‘Misericordia’ en Bergoglio
La misericordia, una pieza clave en el pensamiento del Papa, puede ayudar a solucionar muchos conflictos
El liderazgo de Francisco no es solamente religioso (para católicos), sino también espiritual y moral. Es reconocido como hombre que lucha y moviliza a millones de personas en favor de la justicia y la inclusión. Por eso vale la pena saber qué lugar ocupa la noción misericordia en su pensamiento. Lo primero que salta a la vista es que Jorge Bergoglio manifiesta algunas de las formas del amor (entre seres humanos y de Dios al hombre). Nuestra guía será su reciente carta Misericordiae vultus (Mv).
Aunque su punto de partida es la fe, esto no implica que sus reflexiones sean válidas solamente para personas religiosas. También los no creyentes pueden acoger sus ideas adaptándolas a sus propias formas de ver el hombre y el mundo. En el citado documento el Papa presenta la misericordia en tres dimensiones: 1) la que se verifica en la relación de Dios con el hombre; 2) la que los seres humanos están llamados a practicar; y 3) la relación entre justicia y misericordia; ésta resulta de dos tipos, dependiendo si se considera la justicia de Dios (siempre abierta al perdón) o la de los hombres.
Las dos primeras y parte de la tercera las tenemos expresadas así: “Misericordia es el acto último y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro. Misericordia es la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano (…) Misericordia es la vía que une Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados para siempre no obstante el límite de nuestro pecado” (Mv 2).
En torno a la primera dimensión, se dirige a quienes se sienten alejados y con nostalgia de Dios: “Jesús revela la naturaleza de Dios como la de un Padre que jamás se da por vencido hasta tanto no haya disuelto el pecado y superado el rechazo con la compasión y la misericordia” (Mv 9).
Para la segunda, recuerda a los miembros de la Iglesia la amplitud de su vocación a la misericordia: “La misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia” (10). “En nuestras parroquias (…), dondequiera que haya cristianos, cualquiera debería poder encontrar un oasis de misericordia” (12). Aunque se dirige sobre todo a los católicos, pienso que su mensaje puede ser acogido por todos. Se trata de abrir el corazón “a cuantos viven en las más contradictorias periferias existenciales, que con frecuencia el mundo moderno dramáticamente crea. ¡Cuántas situaciones de precariedad y sufrimiento existen en el mundo hoy! Cuántas heridas sellan la carne de muchos que no tienen voz” (15).
En cuanto a la relación con la justicia humana, el Papa reconoce que las reglas de la convivencia pueden exigir el cumplimiento de penas. La misericordia no supone pasarlas por alto, porque significaría admitir lesiones para ambas exigencias (en último término, a personas). Bajo esta perspectiva es que formula un vibrante llamado a quienes pertenecen a grupos criminales y también a los promotores y cómplices de la corrupción: “esa llaga putrefacta de la sociedad” (19). Un llamado a acogerse a la misericordia de Dios y de la Iglesia, sin dejar de someterse a la justicia legal. “Éste es el tiempo para dejarse tocar el corazón. Ante el mal cometido (…) es el momento de escuchar el llanto de todas las personas inocentes depredadas de los bienes, la dignidad, los afectos, la vida misma” (19).
Por último, recuerda que la misericordia es un valor compartido también por el judaísmo y el islam, y considera que aquí hay otro punto en común para el diálogo interreligioso que “elimine toda forma de cerrazón y desprecio, y aleje cualquier forma de violencia y de discriminación” (23). Es, la misericordia, una pieza clave, a mi entender, en su pensamiento. Y puede serlo para la solución de muchos conflictos. Porque es una forma de amar.