El Che: otras miradas y nuevos lenguajes
Cuando parece que ya está todo dicho, que ya no queda nada por revelar y debatir sobre la guerrilla del Che en Bolivia, surgen nuevas interrogantes y cuestionamientos, testimonios contradictorios y apreciaciones contrapuestas. El tema parece de nunca acabar. En la medida en que nos aproximamos al medio siglo de los sucesos, los actores directos son cada vez menos, y sus recuerdos cada vez más difusos. De ahí la mayor importancia que cobra la documentación primaria, aquella que se produjo en el fragor de los mismos acontecimientos. Por ello vengo proponiendo una campaña por la recuperación de documentos y la apertura de los archivos, cuyas metas serían más o menos las siguientes:
— Rescate de material histórico documental de manos privadas y su traslado a repositorios públicos (por ejemplo fotografías tomadas por los mismos guerrilleros; el archivo completo del Juicio de Camiri, que está extraviado; algunos diarios personales tanto de guerrilleros como de oficiales bolivianos; correspondencia e instructivos militares y otros).
— Acceso a los archivos de las Fuerzas Armadas, interpretando y modificando, si fuera necesario, la normativa legal al respecto (hasta ahora solo se ha permitido dicho acceso a investigadores militares).
— Traslado definitivo de los manuscritos de los diarios del Che y de Harry Villegas (Pombo), la libreta del Che de evaluaciones trimestrales y otros documentos al Archivo Nacional de Sucre, el único apto para la mejor conservación de los documentos (actualmente se hallan en un sobre lacrado en una gaveta del Banco Central, expuestos a un creciente deterioro, que no condice con la obligación que tiene el Estado boliviano de proteger y custodiar dicha documentación en el marco de la declaratoria de Memoria del Mundo, por la Unesco).
— Apertura de los archivos cubanos y publicación de todos los escritos del Che aún inéditos.
— Ampliación sustancial de la desclasificación de documentos de los archivos estadounidenses y elaboración de una demanda para reclamar, por vía diplomática, la devolución de objetos y documentos de la guerrilla llevados a ese país.
— Mejoramiento y ampliación de museos y espacios memoriales que reflejen con amplitud los hechos históricos, en su complejidad e integralidad, y que se articulen con rutas de turismo preferiblemente comunitario.
La segunda cuestión planteada, de hecho más complicada, es iniciar un proceso de acercamiento entre las dos partes involucradas. Dadas las nuevas condiciones y el incremento de las relaciones de amistad entre Cuba y Bolivia, considero necesario una gradual aproximación entre los dos Estados y sus instituciones específicas para abordar e interpretar diversos aspectos del hecho histórico y sus protagonistas de ambos lados, en un marco de respeto y consideraciones mutuas.
Los primeros pasos en ese sentido podrían ser los cambios de lenguajes, exclusivamente laudatorio en un caso y groseramente condenatorio en el otro. Dejar de suponer que los únicos caídos que merecen ser recordados y merecen homenajes son de modo excluyente los de uno u otro bando. Peor aún, mantener la fraseología y los caducos conceptos de la “Guerra Fría”, como todavía ocurre en algunos niveles de las Fuerzas Armadas, especialmente entre exsoldados y exoficiales ahora en retiro, y en algunos sectores de la población boliviana. El tema es complejo y contradictorio, pero opino que en algún momento debe ser abordado. Y el medio siglo es una buena oportunidad para hacerlo, cara a cara y sin prejuicios.