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Ratzinger y la Justicia

El 22 de septiembre de 2011, Joseph Ratzinger (Benedicto XVI) dio un discurso ante el Parlamento alemán (Bundestag) sobre el fundamento de la política. Para ello hizo referencia a un relato de la Sagrada Escritura. En el Primer Libro de Reyes se encuentra la historia de un joven rey que en ocasión de su entronización formuló a Dios una sola petición. Ratzinger se refiere al rey Salomón. “¿Qué pedirá el joven soberano en este momento tan importante? ¿Éxito, riqueza, una larga vida, la eliminación de los enemigos? No pide nada de todo eso. En cambio suplica: concede a tu ciervo un corazón dócil para que sepa juzgar a tu pueblo y distinguir entre el bien y el mal”, anota Ratzinger.

Con esta referencia se señala que el fundamento de la política no es otro que la Justicia y, en consecuencia, las condiciones para asegurar la convivencia pacífica entre las gentes, en el seno del pueblo mismo. Un buen gobernante no debe preocuparse solo por vencer, esto claramente es muy importante, porque sin ello nunca tendría la posibilidad de practicar una acción política real, pero lo importante de un buen gobierno es la Justicia y todo lo que ella supone: las instituciones, el derecho, los jueces y las prácticas. Para fortalecer esta idea, Ratzinger cita a San Agustín, quien decía “quita el derecho y, entonces, ¿qué distingue el Estado de una gran banda de bandidos?”.

Pero el tema de fondo de este discurso de Ratzinger es responder la pregunta de cómo distinguir hoy en día lo que es justo. Hoy no podemos decir que el derecho por el solo hecho de ser derecho es justo. Ratzinger señala que justamente allí se encuentra la virtud del gobernante y la lección del rey Salomón. Un buen gobierno es el que da la dirección, el sentido, el impulso para que las instituciones, el derecho, los jueces y las prácticas se acerquen a la Justicia.  En este sentido Ratzinger apela al Derecho Natural, a la intuición de lo justo no solo a partir de la razón. Para él, debe haber un diálogo entre la razón y la tradición moral de la cultura jurídica de Occidente; es decir, un diálogo con los valores morales occidentales, que tienen expresiones tan claras como los derechos humanos.

Entonces, para el desarrollo del derecho se precisa un buen gobierno, un uso acertado de la razón y una observancia a la tradición de la cultura jurídica, todo ello para lograr las condiciones de convivencia y paz en una sociedad. No se trata solo de ejercer el poder, sino y ante todo ejercer el poder en busca de un fin que no puede ser otro que la Justicia.

Política y Justicia, en consecuencia son, para Ratzinger, dos caras de una misma moneda, y en consecuencia una exigencia a todo gobierno. Una reforma de las instituciones de justicia, en consecuencia es parte de una buena política y de un buen gobierno.