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Territorios perdidos por Bolivia

En una lamentable actitud, un grupo de diputados del Congreso chileno ha determinado viajar a Europa con un mapa de Bolivia, en el que se muestra las pérdidas territoriales que nuestro país habría sufrido durante su época republicana. La intención sería demostrar que Chile fue quien arrebató menos territorio a Bolivia.  Es decir, destacar que Chile es el “buen ladrón” de Sudamérica. Pero si fuesen honestos estos diputados, también deberían llevar otro mapa con las conquistas efectuadas por su país a costa de Perú.

Ahora bien, es evidente que Bolivia perdió territorios en sus conflictos limítrofes con varios de los países vecinos, pero no en la dimensión que señala ese absurdo mapa. En éste se exhibe, por ejemplo, que la República Argentina nos habría despojado la puna de Atacama y el Chaco Central.  Pero los que confeccionaron ese mapa, se olvidaron de indicar que el departamento de Tarija, junto con el Chaco Central, no pertenecían a Bolivia. Prueba de ello es el reconocimiento de nuestro primer presidente, el Libertador Simón Bolívar, al derecho argentino sobre esos territorios y su devolución mediante decreto de 6 de noviembre de 1825.

Con el Brasil, el problema es más complicado. Efectivamente nuestros límites históricos estaban cimentados en tratados suscritos entre los reinos de España y Portugal, en el siglo XVIII. Pero pese a ello, los portugueses avanzaron por territorio hispánico hasta llegar a las nacientes del río Madera y del río Paraguay. Por este motivo, el Tratado de 1867 entre Bolivia y Brasil, no tuvo más remedio que reconocer los asentamientos portugueses y brasileños en el Acre y en el Mato Grosso. Este acuerdo, muy criticado por haber sido efectuado en tiempos de la feroz tiranía de Melgarejo, tuvo de todos modos, el mérito de haber puesto límite a la expansión brasileña. En consecuencia, solo se puede considerar como verdadera pérdida territorial, lo que Brasil ocupó posteriormente, en la llamada Guerra del Acre, pasando por encima del tratado anterior.

Respecto al Paraguay, se considera que este país nos habría cercenado toda la extensa zona del Chaco Boreal. Pero esta apreciación carece de un sentido realista. Si Bolivia estimaba tener derechos hasta la confluencia de los ríos Paraguay y Pilcomayo, la República de Paraguay sostenía tener buenos fundamentos para ocupar todo el Chaco. Por ello, es menester suponer que el dominio territorial boliviano en esa zona solo alcanzaba hasta donde los tres tratados de límites pactados en el siglo XIX, lo consignaban. Estos convenios dividían el territorio disputado en dos partes casi iguales, lo que determina que por la funesta Guerra del Chaco, habríamos perdido solamente la mitad del Chaco Boreal.

En cuanto a nuestros límites con Perú, sabemos que la cuestión fronteriza en la región de Apolobamba,  fue dirimida por un laudo arbitral emitido en 1909, por el Presidente de la República Argentina. El árbitro argentino no se fundó en el derecho positivo sino en la equidad; decisión  que estableció que algunas poblaciones bolivianas quedasen en poder peruano. Pese a que esto quedó prontamente rectificado, se mantuvo un enérgico repudio al laudo en Bolivia, originando la absurda opinión de que todo el territorio disputado debía pertenecernos. De allí vino la leyenda de haberse perdido una extensa zona por el lado peruano, cuando en realidad se perdió muy poco.

Resta hacer referencia a nuestra cuestión con Chile. Al respecto, los chilenos debieran comprender que Bolivia no desea recuperar el territorio que Chile le despojó. Solo anhela una libre y soberana comunicación con el océano Pacífico. Como bien dijo don Carlos Mesa, pese a las pérdidas territoriales sufridas con otros países, Bolivia continúa siendo un Estado amazónico y platense, manteniendo esas grandes vías fluviales para su relación con el océano Atlántico. Mientras que la privación de su litoral en el Pacífico, lo ha convertido en un país enclaustrado, al extremo que hasta ahora tiene grandes dificultades para su comercio con ultramar, condenándose inevitablemente a una vida futura de subdesarrollo y miseria.