La FIFA contra la altura de La Paz
La política exterior debería pasar de una diplomacia de gestiones a una diplomacia de resultados
El sensacional arresto ejecutado por la Policía suiza de siete miembros del Comité Ejecutivo de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA), en un lujoso hotel de Zúrich, el 27 de mayo, no me sorprendió mucho, porque 20 años antes, el 31 de mayo de 1996, con casi los mismos personajes (Sepp Blatter incluido), también se reunió ese cuerpo directivo del fútbol mundial para tratar la reconsideración de una bizarra medida adoptada unas semanas antes: vetar a la ciudad de La Paz como sede de las competencias eliminatorias, por encontrarse a más de 3.600 metros de altura sobre el nivel del mar. Como la próxima copa del mundo se debía realizar en París, el Gobierno nacional me encomendó que en mi calidad de embajador en Francia agotase los esfuerzos para persuadir al presidente Jacques Chirac usar toda su influencia con el fin de revertir tan odiosa resolución.
Con el Mandatario galo me unía una antigua relación de amistad y simpatía, desde que él dirigió la Alcaldía parisina, por cerca de 18 años. Tuve que usar multitud de argucias para comprometer una ayuda de tan elevado rango para la causa boliviana, y al final logramos que Chirac escribiera misivas personales a todos y cada uno de los jefes de Estado de los 25 países miembros del Comité Ejecutivo. Es más, fui portador de algunas de las cartas en viajes que realicé incluso a capitales africanas. Su apoyo llegó a inusuales episodios anecdóticos, como cuando Gabriel Valdez, presidente del Senado chileno, lo visitó para protestar por las pruebas nucleares francesas en el Pacífico Sur. Chirac, al tranquilizarlo que éstas pronto terminarían, a manera de trueque, le pidió su solidaridad con Bolivia. Como no era la causa marítima, Valdez suspiró con alivio y aseguró su apoyo en la FIFA.
Llegado el día “D” vinieron a Zúrich, desde Bolivia, José Chacho Saavedra, presidente de la Federación Boliviana de Fútbol; Mario Paz Zamora, Carlos Morales, y por la prensa nacional, Carlos Mesa Gisbert, Toto Arévalo, Cucho Vargas, Ximena Valdivia y otros. Desde la madrugada del 31 de mayo, un hondo suspenso agobiaba a la delegación boliviana, que esperaba ser recibida en pleno por el Comité. Preparados para ello, Mario Paz Zamora estaba muñido de amplia documentación que desechaba la demonización de la altura y Carlos Mesa Gisbert cargaba sus contundentes alegatos. Súbitamente la audiencia a los bolivianos fue cancelada. El pánico cundió entre la comitiva paceña.
Entonces, sucedió a las 10.30 algo inesperado, según relata Carlos Mesa Gisbert: “En ese momento salió furtivamente el presidente de la Federación Africana de Fútbol, bajó las escaleras y le guiñó el ojo a su amigo, el embajador boliviano en París, Carlos Carrasco, quien fue el primer boliviano en enterarse y voló con la noticia. Un minuto después salió el secretario adjunto de la FIFA, convocó a Romer Osuna y al presidente de la FBF, Saavedra Banzer, yo me colé para escuchar: ‘La Paz, va’, dijo. Lo demás es historia conocida. Por esto aprendí de esta batalla que el fatalismo no es el mejor consejero” (¡La Paz, va! Revista Enfoques, junio de 1996).
Cuando enfrentamos, hoy, en La Haya, la madre de todas las batallas, sigo pensando que al óptimo agente del país, con su elocuente equipo legal y a la impecable vocería internacional, le falta el soporte del profesionalismo diplomático que complemente sus respectivos esfuerzos, hasta que se logre la victoria final, por cuanto la política exterior debería pasar de una diplomacia de gestiones, a una diplomacia de resultados tangibles que —ahora— se puede ensayar.