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Saudade de la Saudade

Confieso que cuando asumí hace algunas semanas la responsabilidad de ser parte del nuevo Tribunal Supremo Electoral, estaba convencido de que seguiría escribiendo quincenalmente esta columna. Para ello tendría que seleccionar bien los temas, cuidar el enfoque, encauzar críticas, mantener equilibrios… “Me concentraré en cuestiones de democracia”, pensé con ilusión. “Mi opinión será diversa”, añadí con ingenuidad. Y lo intenté —una, dos, tres veces— con el mejor ánimo. No he logrado hacerlo.

Procuré por ejemplo escribir sobre el referendo del próximo 20 de septiembre. Quería destacar su relevancia, en tanto ejercicio de la democracia participativa, para la profundización de la (todavía esquiva) demodiversidad en construcción. Quería referirme a sus implicaciones, más allá del resultado de la votación, para el proceso autonómico. Quería sobre todo indagar, latiendo, el camino/horizonte de las autonomías indígenas. Me sobran sentimientos. Me faltan palabras. No puedo autocontenerme.

Pues bien. Para no correr el riesgo de convertir la escritura, esa pasión, este divertimento, en un ejercicio de aburrida pirueta, pesando-cada-palabra, es evidente que corresponde un paréntesis. Toca replegar temporalmente la Saudade/columna para cultivar, a plenitud, la saudade/silencio. O mejor, para seguir afinando, en otros registros, el espíritu de conversación. Ya no será por ahora desde la opinión mediática, sino con sede en el mesón de la melancolía, donde el fado le canta a su fada.

No quiero despedirme sin agradecer la generosidad y, en especial, la amistad de quienes impulsaron-arroparon este espacio y le dieron periódico cauce en los últimos cuatro años: Claudia Benavente, Rubén Atahuichi, Gonzalo Jordán. Agradezco también a las lectoras y los lectores, cómplices por principio, que transitaron estos rumbos para el intercambio de guiños, ora de coyuntura, ora vitales. Y queda registrada mi gratitud-almita, claro, para la Maga/nido, pulso de pulsos, maestra de dignidad. Hasta pronto entonces, Saudade. Hay saudade para rato.