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Viejas soluciones

No se puede cambiar la justicia si los magistrados siguen reproduciendo las viejas prácticas corruptas

/ 12 de agosto de 2015 / 04:00

Siempre se ha dicho que los problemas de la justicia en Bolivia no son nuevos, y por supuesto que las soluciones tampoco lo son. En abril de 1925 el doctor  José Gabino Villanueva, candidato a la presidencia de la República, en su programa de gobierno para la gestión 1925-1929 ofrecía el acortamiento de los procedimientos judiciales, el establecimiento de los juicios orales y la constitución de jurados en el ámbito penal, la creación de institutos de corrección y rehabilitación penitenciaria y mucho más. El plebiscito electoral se llevó a cabo el 2 de mayo de ese mismo año, resultando Villanueva victorioso de una forma clara y abrumadora.

La expectativa generada por las propuestas del doctor Villanueva era muy grande, al ser uno de los fundadores del partido republicano, y porque antes había sido parlamentario y ministro; por lo tanto, era un hombre de vasta experiencia en el manejo público. Ante tan auspicioso comienzo el futuro gobierno prometía ser uno de los más memorables en cuanto a desarrollo y calidad de gestión en la larga historia de gobiernos ineptos y corruptos en nuestro país.

El futuro mandatario se puso manos a la obra seleccionando un gabinete técnico y sin parcialidades políticas para ejecutar su plan de gobierno. Esto molestó en grado al jerarca del oficialismo y todavía dueño del poder, Bautista Saavedra, quien viendo en peligro la continuidad de sus privilegios creó una triquiñuela legal para invalidar las elecciones, provocando que la reforma judicial prometida sea nuevamente postergada.

Estamos a muy poco de celebrar el segundo centenario de la fundación de Bolivia, y desde 1925, fecha en la que se hizo la citada propuesta de reforma judicial, no hemos avanzado significativamente en esta materia, pese a los esfuerzos y propuestas como la de implementar juicios por audiencia, al igual que sugería la propuesta de Villanueva.

Al contrario, en algunos aspectos hemos retrocedido seriamente. No puede significar otra cosa la decisión de aplazar hasta febrero de 2016 la puesta en vigencia de los llamados “Códigos Morales”, aduciendo la falta de socialización de las nuevas normas y deficiencias en la capacitación de jueces. Esto resulta increíble considerando que es la segunda vez que se posterga la vigencia de dichos códigos, desde agosto de 2014; sumándose a este descalabro el hecho de que los jueces ciudadanos ya no forman parte de los procesos penales, retornando a la práctica inquisitiva del “juez técnico supremo” que tiene el paradigma del “expediente judicial” como emblema del sistema judicial boliviano.

Por último, más allá de las buenas intenciones que se tengan al proyectar políticas institucionales y su respectiva ejecución, se debe tomar en cuenta la moralidad del operador de justicia. Es decir, no se puede llevar a cabo ninguna transformación judicial si los administradores de justicia siguen observando las viejas prácticas corruptas de hacer justicia. Por ello, es necesario tener imágenes e ideas nuevas, recurso humano sano que, de acuerdo con su capacidad profesional, lleve a cabo seriamente tan delicada como urgente tarea.

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Ética del cumpleañero

Se impone un acuerdo nacional que involucre a todos los sectores  para modificar la Ley Electoral

/ 30 de mayo de 2015 / 04:03

Los aniversarios natales, más allá del tradicional festejo, se convierten en un excelente motivo para un balance de lo que hasta ese momento fue nuestra vida, y sobre todo es el tiempo de preocuparnos por el futuro. Muchos no lo entienden así; tal es el caso del inefable dictador Mariano Melgarejo o El Tirano Romántico, llamado así por el escritor Max Daieraux (en nuestro medio lo apodaban El Camba, a pesar de ser tarateño). Este singular personaje, por carecer de información acerca de la fecha exacta de su nacimiento, emitió un decreto declarando su cumpleaños una fiesta móvil; y así lo hizo celebrando su aniversario en Carnaval o en Corpus Christi, hasta que finalmente decidió festejar el Sábado de Resurrección, fecha que sin dejar de ser móvil se acomodaba mejor a su ego mesiánico. Fernaces, un sátrapa del antiguo Bosforo, lo hacía mejor, celebraba su cumpleaños durante seis meses.

Otro hecho singular fue el secuestro del avión en el que viajaba por casualidad el famoso cantante griego Demis Roussos justamente el día de su aniversario natal. A pesar de su desesperado esfuerzo por no ser reconocido, uno de los yihadistas le hizo levantar de su asiento, y a sazón de toda la tripulación, pasajeros y secuestradores cantaron a viva voz, festejando al ídolo de la balada. La acción terrorista terminó sin mayores consecuencias y Roussos declaró a la prensa que fue el mejor cumpleaños de su vida.

Quien no puede decir lo mismo es el exvocal del Tribunal Supremo Electoral Ramiro Paredes, quien por una extraña manera de festejar su cumpleaños en tiempo electoral tuvo que renunciar. Habría que preguntarse cuál es el grado de parcialización que implica el festejo del cumpleaños de un juez electoral organizado por los miembros de un partido político que tercia en las elecciones: ¿sin baile habría sido lo mismo?, ¿se puede sobornar con algunas notas musicales, unos aro aros o una alegre coreografía?

Más allá de cualquier comentario divertido, propio de nuestra idiosincrasia, el hecho de no observar ciertas normas de conducta ética, y peor aún ejerciendo la función pública; es decir, actuar en contra de los intereses del bien público, que en este caso es la credibilidad del Órgano Electoral, es sin lugar a dudas un evidente deterioro de la democracia, tan difícilmente lograda tras años de sangrientas dictaduras militares.

Por ello mismo se impone un acuerdo nacional que no solo involucre a los partidos políticos, sino a todas las fuerzas vivas de la sociedad para modificar la Ley Electoral y adecuarla a un buen manejo institucional que garantice la imparcialidad necesaria en la práctica democrática.

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Estrategias de guerra

Lamentablemente, no encontramos esas condiciones en las actuales autoridades

/ 28 de marzo de 2014 / 06:27

La ONU finalmente terminó por cuestionar la administración de justicia, catalogándola de inmoral, corrupta y lenta. El Consejo de la Magistratura ha culpado de la debacle a jueces y vocales, que, según su presidenta, se solapan; el Tribunal Constitucional, después de los escándalos por la presidencia, permanece inactivo y tan ambiguo como las sentencias que emite; el Tribunal Supremo no termina de comprender lo que pasa con la fuga del exfiscal Marcelo Soza y el Tribunal Agroambiental concluirá despedazado después de su pugna interna. La justicia está mal y nadie hace nada para remediarla. Tal vez la solución sea utilizar una estrategia vieja, ésa que está en libros y revistas científicas, aquella que ha servido a otros, tan antigua pero a la vez actual.

Se ha vuelto usual emplear términos como “estrategia” o “táctica” para graficar acciones en campañas públicas; se ponen nombres rimbombantes como el reciente Consejo de Desarrollo Estratégico del Sistema Judicial, que más tardó en ser creado que en extinguirse después de que su voluble presidente, Ruddy Flores, nos mostrara su frágil personalidad. Estos intentos solo quedan en coloquiales anécdotas, pocos aprovechan su real dimensión y avanzan pragmáticamente al fin creado. El Arte de la guerra de Sun Tzu, pese al tiempo transcurrido, no ha perdido vigencia, particularmente en la contienda judicial, que representa una guerra civilizada. Los abogados litigantes, todos los días planificamos nuestros casos para ganar; el resultado muchas veces es lo único que cuenta, diseñamos “estrategias” y empleamos  “tácticas”, como instrumentos de la victoria, ésa que viene del pensamiento profundo, de la planificación y de una larga preparación; no existe nada al azar y nada conseguido sin esfuerzo. Lamentablemente, no encontramos esas condiciones en las actuales autoridades judiciales.

La retardación de justicia, el congestionamiento de causas, la corrupción o la falta de independencia judicial son los viejos problemas de la justicia y les puedo asegurar que las soluciones tienen ese mismo tiempo; están ahí, creadas, elaboradas y con vigor, sin embargo, para encontrarlas hace falta agudeza, imaginación y experiencia. Los actuales magistrados han presentado proyectos en procura de mitigar ese fenómeno; sin embargo, cada uno resulta más estrambótico que el otro, sin cálculo ni impacto; es por eso el descrédito de la actual administración y de sus mentores, anodinos abogados que en sus concepciones ven apenas el árbol y no el bosque. Todas sus propuestas se dirigen a explotar el desarrollo operativo, y todo buen conductor sabe que el marco operativo no puede guiar nuestra estrategia; debe ser a la inversa. Sun Tzu decía que el ejército ganador primero establece las condiciones de la victoria, luego lucha; el ejército perdedor, primero lucha, luego busca la victoria.

La presidenta del Consejo de la Magistratura responsabilizó a jueces y vocales por la mala administración de justicia, cuando, según Sun Tzu, si las órdenes no están claras y las tropas no obedecen, la culpa no es de los soldados, es de los generales a quienes se debía exterminar. Los actuales magistrados en ejercicio tienen un reto estratégico muy importante: superar su mediocridad y comprometer un mínimo de esfuerzo, para que el pueblo no los eche por incapaces.

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