Imposturas alteñas
Apenas amanece y desde las alturas en las que despierta El Alto muchos ojos inocentes miran un horizonte de esperanza. El bullicio de las calles, las bocinas y el grito ronco de los voceadores en busca de pasajeros siempre le han dado a esta ciudad una mística incalculable. Sin embargo, ahora hay un ruido que no es el cotidiano, hasta hace poco imperceptible por la densa humareda del poder. Las elecciones del 29 de marzo develaron algunos de los “secretos” que escondía la Alcaldía de El Alto en sus lúgubres pasillos.
Tras la pérdida de uno de sus principales bastiones, el Movimiento Al Socialismo (MAS), encabezado por el presidente Morales, se mostró dolido, y con justa razón. No estaba dentro de sus cálculos esta posibilidad. Pero todo tiene un trasfondo, y ésta no es la excepción. Denuncias de corrupción irresueltas, nepotismo, desvío de recursos, proyectos “fantasma” o con sobreprecios habían cansado al alteño, a aquel ciudadano que aún a pesar de las grandes limitaciones sueña con un proceso de cambio que se empezó a forjar en octubre de 2003 y que sostiene con jornadas de 16 y 18 horas laborales.
Al final parece ser un espejismo. Hoy la opositora Soledad Chapetón está al mando de la urbe, pero sectores que por largos años gozaron de “privilegios” en desmedro de la mayoría pretenden boicotear su administración. Más allá de la polémica sobre la elección de autoridades por “usos y costumbres” existe una sola verdad: Chapetón es una autoridad que ha sido electa con los votos de la gente. Por tanto, lo menos que pueden hacer las organizaciones sociales, sindicales, fabriles y toda la ciudadanía es respetar lo que por esencia se ha defendido en estas alturas: la democracia.
El Gobierno, y desde luego el MAS, debe activar los mecanismos necesarios para impulsar auditorías que identifiquen a los responsables de semejante catástrofe y expulse de sus filas a esta lacra dirigencial. De hecho, el mismo presidente Morales felicitó el “voto castigo” que se registró en las justas de marzo. Por tanto, es inadmisible que seudodirigentes pretendan mantener sus viejas prácticas prebendalistas para acaparar el poder. Es inadmisible que ante la pasiva mirada de los alteños se pretenda destruir un proyecto que no tiene un color político ni una sigla partidaria, sino que es de todos los que habitan en esta urbe y lo único que anhelan es desarrollo.
Peor aún, es inadmisible que se hable de revocatorio cuando la nueva autoridad no alcanzó a ordenar ni su escritorio. Recuerdo un despropósito similar cuando bloques opositores pretendieron alejar al Jefe del Estado de sus funciones por su cualidad de “indio”. Apenas anochece y desde las alturas en las que se sumerge esta urbe en la noche, muchos ojos inocentes miran un horizonte de esperanza.