto; en consecuencia, no tiene ningún sentido (económico) comprar algo caro (por parte de Emapa) y luego venderlo barato (a los panificadores) si en los principales centros de abasto se puede encontrar los mismos quintales al mismo precio subvencionado por el Gobierno.
La lógica reacción gubernamental fue entonces levantar la subvención dado que el precio actual de la harina es lo suficientemente bajo para producir marraquetas a Bs 0,40. Pero no, los panaderos, en contracorriente y fuera de toda racionalidad (económica), decidieron incrementar el precio del pan de batalla; y como si fuese una guerra declarada, el Gobierno respondió con el Ejército, no con fusiles, sino con fusleros, amasando marraquetas para evitar el desabastecimiento y la especulación.
Hasta ahora, ni las medidas asumidas por el sector panadero fueron contundentes, ni la reacción del Gobierno fue decisiva. Lo cierto es que el inexistente o insuficiente pan se sigue comercializando a Bs 0,40, aunque en algunos casos de manera racionada con un cupo de diez unidades por comprador.
Ahora bien, ¿la medida de suspensión era necesaria? La respuesta es un contundente sí, porque no justifica destinar Bs 50 millones o más en favor de un sector particular de la sociedad dado que los precios alcanzaron su equilibrio. En todo caso, esos recursos liberados deberían destinarse a fortalecer a los productores de trigo y a las molineras.
Seguramente en pocos días volverá la calma y las tensiones generadas por esta (acertada) medida se disiparán. No obstante, la experiencia debería servir para que el Gobierno, cuando pretenda levantar otra subvención, tome en cuenta las posibles consecuencias, a tiempo de recordar que aún existen muchos productos subvencionados, y que la crujiente marraqueta no está blindada por completo, por el contrario, estos días fue extrañada.