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El gorila invisible

Hace más de diez años un grupo de investigadores estadounidenses reunieron a espectadores en una sala y les mostraron una película en la que se veía un partido de baloncesto. Uno de los equipos llevaba camisetas negras y el otro camisetas blancas. Pidieron a los espectadores que contaran cuántas veces botaban el balón los del equipo de camisetas blancas.

La mayoría respondió el número correcto. Luego, los investigadores preguntaron si vieron algo más durante el recuento, la mayoría lo negó con la cabeza. Entonces les animaron a ver la cinta una vez más, esta vez sin que se concentren en contar, de pronto los espectadores dieron un grito: ¡había un gorila paseándose en el campo de juego! No era un gorila auténtico sino una mujer vestida de gorila, pero lo sorprendente es que nadie había visto al gorila la primera vez.

Los investigadores hicieron un segundo experimento con nuevos espectadores que esta vez debían contar el número de botes del balón del equipo de camisetas negras, el resultado fue diferente, solo un tercio no vio al gorila. La mujer disfrazada llamó más la atención porque el disfraz del gorila era negro como las camisetas del equipo que pidieron a los espectadores seguir.

Este experimento demostró que cuanto más nos concentramos en un asunto determinado, dejamos de prestar atención a otras cosas. Simplemente se nos escapan del razonamiento, no las vemos aunque estén allí delante nuestro, en nuestras narices.

Nuestro cerebro las almacena aunque para nosotros queden invisibles. Digamos que nuestro cerebro dispone de dos cajones, uno en el que se guardan las cosas de las que somos conscientes y otro que guarda las cosas de las que no lo somos. Así se puede decir que hay cosas que no sabemos que sabemos, pero están allí jugando a ser invisibles.

Sin embargo, hay personas que tienen un solo cajón en su cerebro,  son los llamados locos lúcidos o savants. Stephen Wiltshire es uno de ellos, una vez voló en un helicóptero sobre Londres, una ciudad que quería conocer desde niño. Luego dibujó la imagen de la ciudad tal como se la ve desde el aire, y todo se correspondía exactamente, Wiltshire no discriminaba ninguna imagen, todas ellas se grababan en su cerebro.

Borges dedicó un cuento a estos locos lúcidos, se trata de su relato Funes el memorioso, un hombre que lo recordaba todo con una memoria prodigiosa y detallada, sabía desde las formas de las nubes australes del amanecer del 30 de abril de 1882 y podía compararlas con las vetas de un libro que solo había visto una sola vez en su vida. Funes vivía en los detalles, en tanto los del gorila invisible simplemente no veían los detalles aunque éstos fueran tan grandes como un gorila invisible.

Es abogado y filósofo.