El papa Francisco es un hombre que se ha ganado el cariño de la gente por su cercanía con el pueblo, por su amor y sencillez con las personas; en suma, porque actúa y habla desde el Evangelio de Jesús. Jorge Bergoglio ha contribuido a impedir un ataque aéreo contra Siria, ha colaborado también para que Cuba y Estados Unidos dialoguen y restablezcan relaciones bilaterales de respeto y, ojalá, también de amistad. Asimismo espero que todavía obre otro “milagro” más, al que me referiré al final de este artículo.

Me pregunto ¿cómo una persona llega a conocer y amar a Dios? Creo que cuando una persona, ya sea una madre, un profesor o un amigo, nos habla de Dios con amor y nos enseña a través de su testimonio que realmente existe, no resulta difícil conocer y amar al Ser Supremo que nos enseña y muestra Jesús en la Biblia.
Yo no sé si nuestro Presidente tuvo esa oportunidad en su infancia. Probablemente no. Pero él conoce lo que siente una persona de escasos recursos: un anhelo de justicia y de solidaridad especialmente en favor de los más desvalidos, una proximidad hacia los más desfavorecidos y hacia los marginados; porque él sabe lo que es la pobreza y la discriminación. Por eso, muchas de sus acciones como Presidente de los bolivianos son actos auténticamente evangélicos. Por ejemplo, para que la discriminación y el desprecio “por el otro” se termine; para que los niños, especialmente del área rural, tengan leche y un bono que de alguna manera mejore su calidad de vida; para que las telecomunicaciones sean más accesibles y la gente del campo deje de estar aislada; para que las personas de la tercera edad, especialmente los más pobres, tengan una vida digna, por intermedio del bono Dignidad.

Sería ocioso enumerar todas sus acciones dirigidas a los sectores más desvalidos de nuestra población. Lo que le falta a Evo Morales es conocer auténticamente al Dios de la Biblia, conocer y aceptar el señorío de Jesús, que es Dios. Él se ha declarado “cristiano de base”; es decir, un hombre que de alguna manera cree en Dios como hombre del pueblo; sin embargo, no cree en la jerarquía eclesiástica con la que tuvo dificultades. Él es un cristiano de base, de pueblo.

Hace unos días, leyendo la vida y muerte de Óscar Romero, obispo de El Salvador que fue asesinado por “católicos de derecha” por hablar en favor de los campesinos y de los pobres de su tierra, tuve una suerte de premonición, sueño o anhelo: que, con la llegada de Francisco (a quien Evo saludó como “hermano”), se podría dar la conversión de nuestro Presidente, la aceptación de un cristianismo “revolucionario”, porque el Evangelio es revolucionario. Con lo que podría abrirse un nuevo tiempo en Bolivia, perdonándonos unos a otros, entre quienes estuvimos enfrentados, y poder decir, como Jesús en la casa de Zaqueo: “Hoy ha llegado la salvación a esta nación”, porque hemos descubierto, gracias a la llegada de Francisco, que podemos convivir mejor y que podemos seguir trabajando por los más pobres de este nuestro Estado Plurinacional. ¿Un sueño? Los sueños, cuando los soñamos muchos, se hacen realidad.