Icono del sitio La Razón

Autonomías… ¿y luego qué?

Este es un ensayo prospectivo que pretende responder a la pregunta planteada en el título a partir de tres escenarios hipotéticos de configuración de las relaciones de poder en el territorio, esbozados en perspectiva histórica y considerando algunas experiencias foráneas. Veamos.

Escenario 1 (estabilidad): las reformas avanzan hacia un estado de acomodación mutua entre todos los niveles gubernativos, sin subordinación alguna, y las políticas así como una gran parte de las tareas de gobierno se distribuyen y gestionan coordinada y cooperativamente, todo en el marco de un desarrollo competencial engranado y un adecuado reparto de recursos. Así, las tensiones territoriales y las demandas descentralizadoras se contienen en un contexto en el que todos sienten que ganan o que ninguno pierde. El modelo funciona bien y, con ello, se legitima y estabiliza.

Escenario 2 (conflicto regenerativo): crisis de ajuste con resquebrajamiento del andamiaje organizacional y fallas en el funcionamiento estatal descentralizado, producto en algunos casos del juego de intereses y en otros de la oscuridad normativa, pero que son resueltos con celeridad y precisión mediante procesos políticos de concertación o con la intervención de los mecanismos judiciales correspondientes (Tribunal Constitucional, en nuestro caso). El sistema demuestra una notable capacidad de auto-regeneración al recuperar por sí mismo su legitimidad, con ajustes de profundidad variable producto de la autocrítica y reflexión colectivas, siempre en el marco de las reglas de juego.

Escenario 3 (conflicto desintegrativo): crisis de cambio con ahondamiento de las contradicciones territoriales, generalmente excitadas por problemas económicos, sin respuesta por parte de una institucionalidad que se ve rebasada y que tiende a sufrir en tal razón transformaciones de gran calado. Resurge la contradicción básica entre los que buscan profundizar una descentralización a la que consideran insuficiente y entre los que propugnan revertirla pregonando su fracaso. Esta contradicción suele evolucionar en el último caso hacia una centralización recalcitrante e indeseada; en el otro, el proceso suele unas veces evolucionar hacia distintos modelos territoriales de carácter compuesto (federativos o no, como ocurre con el renovado debate federal en España) y, en otras, hacia posiciones secesionistas, con tres casos paradigmáticos: a) el acuerdo parlamentario para la desintegración pacífica de la ex Checoslovaquia (hoy República Checa y Eslovaquia); b) la separación violenta de la otrora poderosa Yugoslavia, desencadenado la Guerra de los Balcanes; y c) la reciente confirmación de la adhesión de Escocia al Reino Unido, esta vez mediante referéndum, opción en algún momento enarbolada por los soberanistas catalanes.

El actual modelo autonómico boliviano representa la opción que fue posible a fin de evitar la profundización de la conflictividad territorial surgida durante el proceso constituyente. Ello impele a que tanto el Estado como la sociedad brinden su mayor esfuerzo para su consolidación, perfeccionamiento y acaso profundización; procurando acercarnos al primer escenario (lo ideal), o cuando menos al segundo (lo posible); pues, de fracasar el proceso por deslegitimación prematura, podrían resurgir con mayor fuerza las viejas tensiones centro-periferia, ojalá alejadas del tercer escenario (el riesgo). Estamos a tiempo.