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¿Solo reflexiones?

No cabe duda de que hoy lo urbano se ha convertido en la cualidad de “armonizar” lo opuesto, lo irreconciliable, lo fuerte, lo frágil, lo marcado por distintos conflictos, como es el caso del teleférico en La Paz. Un panorama que en los últimos días no solo está poniendo en riesgo su futuro buen funcionamiento, sino su utilidad como transporte masivo en una ciudad tan complicada topográficamente como es la sede de gobierno.

La mayoría de las ciudades partieron atendiendo a la geografía de su territorio para definir los distintos medios de transporte que requerían, apoyadas por un estudio económico serio. De esa manera, urbes de casi 700.000 habitantes y de carácter topográfico particular adoptaron la instalación de un transporte público múltiple. Un ejemplo de ello es Atenas, ciudad turística que solo en el área central metropolitana cuenta con una flota de grandes buses, trolebuses (ómnibus eléctrico dirigido por dos cables), un metro y red de tranvías, sin olvidar a los taxis. Este transporte público funciona paralelamente debajo de la tierra (metro) y al nivel de las vías.

Así, la diversidad de transporte público en toda urbe requiere una red de transporte masivo bien planificada, tanto en los enlaces e interconexiones de los distintos tramos, como en sus relaciones con otras redes. Todo ello en beneficio de la población y visitantes, que tienen el derecho de elegir el medio de transporte más apropiado para cada uno, sea el más directo o el más veloz. Servicio que en ningún caso debe pertenecer a un único medio de transporte masivo, porque es una falacia pensar que podrá atender apropiadamente la demanda de miles de usuarios (infortunio conocido en esta urbe).

En La Paz se ha decidido que el teleférico forme parte del transporte público, el cual ha demostrado que cumple con su función real de transporte masivo. Sin embargo, ciertos tramos de algunas redes requieren tocar obligadamente lugares del centro urbano como puntos de enlace hacia la zona Sur, las laderas y otros. Sobrentendido está que nos referimos a áreas que no agredan nuestra memoria arquitectónica ni urbana.

Empero, tampoco se debiera dejar de considerar a sectores secundarios que colaboren en el funcionamiento de las estaciones, a fin de que ello beneficie a la revitalización de esos barrios y la nueva imagen urbana transforme su entorno construido. Y lo fundamental: que esos lugares no desérticos capten un gran número de usuarios, base para el éxito de un transporte masivo. Cabe aclarar, sin embargo, que toda intervención trae consigo impactos, los cuales necesariamente pueden y deben ser mitigados.

El pensar en ubicar al teleférico solo o entre las laderas parece ser un error funcional y económico, ya que la población trabaja esencialmente en el centro y sur de La Paz, y es por eso que requiere ingresar o salir a esos barrios. Y si se pretende llevar todas las líneas a esos sectores, la fragmentación urbana será otra realidad indiscutible. Actualmente las redes de transporte constituyen un sistema arterial que traslada al usuario por una diversidad y heterogeneidad de territorios. En el caso de La Paz, el teleférico ha demostrado que su capacidad de recorrer grandes tramos en tiempo reducido y el confort que produce viajar en sus cabinas beneficia y satisface al ciudadano. Y es por ello que debiera ser bien aprovechado y apreciado como parte fundamental del transporte masivo paceño.