Autoctonismo y colonialismo
La preocupación por la no existencia de un australopitecus andino revela otra cara más del colonialismo
La publicación de la colección Bolivia, su historia ha generado algunas críticas, como la del compositor Cergio Prudencio publicada el domingo anterior en el periódico La Razón en su columna de opinión, cuestionamiento que deseamos responder no solamente por la trayectoria de su autor, sino porque es precisamente el espíritu de sus ideas lo que queremos poner en la mesa de discusión. Es decir, esa postura que habla en contra del pensamiento colonialista sin darse cuenta de que es más bien su propia lógica la que cae en un pensamiento colonial y paternalista.
Dice Prudencio en el artículo titulado La historia como trampa que lo planteado por la Coordinadora de Historia acerca del origen del hombre en América es colonialista, porque asume que esta población no se originó en América, sino que fue el resultado de oleadas migratorias desde Asia y Oceanía. Sostiene también que este planteamiento puede ser rebatido por la historia oral de los pueblos indígenas, que destaca su origen autóctono. Finalmente indica que la historia realizada a partir de documentos es colonialista. Frente a estas aseveraciones, es necesario aclarar algunos puntos.
Como es sabido, todos los pueblos del mundo tienen mitos de origen y la mayoría de ellos son etnocentristas, es decir, consideran que ellos fueron creados por algún dios o algún héroe civilizador. No es diferente el caso de Adán y Eva, mito de origen para la cultura hebrea y luego para la cristiana occidental. Estos mitos de origen son importantes para entender la visión de los pueblos sobre sí mismos, pero lo que ellos relatan no debe asumirse de forma literal.
La teoría sobre el origen autóctono del hombre americano no es nueva. Ya en el siglo XIX Emeterio Villamil de Rada sostuvo que el paraíso terrenal se hallaba en Sorata, su lugar de nacimiento; mientras que el argentino Florentino Ameghino indicó que el origen del hombre americano se hallaba en la Patagonia. Ambas teorías fueron desechadas posteriormente debido al avance de las investigaciones arqueológicas y de nuevas evidencias que contradicen estas teorías, basadas más en la coyuntura del momento.
La evidencia científica muestra que mientras la datación de restos homínidos en África da una cifra de más de 3 millones de años, los restos más antiguos datados en América indican una antigüedad máxima de 23.000 años. Si se tuviera una postura colonialista, ¿no cree el autor de la crítica que nuestro libro afirmaría que los restos más antiguos habrían sido encontrados en Europa y no en África?
Analizando con mayor profundidad el meollo del pensamiento “colonialista” que se critica, ¿cree Prudencio que el valor de una cultura se basa en la aceptación a pie juntillas de la veracidad de lo que dicen sus mitos de origen? Si es así, estaría reduciendo la riqueza de esta construcción cultural a una simple fuente de información, la oral, con una lógica de pensamiento realmente colonialista, porque trata de analizar desde una lógica occidental un pensamiento mucho más profundo de los mismos pueblos indígenas.
Finalmente, es importante salir de ese estilo competitivo occidental que intenta demostrar cuál continente “ganó” en cobijar el ser humano más antiguo. Consideramos que el hecho comprobado de que el ser humano llegó a América por migración y no fue autóctono de este continente no quita ningún valor a las culturas americanas. Como conclusión podemos decir que la preocupación del autor por la no existencia de un australopitecus andino no revela más que una lógica occidental y una cara más del colonialismo.