Ojo al charque
Una adecuada gestión debe considerar el empleo del fuego en la agricultura para evitar los incendios
En los últimos años nuestro país ha evidenciado que el cambio climático es una realidad que afecta a los medios de vida de la población en general, con consecuencias sociales, económicas y ambientales; pues debemos resistir cada vez con mayor frecuencia los embates de condiciones climáticas extremas, que se convierten en escenarios de desastres naturales, principalmente inundaciones, sequías e incendios forestales.
La proximidad de la época seca en el país es el argumento para rememorar que es en esta temporada cuando ocurren los incendios forestales, fenómenos que en los últimos 15 años han afectado aproximadamente a 33 millones de hectáreas de vegetación boscosa.
Análisis históricos en el monitoreo de incendios forestales en el país han demostrado que si bien estos fenómenos ocurren todos los años, cada tres a cinco años son de grandes dimensiones. El último evento ocurrió en 2010, cuando se quemaron cerca de seis millones de hectáreas de áreas boscosas.
Es indudable que las condiciones climáticas de los últimos cuatro años han favorecido las tareas de gestión de distintas instancias públicas y privadas, propiciando de cierta manera una reducción en los reportes de ocurrencia de incendios forestales en el país.
No obstante, si bien se vienen encarando iniciativas orientadas a buscar una efectiva gestión para mitigar el impacto de estos fenómenos, urge una oportuna gestión para anticiparnos a una temporada similar a la de 2010, en la que además de las previsiones de temperaturas extremas para algunas regiones del país y las presiones para habilitar nuevas áreas destinadas a actividades agropecuarias y ganaderas, pareciera que se conjugaran todos los componentes para desatar incendios forestales con las características de hace cinco años.
La gestión para mitigar el impacto de estos desastres debería integrar acciones orientadas a prevenir los incendios forestales, articulando la incómoda realidad de que el uso del fuego es actualmente el mejor aliado para la habilitación de tierras destinadas a actividades agropecuarias y de pastoreo. La integración de estos componentes es una realidad, de allí que una adecuada y oportuna gestión de riesgos debe tomar en cuenta el empleo del fuego en la ampliación de la frontera agrícola, con el fin de prevenir efectivamente los incendios forestales.