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Por esas niñas

La madre y los recién nacidos están en perfecto estado de salud. Ellos pesaron 2.340 y 2.440 gramos al nacer. No se necesitó incubadora”, dice el reporte médico después de que una niña de 11 años diera a luz gemelos en la ciudad de Santa Cruz. Qué ironía pensar en perfección, cuando esos bebés son producto de una violación que además fue perpetrada por el padrastro de la menor. El reporte concluye con un comentario que es como una bofetada “no sabemos cómo será su comportamiento como madre”. Ese embarazo debió ser interrumpido. Esa niña debería estar pasando clases y jugando en los recreos sin que nadie turbe su misión de crecer. Y no hay ningún perfecto estado de salud cuando se conoce de su anemia aguda y las transfusiones de sangre que necesita para sobrevivir.

En junio de este año otra niña de 11 años quedó embarazada víctima de una violación cometida por un conductor, pero en esa oportunidad se cumplió con la ley e interrumpió el embarazo, apoyada por su familia, la Defensoría del Pueblo y entidades que defienden los derechos de las niñas y las mujeres. En esa ocasión se conoció que en el Plan Tres Mil de Santa Cruz se reportaron 200 casos de violaciones en seis meses, es decir que al menos ocurre una violación por día. Es más aterrador el reporte en el ámbito nacional: 16 niñas o niños sufren cada día agresiones sexuales, solo se denuncian cinco casos y la mayoría de ellos suceden dentro del hogar, donde el agresor es familiar o conocido de la víctima.

Pero hay algo más que conmueve, que cuestiona, que angustia, que sobrecoge en este tema, y es que en los últimos seis meses los agresores de niñas han acentuado su saña y las matan atándolas a un palo y estrangulándolas, como ocurrió el 19 de marzo de este año en El Alto con Ester de 13 años, o lo sucedido en Chulumani el 29 de julio con una niña de 10 años que luego de ser violada fue asfixiada con las manos y golpeada en el cuello y en la cabeza hasta matarla.

Todos estos dramas no son noticias de crónica roja. Son el resultado de una sociedad poco preocupada por los niños y niñas, enfocada en la sobrevivencia en el caso de los más pobres, o en la búsqueda de mayor confort en el caso de los más acomodados. Tampoco tienen la suficiente atención de las autoridades encargadas de tomar decisiones y establecer políticas de prevención, porque están enfrascadas en sus peleas cotidianas para alcanzar mayor poder. En medio de tanta confusión están las niñas torturadas y vejadas a las que por escasas horas se les presta atención, pero solo para levantar la voz, echarse culpas unos a otros y volver a la batalla diaria como si nada hubiera pasado. Las agresiones sexuales, las torturas y asesinatos de niñas deben ser encarados como tema de Estado, con políticas, acciones y recursos inmediatos. No son desechables, son seres humanos que no gozan de buena salud.