Imaginarios: la ciudad del futuro
Cuanto más fuerte la identidad de una ciudad, más resistente se presenta ante la renovación
Encontrándonos ya en un entrado siglo XXI, el debate sobre los nuevos caminos de la ciudad y la esfera pública siguen siendo difusos, aunque no faltan imaginarios que describen su nueva dirección. A pesar de ello, es evidente que ciertas urbes (en Asia, por ejemplo) han tomado nuevas direcciones, dejando de interesarse solo en el entorno que ambienta el quehacer ciudadano, y se proyectan al futuro, porque sus marginalidades exigen cambios radicales esencialmente por el crecimiento desmedido de su población.
Esa visión abierta del mañana es captada por ciertos movimientos globales que aseveran que hoy, cuanto más fuerte la identidad de una ciudad, más encarcelada y resistente se presenta ante la expansión y la renovación. De esa manera, la identidad la convierte en sobredeterminada. Nos referimos a la ciudad cuyo centro histórico de carácter secante ha absorbido todo interés de crecimiento e inversión económica. Y es justamente por ello que ciertas urbes buscan propuestas que las liberen no necesariamente de esos centros históricos, sino del cautiverio que ello significa para la atención de las necesidades del conjunto urbano y su desarrollo acorde a la medida de la época.
Aquello, empero, no evita que esas ciudades sigan trabajando en fragmentos urbanos como son ciertas intervenciones actuales que responden a las demandas de la población y sus cotidianos problemas por resolver.
Los nuevos imaginarios de pensadores citadinos, sin embargo, aprovechan esas experiencias para afirmar que la ciudad del futuro será “fractal y repetitiva”, lo cual exige considerar esencialmente su crecimiento territorial. Un hecho que no parece ser de gran creatividad, pues lo singular y lo nuevo están referidos a la evacuación de la esfera pública, que por su carácter dinámico no podrá ser medida en dimensiones debido a que formará parte del crecimiento de la urbe.
Así, el habitante comienza a descentralizar su mirada en otras imágenes que conciben el nuevo vivir urbano. Forman parte de ello el sentido y función de los aeropuertos contemporáneos, donde todos transitan indiferentes y sin reparar en nadie, lugares que en definitiva son relatores de la sobremodernidad. Que es otra forma de describir la nueva ciudad del futuro, donde supuestamente todos serán iguales. De ese modo se logra comprender que el caminante y el cruce de elementos en movimiento y las grandes dimensiones de las urbes del futuro forman parte de la nueva visión que acogerá, sin objeción alguna, al movimiento automotriz, lo cual requerirá de grandes infraestructuras viales que estarán remarcadas por la versión superior de bulevares y plazas. Por todo ello, se afirma que la nueva ciudad será de calma y tranquilidad. Esto logrado por la evacuación de la esfera pública y también por su tendencia a la autonomía. No cabe duda, empero, que lo significante de esa maraña de conceptos define sintéticamente a la ciudad del futuro caracterizada por tres elementos: grandes vías, edificios y naturaleza.
En lo que respecta a la ciudad de La Paz, ésta tiene como primer desafío el comenzar a pensar seriamente en su crecimiento territorial, y para ello debe abrir sus fronteras, solucionando errores del pasado en cuanto a sus límites, sin olvidar los grandes saltos que se requiere dar para la conquista de nuevos territorios dónde crecer.