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Nobel al periodismo

El Nobel de Literatura otorgado a la bielorrusa Svetlana Alexiévich es ejemplo claro de que, pese a diferencias de forma y fondo, el periodismo narrativo no tiene nada que envidiarle a una buena obra literaria. Es la primera vez que recae en una periodista que ha hecho del reportaje literario un género para retratar la realidad.

No en vano Alexiévich también fue premiada con el Ryszrd Kapuscinsky de periodismo en Polonia y con el Premio de la Paz de los Libreros Alemanes en 2013. Y es que la prosa también puede generar el mismo placer estético que suscita una lectura de ficción. Una crónica o un reportaje pueden producir el mismo efecto que una obra literaria.

El periodismo puede usar herramientas literarias para embellecer un texto, sin faltar a la realidad, es decir sin transgredir los elementos básicos de la noticia, como la contrastación de fuentes y el apego fiel a los hechos.

El principal acierto de Svetlana Alexiévich es darle voz a quienes no la tienen, a los que sufren, a los desamparados, a los huérfanos.

En sus relatos hay un registro oral que permite tejer la historia de un país con el objetivo de no olvidarla jamás, de proyectar el imaginario colectivo de toda una generación. Por eso a sus escritos se les denomina polifónicos. Los testimonios que nos ofrece Alexiévich en Voces de Chernóbil son desgarradores pues reflejan la dimensión e impacto humano de una de las peores catástrofes nucleares que azotó a millones en la Unión Soviética, en 1986. Lo mismo ocurre con entregas en las que cuenta lo ocurrido en la Segunda Guerra Mundial o en el conflicto de Afganistán.

Su trabajo de reportería es tan meticuloso que para escribir un libro graba hasta 700 entrevistas. Confiesa que eligió este género porque en él las voces hablan por sí mismas y porque el arte no ha podido entender muchas cosas.

La obra de Svetlana Alexiévich se alinea con el periodismo narrativo, como las bellas crónicas, reportajes y perfiles que nos ofrece Leila Guerriero, Alberto Salcedo Ramos, Jon Lee Anderson y Susan Orlean, por citar algunos. Aunque hay que dejar claro que los criterios por los que se juzga la calidad de un texto periodístico difieren de los de la ficción.

En el periodismo lo que prima es la lealtad a la realidad. Pero eso no justifica un divorcio con la literatura. Al contrario, el periodismo se puede apoyar en la literatura para darle forma a un escrito hasta el punto que cuando lo leamos, lo sintamos.

El reconocimiento a Alexiévich representa una motivación para los periodistas que a diario trabajan por esbozar la cruda realidad de millones de personas, en condiciones muchas veces inhumanas. El periodismo tiene la virtud de escuchar a la gente, de acercarla a su historia, de hacerla testigo de su propio presente.