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Nueve años en Haití

A fines de mayo concluyó exitosamente la misión del Ejército de Bolivia en la República de Haití. Los efectivos militares fueron despedidos en Puerto Príncipe con reconocimientos por el trabajo desempeñado por el contingente boliviano en el seno de la Minustah, la misión de la ONU para implantar la paz en ese país caribeño, castigado por la violencia y la pobreza.

Ejercía como Ministro de Defensa en 2006 cuando el Gobierno boliviano decidió acoger favorablemente la invitación de la ONU y aceptó enviar tropas. La decisión gubernamental fue respaldada por el entonces Congreso nacional, pues de acuerdo con la Constitución Política del Estado es indispensable contar con autorización legislativa para este tipo de casos en los que personal y equipo militar salen del territorio boliviano. La decisión de aportar un contingente militar no estuvo exenta de voces críticas que se oponían a la participación del país por distintos argumentos. El tiempo ha demostrado que la presencia boliviana no solo fue positiva, sino además valorada en alto grado por la comunidad internacional y por el Gobierno haitiano.

Los militares bolivianos demostraron un alto grado de profesionalismo. Fueron asignados a Cité Soleil, un área de Puerto Príncipe que había sido escenario de extrema violencia. Luego de la caída del presidente Aristide (2004) el país se sumió en una vorágine de crisis política y social al punto que el Consejo de Seguridad preparó el plan de paz con la presencia de tropas de diversos países, la mayoría de Latinoamérica. Así nación la Minustah.

Cuando llegué a Puerto Príncipe en 2007 en visita oficial presencié el trabajo de los cascos azules. El contingente boliviano, aledaño al gran contingente brasileño, brindaba seguridad a una población que hasta antes de la llegada de la misión de paz vivía en un contexto de total inseguridad, ante la ausencia de fuerza pública y de autoridad estatal legítima. Me llamó profundamente la atención los gestos de cariño que niños y adolescentes tenían para con los militares de Bolivia, quienes distribuían alimentos y agua en botellas a una población mal alimentada y con carencia de agua potable.  Los niños y niñas habían aprendido a cantar Viva mi patria Bolivia gracias a la iniciativa de nuestros militares.

Constaté que la presencia boliviana no se circunscribía al control y seguridad militares, sino también a tareas de distribución de alimentos donados por la comunidad internacional, a reparación de infraestructura y a la interacción con una comunidad que requería gestos de solidaridad en medio de una profunda depresión económica. Mi segunda misión oficial se produjo a fines de 2009. El Gobierno haitiano presidido por René Preval agradeció la presencia de autoridades bolivianas y reconoció el enorme esfuerzo que realizaban los miembros del contingente militar.

El valor, la entereza y solidaridad de los bolivianos se puso a prueba el 12 de enero de 2010, cuando un terremoto de magnitud asoló el país y en especial la capital Puerto Príncipe. El rol de los bolivianos fue muy destacado en innumerables testimonios de familias haitianas que agradecieron a nuestros soldados su valor, coraje y entrega en esos momentos, salvando vidas, recogiendo escombros y otorgando seguridad ante el desbande social y emergencia humanitaria que produjo el sismo.

El 27 de mayo, según despacho de prensa, los 205 cascos azules bolivianos marcharon por última vez en la base Tiwanaku de Puerto Príncipe. Al leer la noticia me llené de emoción, recordando mis dos visitas a dicha base cuando compartí de cerca con la tropa boliviana. En estos nueve años y 15 misiones, más de 3.000 militares bolivianos trabajaron poniendo en alto el nombre de Bolivia. Sin duda en la historia del Ejército de Bolivia la misión en Haití será inscrita con letras doradas.