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Compensación por el mar

En una reciente encuesta realizada por Captura Consulting para la revista Poder y Placer en las cuatro principales ciudades del país, es decir, La Paz, El Alto, Cochabamba y Santa Cruz, referente a la posible compensación territorial que se debería otorgar a Chile por el territorio marítimo que nos cedería, se obtuvo resultados sorprendentes. Primeramente, se debe resaltar que en La Paz y El Alto la mayoría de los encuestados ya no se opone a dicha compensación. Mientras que en Santa Cruz y Cochabamba los opositores a ella superaron el 50%. De todos modos, en esos departamentos hubo una notable modificación de opinión sobre el particular, con respecto a encuestas anteriores, ya que ahora casi un 40%  aprueba el canje de territorios.

Sabemos que años atrás, la cuestión de una compensación territorial era un tema tabú en Bolivia. Al extremo que la negativa a dicha compensación determinó el fracaso de las tres principales negociaciones que se llevaron a cabo con Chile en la segunda mitad del siglo veinte, en 1950, en 1975, en 1987. En ellas se llegó a un acuerdo sobre la solución de nuestro enclaustramiento, con base en la cesión chilena de una franja al norte de Arica. Pero en lo que no hubo acuerdo fue precisamente en la compensación que se debería otorgar a cambio de la franja.

Los bolivianos debemos entender que si no se compensa a Chile, vanos serán los esfuerzos para convencer a ese país para que acepte tratar la cuestión marítima, y no habrá organismo internacional que lo fuerce a hacerlo. Es menester recordar que reiteradamente el actual Gobierno chileno ha manifestado que nadie puede obligar a Chile a ceder parte de su territorio.

Ahora bien, es evidente que a nuestro pueblo le repugnaba la idea de la compensación territorial. Pero si se rechaza esta contingencia, ¿con qué se podría compensar a Chile? En la negociación iniciada en Charaña, en 1975, el Gobierno chileno argumentó que la solución marítima debía conllevar la supresión definitiva de toda queja posterior. Por tal motivo no iba a admitir compensaciones económicas, porque no deseaba que en el futuro se le acusara de ser explotador de un país pobre.

Hay que tomar en cuenta asimismo la convicción chilena de no permitir la reducción de su territorio. Así lo declaró la administración chilena en Charaña; y así lo reiteró el subsecretario de Relaciones Exteriores, Cristián Barros, en la reunión de Consultas Políticas efectuada en Iquique en noviembre de 2005, última ocasión en que se trató seriamente el problema marítimo nacional.

Cabe recordar que existe un antecedente sobre el particular: el Protocolo de Canje de Territorios de 1 de mayo de 1907, mediante el cual se cambiaron zonas para mejorar la ruta del ferrocarril de Antofagasta a Bolivia. Y si nuestro país aceptó un trueque de territorios con objeto de regularizar el tránsito de un ferrocarril, ¿por qué no lo haría por algo verdaderamente fundamental como es el libre acceso al mar? En consecuencia, la idea sustentada por algunos políticos e internacionalistas de que en el pasado nuestro país perdió mucho territorio y no se debe por ello ceder ningún otro es simplemente absurda. Con un canje no se gana ni se pierde ningún terreno. Solo que con el trueque de territorios, Bolivia habría alcanzado, después de más de un siglo de encierro, ser ribereña del Pacífico, y de este modo se libraría de la penosa dependencia que actualmente vive respecto a su comercio exterior.

En este momento es importante ir definiendo este asunto, ya que el expresidente Ricardo Lagos recordó que durante su gobierno había manifestado a varios mandatarios nacionales su disposición de ceder un corredor al norte de Arica con plena soberanía. Por la gran influencia que tiene Lagos en el gobierno de la señora Bachelet, sus declaraciones podrían dar lugar, en un tiempo cercano, al inicio de conversaciones bilaterales confidenciales, al margen de La Haya, en base precisamente a dicho corredor y al canje de territorios.