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Thursday 16 Jan 2025 | Actualizado a 03:50 AM

Autoctonismo y colonialismo

La preocupación por la no existencia de un australopitecus andino revela otra cara más del colonialismo

/ 2 de agosto de 2015 / 05:36

La publicación de la colección Bolivia, su historia ha generado algunas críticas, como la del compositor Cergio Prudencio publicada el domingo anterior en el periódico La Razón en su columna de opinión, cuestionamiento que deseamos responder no solamente por la trayectoria de su autor, sino porque es precisamente el espíritu de sus ideas lo que queremos poner en la mesa de discusión. Es decir, esa postura que habla en contra del pensamiento colonialista sin darse cuenta de que es más bien su propia lógica la que cae en un pensamiento colonial y paternalista.

Dice Prudencio en el artículo titulado La historia como trampa que lo planteado por la Coordinadora de Historia acerca del origen del hombre en América es colonialista, porque asume que esta población no se originó en América, sino que fue el resultado de oleadas migratorias desde Asia y Oceanía. Sostiene también que este planteamiento puede ser rebatido por la historia oral de los pueblos indígenas, que destaca su origen autóctono. Finalmente indica que la historia realizada a partir de documentos es colonialista. Frente a estas aseveraciones, es necesario aclarar algunos puntos.

Como es sabido, todos los pueblos del mundo tienen mitos de origen y la mayoría de ellos son etnocentristas, es decir, consideran que ellos fueron creados por algún dios o algún héroe civilizador. No es diferente el caso de Adán y Eva, mito de origen para la cultura hebrea y luego para la cristiana occidental. Estos mitos de origen son importantes para entender la visión de los pueblos sobre sí mismos, pero lo que ellos relatan no debe asumirse de forma literal.

La teoría sobre el origen autóctono del hombre americano no es nueva. Ya en el siglo XIX Emeterio Villamil de Rada sostuvo que el paraíso terrenal se hallaba en Sorata, su lugar de nacimiento; mientras que el argentino Florentino Ameghino indicó que el origen del hombre americano se hallaba en la Patagonia. Ambas teorías fueron desechadas posteriormente debido al avance de las investigaciones arqueológicas y de nuevas evidencias que contradicen estas teorías, basadas más en la coyuntura del momento.

La evidencia científica muestra que mientras la datación de restos homínidos en África da una cifra de más de 3 millones de años, los restos más antiguos datados en América indican una antigüedad máxima de 23.000 años. Si se tuviera una postura colonialista, ¿no cree el autor de la crítica que nuestro libro afirmaría que los restos más antiguos habrían sido encontrados en Europa y no en África?

Analizando con mayor profundidad el meollo del pensamiento “colonialista” que se critica, ¿cree Prudencio que el valor de una cultura se basa en la aceptación a pie juntillas de la veracidad de lo que dicen sus mitos de origen? Si es así, estaría reduciendo la riqueza de esta construcción cultural a una simple fuente de información, la oral, con una lógica de pensamiento realmente colonialista, porque trata de analizar desde una lógica occidental un pensamiento mucho más profundo de los mismos pueblos indígenas.

Finalmente, es importante salir de ese estilo competitivo occidental que intenta demostrar cuál continente “ganó” en cobijar el ser humano más antiguo. Consideramos que el hecho comprobado de que el ser humano llegó a América por migración y no fue autóctono de este continente no quita ningún valor a las culturas americanas. Como conclusión podemos decir que la preocupación del autor por la no existencia de un australopitecus andino no revela más que una lógica occidental y una cara más del colonialismo.

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Manuel Chachawayna en la memoria

El antropólogo Esteban Ticona Alejo presenta un nuevo libro, esta vez sobre el primer candidato aymara a diputado.

/ 19 de mayo de 2024 / 06:37

Dibujo Libre

La Vicepresidencia de Bolivia, mediante el CIS, publicó la investigación del antropólogo y sociólogo Esteban Ticona Alejo, titulado Manuel Chachawayna, el primer candidato aymara a diputado. El libro consta de 164 páginas, dividido en 4 capítulos, mas anexos, donde el autor expone los pormenores del primer candidato indígena de Chachawayna en 1927. El libro, está acompañada de fotografías de varios personajes de la política boliviana de la década de 1920 y los movimientos indígenas y campesinos de la época. Esteban Ticona, es un intelectual e investigador aymara. Es docente en la Universidad Mayor de San Andrés y es doctor en Estudios Culturales Latinoamericanos y tiene publicado varios libros. Esta obra tiene un prólogo de la historiadora María Luisa Soux, que reproducimos a continuación.

El prólogo que presento al libro de Esteban Ticona, Manuel Chachawayna, el primer candidato aymara a diputado, sigue en gran parte la forma como se ha escrito el mismo, se guía a través de preguntas, algunas de las cuales responde y otras no. Y es que no se trata únicamente de dar a conocer la historia del protagonista, sino de ubicarlo en un contexto dado, de tratar de entender las lógicas del poder que han caracterizado a la vivencia política boliviana. Como señala Ticona en una de sus conclusiones, la historiografía boliviana (añado yo la de la gran mayoría de los Estados nación) ha sido construida bajo la mirada de la política formal, mientras que la política desde el lado indígena (subalternos) no es considerada sino pre-política, es decir, acciones centradas en reacciones mediante “movilizaciones, rebeliones e incluso como grupos de choque”. De esa manera, desde esta visión tradicional, existiría una sola forma de mirar, estudiar y vivir la política: el Estado. Últimas investigaciones historiográficas han buscado ampliar el estudio del mundo del poder, generando diversas miradas que van más allá de la lucha por un cargo y el ingreso a la esfera estatal. Estudios que analizan relaciones de negociación, interacción, alianzas diversas, hasta la lucha por reivindicaciones sociales, pero también políticas, nos muestran una nueva mirada que cruza lo económico, lo social y lo cultural, sin dejar por ello de ser profundamente políticas.

En el presente estudio, Esteban Ticona presenta precisamente eso. A través de la actuación de Manuel Chachawayna, el candidato a diputado en 1927, pero también de otras figuras contemporáneas como Santos Marka T’ula o Eduardo Leandro Nina Quispe, desfilan en el libro las diversas maneras como los pueblos originarios y sus representantes se constituyen en actores políticos de nuestra historia. Ya no son sujetos vistos desde la esfera estatal, sino actores con sus propios proyectos, sus estrategias, sus sueños y contradicciones; todos ellos bajo un contexto hegemónico –que puede llamarse liberal, republicano o nacionalista– que, a pesar del discurso de progreso y civilización, no ha dejado de lado su faceta y visión señorial y colonial.

A lo largo del libro desfilan políticos del ámbito estatal, como Bautista Saavedra, Hernando Siles o Carlos Salinas Aramayo; curas de la Cruzada Pro Indio y pastores protestantes; intelectuales “indigenistas” o “progresistas” como Abel Retamozo y Adhemar Gehain; jóvenes universitarios como Enrique Baldivieso, y también líderes indígenas como los caciques apoderados. Se suceden proyectos políticos y discursos, leyes y reglamentos desde el ámbito estatal; pero al mismo tiempo, también se desarrollan proyectos propios indígenas de defensa de las tierras y la educación. En resumen, es un contexto complejo, pleno de contradicciones.

En este espacio, Manuel Chachawayna se presenta como un “hombre bisagra”. Con un proyecto de poder indígena se presenta como candidato apoyado por el poder estatal en la figura de Hernando Siles; su propuesta recibe el apoyo de algún vecino y de un periódico urbano como La Razón y, sin embargo, debe enfrentarse a otros dos candidatos, uno de ellos apoyado también por el mismo presidente Siles. En la figura de Manuel Chachawayna encontramos, desde mi punto de vista, esa dualidad que se ha vislumbrado en varios otros ámbitos de la vida andina. Un brazo en la política tradicional: diputado hoy, mañana presidente de las mayorías; el otro brazo en la autoridad de las comunidades o ayllus. A un lado una campaña tradicional, con la presentación de propuestas y el apoyo de vecinos mestizos; en el otro, la búsqueda de una otra forma de hacer política ligada a los principios propios de convivencia y reciprocidad. En una esfera, la búsqueda de la ciudadanía para los suyos; por la otra, el mantenimiento de su propia cultura política.

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A lo largo de la historia de lo que hoy es Bolivia, estos dos brazos se han presentado en numerosos momentos: la dualidad Manco Inca – Paullu, estudiada por Ximena Medinacelli para el siglo XVI, la justicia y/o la rebelión en Tomás Katari, analizada por Sergio Serulnikov para el siglo XVIII; las estrategias de lucha indígena durante la guerra de independencia, estudiadas por mi persona; los horizontes de memoria colonial y sindical propuestos por Silvia Rivera para la Bolivia poscolonial. En la presente obra, que se ubica en un contexto liberal con sus diferentes versiones, la triada de actores representada por Santos Marka T’ula, Eduardo Nina Quispe y también por Manuel Chachawayna nos permite apreciar que la lucha ancestral por la tierra, el territorio y la autonomía, la “mano” profunda, pasa también por estrategias propias del grupo hegemónico: los títulos coloniales de Santos Marka T’ula, la educación de Eduardo Nina Quispe, pero también la participación en la política tradicional, la candidatura a diputación de nuestro Manuel Chachawayna.

En ese sentido, el libro de Esteban Ticona, con todas las preguntas contestadas o no, se convierte en una propuesta para repensar las estrategias políticas de los pueblos indígenas dentro de reglas y normas que desconocen su existencia; si bien quedan aún muchos temas para abrir un debate más profundo acerca de las características de nuestra historia, el texto se constituye en una apertura hacia una “otra mirada” para entender nuestra vida política. Por todo ello, invito al lector a asumir la lectura de este libro con una mirada amplia y crítica, buscando responder a las preguntas que se hace el autor.

Gracias Esteban por el reto.

(*)María Luisa Soux es historiadora

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La soberanía popular y el ‘Plan de Gobierno’

La revolución política paceña

/ 16 de julio de 2015 / 08:16

Uno de los temas en debate que surge cada 16 de julio es el carácter revolucionario o no del mismo. No se puede dudar que este movimiento sí fue una revolución, pero el problema radica en establecer las causas por las que puede considerarse un movimiento revolucionario. Sobre este tema se tratará de dar algunas pautas. 

Menos de dos meses después del movimiento de Chuquisaca, se produjo uno nuevo en la ciudad de La Paz. Aprovechando la fiesta de la Virgen del Carmen, el 16 de julio de ese año, se produjo el levantamiento en defensa del rey preso y en contra de las autoridades locales. Luego de un cabildo abierto apresaron al Gobernador Intendente y al Obispo.

Uno de los primeros documentos emanados del cabildo al día siguiente de la sublevación reafirmaba la fidelidad a Fernando VII, la igualdad entre españoles y patricios y la subordinación a las leyes, además de resaltar la lealtad de los indios. De esta manera, se percibe que el cabildo, a pesar de su apoyo a la celebración del Cabildo Abierto, mantenía la fidelidad al soberano, haciendo hincapié más bien en la igualdad entre todos los habitantes.

Días después se creó la llamada Junta Tuitiva de los Derechos del Rey y del Pueblo. El uso de los términos “Tuitiva” y “Derechos del Rey y del pueblo”, posibilita también un análisis más profundo en relación al tipo de pensamiento político que se halla por detrás. En el primer caso, es clara la intención de establecer una tuición, dentro del concepto jurídico de tutela frente al que no puede gobernarse por sí mismo, es decir, que ante la prisión del Rey, es la Junta la que ejerce la tuición para gobernar; en el segundo caso, se establece esta tuición sobre los derechos del Rey, lo que implica reconocer la soberanía real, pero también la de los derechos del pueblo. Es en este punto donde se percibe más claramente la inserción de un pensamiento realmente revolucionario: el de la soberanía popular.

El Cabildo Gobernador elaboró otro documento central, conocido como Estatuto Constitucional o Plan de Gobierno, promulgado el 21 de julio, por el que se creaba precisamente la Junta Tuitiva. En este documento de diez puntos se muestran ya varios elementos de una nueva concepción política, centrada precisamente en la soberanía del pueblo.

Luego de establecer con claridad la intención de obtener una mayor autonomía frente a Buenos Aires, la Junta emite una orden para que se envíen misivas a todos los cabildos y autoridades de los virreinatos del Perú y del Río de la Plata, explicándoles “los objetos justos y leales que ha tenido este pueblo para realizar este nuevo Gobierno”. El punto cinco del Plan de Gobierno establece la organización de la Junta Tuitiva con los siguientes términos:

“Se formará una Junta que hará las veces de representante del pueblo, para que por su órgano se exponga a este ilustre cuerpo (el cabildo gobernador) sus solicitudes y derechos, y se organicen con prudencia y equidad sus intentos”. Y más adelante ordena que el pueblo se aquiete y subordine a las autoridades constituidas, precisamente a esta “Junta Representativa y Tuitiva de los derechos del pueblo”. En el punto nueve, el Plan dice:

“Pide este pueblo que se reúna al congreso representativo de los derechos del pueblo, un indio noble de cada partido de las seis subdelegaciones que forman esta provincia de La Paz cuyo nombramiento se hará por el subdelegado, el cura y el cacique de las cabeceras de cada partido…”.  Finalmente, ya con la utilización de términos políticos modernos, establece en el punto diez lo siguiente:

No intenta más este pueblo que establecer sobre bases sólidas y fundamentales, la seguridad, propiedad y libertad de las personas. Estos tres derechos que el hombre deposita en manos de la autoridad pública, deben ser representados por todo el decoro y dignidad que se debe; de la invulnerabilidad de éstos, se sigue inmediatamente la tranquilidad y buen orden de la sociedad, y mientras no se tomen las precauciones para sostenerlos, nacen las crisis políticas que desorganizan y trastornan las instituciones sociales.

En el discurso, en el cual queda claro el tema de la soberanía popular aparece un elemento más del nuevo régimen: los derechos individuales. Para el autor del Plan de Gobierno, que fue casi con seguridad José Antonio Medina, los principios fundamentales de seguridad, propiedad y libertad son postulados individuales que el hombre deposita en manos de la autoridad pública. En este punto nos encontramos mucho más cerca de las ideas de la modernidad.

En las proclamas y panfletos, pero también en los documentos oficiales, podemos ver que ya a fines de 1809 el discurso liberal y moderno ha prendido en la Audiencia de Charcas. Principios como la soberanía del pueblo y los derechos individuales, así como el concepto de nación, aparecen en los documentos de forma cada vez más frecuente.

Esta comprobación nos lleva a sostener que la Junta de La Paz no fue revolucionaria tanto por querer modificar la esencia de la relación con la metrópoli y menos aun en el sentido de querer la independencia, ya que ambas se dieron bajo el discurso de fidelidad a Fernando VII, pero sí fue revolucionaria en la perspectiva de generar un nuevo lenguaje político, basado fundamentalmente en el concepto de la soberanía popular. De esta manera el movimiento sí fue revolucionario al generar un paso hacia la modernidad política.

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