La lucha por atribuir la culpa de la crisis financiera que atraviesa Grecia ha comenzado. En la opinión pública alemana se construye la imagen de un gobierno heleno incompetente y falto de estrategia. Por lo tanto, se le cuelga el sambenito exclusivamente a Atenas. Sin embargo, incluso economistas de renombre argumentan que la política de la troika —la Comisión Europea (CE), el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI)— para hacer frente a la crisis griega no tiene ninguna base económica racional.

El Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz constató en varios periódicos internacionales que la política de la troika, desde un principio, no tenía un fundamento económico sólido. Paul Krugman, también galardonado con el Nobel de Economía, habla de una “necedad monstruosa de la UE que tiene la culpa de la política de austeridad destructiva“. La condonación de la deuda sería lo indicado económicamente, y según el prominente economista Barry Eichengreen, se podría haber conseguido a unos costes bajos. Ya el pasado 22 de junio el filósofo alemán Jürgen Habermas recordaba que el auge económico de Alemania después de la Segunda Guerra Mundial solo fue posible gracias al Acuerdo de Londres de 1953, en el que al país germano se le condonaba el 50% de las deudas. Pero la troika insiste en que Grecia debe pagar todos sus créditos.

¿Cuál es entonces el motivo de la política de la troika, si no es la racionalidad económica? Antes que nada se trata de esconder un hecho: la socialización de deudas privadas. Nunca ha existido un verdadero rescate para Grecia. Los créditos billonarios para Grecia fueron de hecho rescates para los grandes bancos de Europa occidental. Los créditos de éstos se pagaron, y los estados europeos asumieron deudas y responsabilidades.

Sin embargo, la razón de la postura rigurosa de la troika tiene raíces más profundas. Se trata de una señal política. Cualquier alternativa política a la política neoliberal de austeridad debe ser destruida. Cualquier movimiento o partido que quiera oponerse aun solo en matices a los dogmas neoliberales es combatido con toda dureza. Éste es el mensaje. Sobre todo para la población española, que está apoyando, cada vez con más fuerza, a Podemos, un partido antiausteridad.

En contra de lo que hace suponer el debate público actual, la mayoría de las propuestas constructivas vinieron del Gobierno griego. El Ejecutivo heleno estaba dispuesto a concesiones de gran envergadura y lo sigue estando incluso en los últimos días, después de que las negociaciones se declarasen fracasadas. La propuesta del 23 de junio ya no contenía la principal demanda del Gobierno griego, es decir, el fin de la política de austeridad. Ya solamente se trataba de mitigar las consecuencias más graves de esta política.

Así, por ejemplo, el gobierno de Alexis Tsipras accedió a un aumento parcial del impuesto sobre el valor agregado (IVA). En cambio los acreedores de Grecia se han comportado de una manera confusa y se han mostrado divididos a la hora de plantear respuestas, lo que imposibilitó llegar a un acuerdo. El Eurogrupo, el FMI, la CE y el BCE no hablaron con una sola voz en las negociaciones, lo que una y otra vez llevó a giros inesperados en el proceso de negociación.

¿De qué estamos hablando en realidad? De una constelación de toda Europa que lleva a una heterogeneidad y una falta de solidaridad enormes.  El superávit de cuenta corriente de Alemania, lo que presiona a los otros países, era del 7% en 2014. Hace tiempo que se deberían de imponer sanciones contra Alemania. La Comisión Europea constató un desequilibrio en las cuentas corrientes del país germano y de otras naciones con superávit, pero los calificó de “no excesivos“. Los problemas estructurales de la eurozona no se abordan.

La Unión Europea se enfrenta a enormes tendencias desintegradoras. El ambiente antieuropeo en Gran Bretaña es solo un ejemplo. Al mismo tiempo presenciamos una crisis dramática de refugiados y la incapacidad del Eurogrupo de abordarla. Es evidente que los burócratas europeos no son conscientes del alcance de sus actos.

Grandes partes de la población de los Estados miembros de la UE que más duramente se vieron afectados por la austeridad están en contra de continuar con esta política. Esto se constata entre otros por el hecho de que los partidos socialdemócratas que ejecutaron la política de austeridad han perdido la confianza de la población. No solamente en Grecia ha caído en picada el apoyo hacia el Movimiento Socialista Panhelénico (PASOK), también en España el sistema bipartidario se está disolviendo. Con la llegada de Podemos y a través de iniciativas electorales locales muchos de los electores decepcionados demandan una verdadera democracia. Tampoco la socialdemocracia austriaca ni la alemana formulan alternativas, y están siendo castigadas por ello. Tampoco deberíamos olvidar que François Hollande ganó las elecciones en Francia con un programa contrario al pacto fiscal y la política de austeridad. La reorientación hacia la política que aplica Alemania ha debilitado al partido de Hollande y ha fomentado el auge enorme del Frente Nacional, de extrema derecha.

En este sentido, es importante que Syriza no asuma las políticas neoliberales. La organización política encabezada por Tsipras fue elegida para enfrentarse a la política de austeridad, y está cumpliendo con su palabra. Es posible que el Primer Ministro griego se haya desbancado políticamente. Sin embargo, es legítimo que en un acto democrático consulte la decisión a la propia población. Syriza rebasó el umbral del dolor y se vio enfrentada a fuertes conflictos internos, pero marcó una línea roja. Si Syriza cae, muchas personas volverán a la pasividad política y/o se tornarán hacia la derecha política. Esto no debemos subestimarlo en cuanto a la perspectiva de crear alternativas, aunque los debates sean muy acalorados.

La política de austeridad que actualmente se presenta sin alternativas engendrará fuerzas euroescépticas y destructivas, que no solo se dirigirán contra las partes más débiles de la sociedad, sino que también podrían eliminar Europa como proyecto supranacional.