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Simbiosis suelo-bosque

Así como todo ser necesita de manera imprescindible del alimento para crecer y desarrollarse saludablemente, también los suelos, para producir alimentos de manera efectiva y los demás productos que consumimos a diario, necesitan de los bosques; su relación simbiótica permite la generación de nutrientes, regula la cantidad de agua que será almacenada en ellos y condiciona un clima favorable para su desarrollo, pues sin áreas forestales la radiación directa a los suelos los vuelve más vulnerables a las sequías.

Aunque en Bolivia contamos con más de 46 millones de hectáreas de bosques, una superficie importante aún, su conservación para garantizar la producción de alimentos es indispensable. De acuerdo con el Sistema Único Nacional de Información de la Tierra, solo el 4% del país tiene potencial agrícola; pero lo más dramático es que el 41% del territorio nacional está afectado por procesos erosivos y de desertificación (Mapa Preliminar de Erosión de Suelos, 1996); fenómeno presente sobre todo en los valles y en el altiplano. En las tierras bajas y en los Yungas los suelos presentan limitaciones en cuanto a fertilidad, pues su capacidad y aptitud son forestales; en este tipo de suelos  cuando el bosque es eliminado la tierra no cuenta con la capacidad para retener por sí sola materia orgánica, por lo cual son propensos a la erosión hídrica y en poco tiempo tienden a degradarse.

Pese a las limitaciones naturales de nuestros suelos, la habilitación de áreas agrícolas y pecuarias conlleva impactos relacionados con las quemas e incendios forestales. Se estima que en el periodo 2000-2013 el fuego afectó a más de 15.000 hectáreas (FAN, 2014), entre pastizales (70%) y bosques (30%). No sobra recordar que los incendios forestales impactan de manera directa en la productividad, eliminando la microfauna que mantiene la actividad biológica de los suelos, por lo que los elementos necesarios para el desarrollo de la vegetación disminuyen.

Las inadecuadas prácticas que conllevan a una degradación acelerada de suelos están atrayendo la atención y la preocupación mundial. Por este motivo, la FAO decidió declarar a 2015 Año Internacional de los Suelos, para generar conciencia en su manejo y conservación, con el propósito último de reducir las prácticas de monocultivos e incrementar los sistemas agroforestales (SAF), que son alternativas ideales para conservar los suelos, producir cultivos y mantener el dosel arbóreo. Hoy más que nunca necesitamos de la simbiosis ejercida entre el suelo y el bosque para lograr el objetivo de seguridad alimentaria, combatir el cambio climático, mejorar la resiliencia ante las inundaciones y sequías, y asegurar el desarrollo sustentable del país.