El patriarcado ha reducido la maternidad a un ejercicio de servidumbre, donde las mujeres paren en cautividad. De esta manera la maternidad se manifiesta a través de dos formas. La primera, en esclavitud, donde las mujeres están obligadas a parir por “coacción”. La segunda es la maternidad en servidumbre o “voluntaria”, en la que la decisión de ser madre no impide que llevarla a cabo institucionalmente “carezca de valor para la mujer misma, pues tiene que entregar de derecho a la hija/o a la sociedad de padres, y de hecho no tiene otra posibilidad que criarle-educarle según las normas del patriarcado” (Victoria Sau, Reflexiones feministas para principios de siglo). Además, el hecho de que algunas mujeres “decidan cuándo” ser madres no significa que van a vivir en una burbuja capaz de evitar el ingreso de los males patriarcales durante la crianza de sus hijos.

En pleno siglo XXI, a pesar de las constantes luchas en favor de la igualdad de género, continúa pendiente el tema de la maternidad, pues el patriarcado ha evolucionado, mutado y se ha acomodado en este asunto; de tal manera que la maternidad es desvalorizada frente al capitalismo. Por caso, las madres profesionales y/o académicas contratan una niñera para que le “ayude” a criar a sus hijas/os, pues su trabajo les demanda tiempo, energía y una imagen que debe conservar. En el caso de las mujeres de clase baja (trabajo de subsistencia), no cuentan con recursos para contratar una niñera, entonces delegan su cuidado a otras mujeres de la familia, usualmente la hija mayor, y la madre al finalizar su jornada laboral llega a casa a cocinar, lavar, limpiar, revisar las tareas escolares (doble jornada: productiva y reproductiva) y se siente culpable por no tener tiempo para sus hijas/os.

En ambos casos la maternidad es desvalorizada en sus roles: cocinera, niñera, limpieza, lavandera, enfermera, etc., trabajos precarizados, donde las mujeres reciben sueldos mínimos. De acuerdo con Marcela Lagarde, la mujer es un “ser de y para otros”, que deja en segundo plano sus proyectos de vida, para dedicarse al otro (cuidado de sus padres, hermanas/os, luego pareja e hijas/os).

¿Por qué nadie nos habla del vacío de la maternidad? Porque al sistema no le conviene que las mujeres sean conscientes de lo que implica: renunciar al desarrollo personal y social para cumplir con roles de cuidado, reproducción social y reproducción de mano de obra, que alimenta y refuerza el sistema patriarcal-capitalista. Según el Censo 2012, el 66% de las mujeres de 15 años son madres y, de acuerdo con Sandra Aliaga Bruch, el 48% de las mujeres bolivianas han tenido embarazos no deseados. El vacío de la maternidad convierte estos embarazos no deseados en embarazos felices: ilusión de ejercicio de autonomía y decisión.