Desperdicio de comida
Hacen falta políticas alimentarias que no solo fomenten la expansión de la frontera agrícola
Durante la última cumbre de las Naciones Unidas, realizada del 25 al 27 de septiembre en Nueva York con el propósito de trazar una nueva agenda de desarrollo sostenible para los próximos 15 años, los presidentes y jefes de Estado de los países miembros de la ONU se comprometieron a reducir a la mitad el desperdicio de alimentos hasta 2030.
Esta meta constituye, en cierta medida, una condición esencial para poder alcanzar los nuevos 17 Objetivos de Desa- rrollo Sostenible, que se establecieron en reemplazo de los ocho Objetivos del Milenio que guiaron los esfuerzos de los países durante los últimos 15 años, con el fin de reducir el hambre y la pobreza en el planeta, a tiempo de convertirlo en un mundo más incluyente, justo y sostenible.
En efecto, la Agenda de Desarrollo Sostenible 2030 formulada en el mencionado evento se ha propuesto construir sociedades más igualitarias, en las que ninguna persona viva en la extrema pobreza, capaces de vivir en armonía con el medio ambiente. Algo que necesariamente pasa por garantizar que la mayor parte de los productos que se producen lleguen a ser consumidos y no terminen en el basurero, tal como ocurre actualmente con al menos el 50% de la comida, según estimaciones del Instituto de Ingenieros Mecánicos de Reino Unido.
Un desperdicio ciertamente alarmante si se toma en cuenta que hoy en día más de 1.000 millones de personas se acuestan y levantan con hambre en el planeta, y que cerca de 550.000 millones de metros cúbicos de agua se desperdician globalmente en estos cultivos que nunca serán consumidos, de acuerdo con estimaciones de la ONU. Y si consideramos que la demanda de agua dulce para la producción agrícola podría aumentar en 2,5 para 2050, cuando en el mundo haya que alimentar a más de 9.500 bocas hambrientas, esta situación adquiere ribetes de escándalo.
¿Y cómo vamos por casa? Pues no muy bien, ya que, según la Asociación de Proveedores de Insumos de Agrícolas de Bolivia, en el país se desperdicia entre el 40 y el 50% de los granos que se cosechan anualmente. Esto debido a la falta de tecnología, malas prácticas en la recolección y de condiciones inadecuadas para el almacenamiento, transporte y comercialización de los productos agrícolas. En términos financieros, esta ineficiencia representa una pérdida de cerca de $us 53 millones anuales para el sector agrícola.
De allí la importancia de invertir en políticas alimentarias que no solamente fomenten la expansión de la frontera agrícola, tal y como sucede actualmente en el país, sino también y sobre todo en programas de innovación y capacitación para un mejor aprovechamiento de los suelos y las cosechas, y en una mayor eficiencia en las etapas de posproducción de los alimentos. Algo que hoy en día resulta imposible sin la transferencia de tecnología de los países industrializados hacia las naciones en vías de desarrollo.