La historia de la humanidad registra, desde tiempos inmemoriales, actos de justicia comunitaria, alegando que los procesos legales no solo eran lentos, sino que se pretendía perdonar a los “culpables” a cambio de favoritismos. De ahí las famosas lapidaciones, los ahorcamientos, los duelos a pistola o espada, las piras humanas y muchas otras formas conocidas y desconocidas en busca de justicia.

En el pasado, cuando en el país se daba a conocer que en las comunidades rurales se ejercía frecuentemente la “Justicia Comunitaria”, traducida no solo en chicotazos o golpizas, sino incluso la quema de quienes habían cometido algún delito (desde el robo de animales hasta violaciones), la sociedad se alarmaba, consternaba y juzgaba estos actos, gritando a viva voz que semejantes actos de barbarie no correspondían a la evolución del ser humano, y que la llamada justicia occidental debía ser la única que juzgue la inocencia o culpabilidad de los imputados.

Hipócrita aseveración de quienes ahora hacen justicia comunitaria a través de las redes sociales, y no solo contra las personas, sino también juzgando lugares, cosas, animales y todo lo que se nos pueda ocurrir. Aprendimos a juzgar y dar veredictos sobre infinidad de temas y con la facilidad más grande. ¿Cuál es la diferencia con lo que hacían nuestros antepasados? ¿Es que acaso bastan las opiniones de unos para juzgar a otros que cometieron o no actos delictivos o acciones catalogadas como incorrectas para algunos?

Nos llenamos la boca de justicia cuando no somos capaces de mirarnos al espejo y juzgarnos a nosotros mismos. La cantidad de injusticias que cometemos todos los días contra nosotros y contra los demás son innumerables, desde cruzar una calle de forma irresponsable, poniendo en riesgo mi vida; hasta no dar paso a los peatones cuando estamos frente al volante… Culpables es lo que somos todos por mirar la espiga en el ojo ajeno y no ver el tajibo incrustado en el nuestro.

Opinar es una cosa, tomar una posición cerrada respecto a un hecho delictivo, a favor o en contra (omitiendo por defecto todos los procesos policiales, judiciales y todos los que se deben avanzar), es un hecho bochornoso. Ante cualquier circunstancia acusamos y señalamos como culpables a las personas. ¿Qué si de quien predicamos culpabilidad total acaba juzgado y liberado? ¿Cómo resarcimos el daño, la muerte civil o la falsa esperanza que proyectamos? Justicia comunitaria… solo hemos pasado de la hoguera al Facebook, nada más ha cambiado.