Otros caminos al futuro
Es importante comenzar a imaginar la ciudad con otros ojos, sin que ello dañe los valores culturales
Es evidente que el siglo XXI ha consolidado la era urbana no solo porque el 90% de la población se asienta en ciudades, sino porque es un tiempo que está cobrando tal fuerza que está llevando a otras urbes a plantearse nuevos y grandes cambios referidos a su crecimiento territorial. Cabe aclarar, sin embargo, que ese anhelo de transformaciones urbanas forma parte del proceso habitual en el devenir de las ciudades.
De cualquier manera, aquello representa el acceso a un mundo revolucionado de situaciones, el cual no solo está rompiendo la vida pública de la ciudad tradicional, sino el pensar del ciudadano, que ha comenzado a concebir su existencia con un individualismo extremo. Empero, toda urbe, en el periodo que se encuentre y a pesar de su modo de vivir, emerge siempre en los habitantes arraigos profundos espacio-temporales y socioculturales. Por todo ello, es importante comenzar a imaginar la ciudad con otros ojos, los del futuro, sin que ello dañe los valores culturales.
La Paz hoy presenta realidades urbanas extremas que denotan que está quedando pequeña por la densidad de construcciones que aumenta día que pasa. En las laderas, el crecimiento del tejido urbano indiferenciado es algo notorio y preocupante, porque su expansión es cada vez más huérfana de sentido. Allí la forma urbana virtualmente ha desaparecido y el espacio público ha cambiado de uso o quizá nunca existió. Una situación que obliga a la población a trasladarse a otros barrios cuando le hace falta lugares de esparcimiento.
Otro ejemplo se presenta cuando se transita a solo tres cuadras de la plaza Murillo, entonces se puede comprobar cómo ciertas edificaciones históricas hoy son laberintos donde la maraña de techos con los que cuentan no solo ha deformado toda la estética de la arquitectura de ayer, sino que delata el hacinamiento de familias, cuya calidad de vida queda aparentemente solo en los papeles de quienes están seguros de que una ciudad se la construye para el habitante. Así podríamos seguir dando ejemplos del uso desmedido del territorio urbano, sobre todo de aquellas construcciones que han invadido en La Paz hasta los vacíos naturales. Casos que si bien delatan a una ciudad en sus conflictos, también se presentan como oportunidades para las soluciones.
Y es justamente eso lo que perfila los caminos de transformación urbana hacia el futuro. El primero, relacionado con la necesidad vital de recuperar territorios a partir de una especie de reforma urbana en sectores como las laderas y otros, donde se implemente (a través de intervenciones) un sistema múltiple de lugares fuerza (centros urbanos) en los que las nuevas soluciones de vivienda se combinen con espacios públicos vitales; esto sin olvidar los servicios básicos.
Un segundo camino está referido a retomar escritos, en nuestro caso de hace dos años (2013) y otro de hace pocos días (La Chakana) que, debido a la interdependencia entre las urbes de La Paz y El Alto, parecen exigir “la reunificación de ambas ciudades” para la reconstrucción de su unidad bajo formas legales como “la metropolitización”. Esto, apoyado con el acoplamiento de los municipios vecinos de las dos urbes.
Parece oportuno el momento —por la buena relación de las dos Alcaldías (La Paz y El Alto) conjuntamente con la Gobernación— para considerar la decisión valiente de llevar a ambas ciudades al futuro a partir del espacio metropolitano, el ámbito de la modernidad por antonomasia.