Fantasmas de la Gran Guerra
La conmemoración de la Gran Guerra trae aparejada la triste realidad del mundo hoy en día
Los actos de conmemoración del centenario de la Gran Guerra de 1914 suman y siguen. En ese marco, esta vez correspondió a la Academia de Ciencias de Ultramar de Francia (de la cual soy miembro) en coordinación con su homóloga la Real Academia belga (Arsom) organizar, del 4 al 6 de junio, una solemne sesión conjunta, junto a visitas programadas de los campos donde tuvieron lugar notables batallas libradas entre las fuerzas aliadas contra la invasión alemana.
Éste fue el caso de las poblaciones de Ypres en territorio belga y Arras en el lado francés, que fueron tenebrosos escenarios bélicos, y que hasta nuestros días preservan inmensas necrópolis donde reposan los restos, o simplemente los nombres, de los guerreros inmolados en defensa de aquellas fronteras europeas que hoy ya no existen. Ese ambiente, pleno de simbólicas remembranzas, sirvió a los académicos para reflexionar sobre las causas y efectos de la conflagración mundial que arrastró inclementemente a tantos países y truncó la vida de más de 20 millones de jóvenes combatientes.
En la ruta de Neuville-Saint Blast recorrimos el mayor osario alemán en Francia, denominado La Maison Blanche, luego el camposanto La Targette, de Francia e Inglaterra. Hacia el norte, en Vimy, Canadá construyó un sólido memento donde enterraron a sus connacionales caídos. Sin embargo, los sitios que conmueven intensamente están sin duda en Notre Dame de Lorette , donde se ha elevado un templo de atractiva arquitectura moderna, cerca de las columnas donde están inscriptos los nombres de 579.606 soldados abatidos en la región. También se ve en la proximidad el espacio musulmán, con 576 recordatorios.
No lejos, en Neuve Chapelle-Richebourg, el Gobierno portugués implantó su propio panteón para albergar a las bajas sufridas en el conflicto; y, vecino a ese lote, están identificados los soldados y trabajadores hindúes cremados conforme a su religión, en una cripta circular propia de la costumbre de la India. Otros sacramentales fueron erigidos para neozelandeses e irlandeses acribillados en las batallas aledañas.
Los cementerios, museos y monumentos visitados; así como las innumerables librerías y anticuarios donde se venden objetos como uniformes, botas o cantimploras originales usadas por las tropas; junto a las conferencias de eruditos en la Primera Guerra Mundial me llevaron a pensar la triste mutación de factores geopolíticos defendidos en ese conflicto; y expresé a mis colegas, un tanto a sotto voce, mis meditaciones.
En una época en que los europeos se mataban entre sí por unas líneas fronterizas movedizas, fue notoria la contribución de hombres africanos o asiáticos para fortalecer sus efectivos militares. Muchos de ellos eliminados heroicamente en las tenebrosas trincheras o como “carne de cañón”. Era el periodo en que las colonias y sus habitantes tenían gran utilidad en la dotación de materias primas para fortificar sus industrias y comercios durante la paz, y servían, además, para combatir a sus adversarios en tiempo de guerra.
Sin embargo, en este siglo XXI, cuando el modelo colonial ha desaparecido y las fronteras intereuropeas también, una Europa próspera y unificada ya no requiere el concurso ni de africanos o asiáticos menesterosos. En cambio, éstos, desesperados por el desempleo, la violencia y la hambruna, tratan de ganar el paraíso europeo, exponiendo su vida para cruzar el Mediterráneo que separa a unos de otros. Pero ya no sirven ni siquiera como “carne de cañón”. Por ello, la conmemoración de la Gran Guerra trae aparejada la triste realidad del mundo. Hoy en día unos decretan las guerras lejos de sus países, y son otros quienes ponen los muertos.