Liberen a Mitt Romney
Quizá Romney todavía imagine que su partido lo llamará para salvarse de Donald Trump.
A veces, me doy cuenta de que me da pena Mitt Romney. No, de verdad. En otra época y otro lugar, podrían haberlo respetado como a un tecnócrata efectivo; un tipo abusado, valorado (aunque es probable que no querido) por su habilidad para conseguir que se hagan las cosas. De hecho, más o menos así fue como funcionó cuando fue gobernador de Massachusetts hace una década.
Sin embargo, ahora, es 2015 en Estados Unidos, y el partido de Romney no quiere personas que logren que se hagan las cosas. Por el contrario, odia activamente los programas gubernamentales que mejoran la vida de los estadounidenses, en especial si ayudan a esas personas. Y esto significa que Romney no puede celebrar su logro distintivo en la vida pública, la reforma sanitaria en Massachusetts que sirvió como plantilla para el Obamacare.
Eso tiene que doler. En efecto, hace unos días, Romney no pudo evitarlo y alardeó ante The Boston Globe que “Sin el Romneycare, no habríamos tenido Obamacare” y que como resultado “muchas personas no tendrían seguro médico”. ¡Y es cierto!
Sin embargo, esas verdades no son bien recibidas en el Partido Republicano. Ben Carson, quien encabeza las encuestas más recientes entre los republicanos de Iowa, declaró que el Obamacare es lo peor que le ha pasado a Estados Unidos desde la esclavitud; 81% de los republicanos que posiblemente asistirán al caucus dice que esa declaración lo hace más atractivo como candidato.
No sorprende, entonces, que rápidamente Romney tratara de rectificar sus comentarios, diciendo que el Obamacare es muy distinto del Romneycare, lo que no es cierto, y que ha fallado.
Pero se sabe que no ha fallado. Por el contrario, la Ley de Atención Asequible ha sido un éxito asombroso, especialmente si se considera la oposición de tierras quemadas a la que se ha enfrentado.
Antes que nada, muchas personas —alrededor de 16 millones, estima el gobierno, un panorama que confirmaron fuentes independientes— sí tienen seguro médico, el cual no tendrían. Millones más estarían aseguradas si en los estados que controlan los republicanos no se negaran a expandir el Medicaid (aun cuando el gobierno federal cubriría los costos) y, en general, no obstruyeran el programa.
¿Qué tan bueno es el seguro que se obtiene así? No es perfecto: a pesar de los subsidios, a algunos todavía les resulta difícil pagar las pólizas y los deducibles, y pueden ser onerosos los copagos. Sin embargo, la mayor parte de la gente inscrita en el Obamacare reporta alta satisfacción con su cobertura, lo cual es muchísimo mejor que simplemente no estar asegurado. ¿Se me permite introducir una nota personal? Si ha de decirse la verdad, yo vivo en un entorno bastante depurado, de clases media alta y alta; pero con todo, conozco a varias personas para las que la Ley de Atención Asequible ha sido, más o menos, un salvavidas. Ello es, como no lo dijo Joe Biden, algo verdaderamente increíble.
¿Oh, y se ha notado que ya desaparecieron esos anuncios en los que se presentaba a personas a las que, supuestamente, había dañado el Obamacare? Ello se debe a que ninguna de las historias se sostuvo.
Lo que es más, el gran acuerdo Biden quedó por debajo del presupuesto. Las primas de los seguros en los dos primeros años del Obamacare estuvieron muy por debajo de las proyecciones. Pareciera que habrá un repunte parcial en 2016, pero sigue siendo más barato de lo esperado. Y, en general, el gasto en atención de la salud se ha reducido drásticamente.
Entre tanto, no ha ocurrido ninguna de las cosas malas que se suponía que iban a pasar. La creación de empleos desde que entró en vigor la ley “que acabaría con el empleo”, ha sido más rápido que en cualquier otro momento desde 1990. De hecho, los empleadores no han eliminado puestos de tiempo completo para evitar las disposiciones de la ley. Y sigue cayendo el déficit presupuestario.
En resumen, el presidente Barack Obama, Nancy Pelosi y Harry Reid, que lograron que se aprobara la Ley de Atención Asequible con todo y la oposición del Partido Republicano, tienen mucho por lo que sentirse orgullosos. Al igual que Romney, quien ayudó a colocar los cimientos. En su lugar, está despedazando lo mejor que haya hecho alguna vez.
Es necesario preguntarse: ¿Romney realmente piensa que su partido tendría una imagen más favorable sobre el Obamacare si funcionara todavía mejor de lo que funciona, si no tuviera absolutamente ningún costo? De ser así, está delirando. Después de todo, la gran mayoría de los estados controlados por republicanos han rechazado el dinero gratuito, negándose a permitir que el gobierno federal expanda Medicaid (y, al hacerlo, meter dinero a sus economías).
El punto es que desde la perspectiva de la base republicana, cubrir a los no asegurados, o ayudar a los desafortunados, en general, no es una característica, es un virus. No se trata de cuánto cuesta en fondos de los contribuyentes o del impacto económico: las bases, de hecho, están dispuestas a perder dinero para poder perpetuar el sufrimiento.
Y a un movimiento con esos valores no le sirven los tecnócratas. Solo hay que preguntarle a Ben Bernanke, quien perdió la confianza en un partido esclavizado, con ‘el no sé nada de la extrema derecha’”.
Quizá Romney todavía imagine que un partido desesperado lo llamará para salvarse de Donald Trump. O, quizá, no se anime a admitir que escogió al grupo equivocado de personas con quienes juntarse. De cualquier forma, uno espera, por su bien, que, al final, abandone sus ilusiones. Créeme, Mitt: será una experiencia liberadora.