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Dioses prestanombres

Voy a echar mano de mi alter ego Coco Manto para dirimir un pleito que me estoy inventando. Si yo fuese el cuarto dios, ficticio, iría hasta mis pares que bogan en sus nubes de incienso idolátrico, los pusiera contra una pared cósmica y con la filuda espada de mi lengua les diera estocadas epigramáticas:  “Alá, Buda y Jehová/ que viven del sacrificio/ de sus fieles, ¡basta ya!/ ¡suscriban un armisticio!”

¡Eso! ¡Que firmen una tregua, si son tan machos como pregonan sus adeptos! Yo me ofrezco de mediador para que esa triada de ególatras acate y haga cumplir un cese el fuego en la campaña de exterminio humano que apadrinan desde la era de ñaupa, guerra recrudecida en los años 90 del siglo pasado en Irak, Siria, Afganistán, Irán, Turquía y, desde la semana pasada, París.   

Aunque la mortal contienda contra la humanidad empezó al día siguiente de la fundación del planeta Tierra, según refieren sagrada y cínicamente el Corán, el Tripitaka y la Biblia —libros firmados despectivamente por Alá, Confucio y Yahvé—, se hace urgente que sus  llunk’us y lambiscones dejen de sacarse la chochoca gritándose idioteces: “¡Mi dios es más dios que tu dios, juro por dios!” (y ¡zas! una lanza islámica traspasa a un cristiano dejándolo en posición de anticucho). “¡Alá será grande, pero Wall Street es más potente, pinches musulmanes!” (y un racimo de bombas nucleares vomitadas por un avión B-2 Spirit yanqui pulveriza lo que un minutito antes era una aldea árabe en una esquina del desierto).   

“Alá es más grande”, “Buda es más ancho”, “Yahvé is very good” y otras huevadas son los lemas coreados por los que se lanzan a matar y ser matados en nombre de su fe. Pero, no. No es así. Separemos cuentas y cuentos. Los tres dioses yacentes en el Olimpo del temor terrestre nada tienen que ver con el exitoso exterminio del género humano. Los usan de prestanombres. Son solo el divino pretexto de unos poderes rateros y matones que quieren la posesión final del oro, petróleo, gas, agua, territorios, mar, plata, salitre, bosques, etceterapia.

Fuego graneado de epigramas contra el imperialismo. Estados Unidos destruyó Irak porque Saddam Hussein poseía armas de exterminio masivo: “Nos demostró la invasión/ que el riesgo no era Saddam,/ que el peligro de extinción/ masiva es el Tío Sam”.

En marzo de 2003, Bush, Blair y Aznar pactaron para invadir militarmente Irak y causarle  destrucción: “Venganza contra Occidente,/ ahora cualquier musulmán/ se convierte de repente/ en temible misil-mán”. El petróleo árabe que el capitalismo quiere poseer, como ambiciona el de Venezuela, la mayor reserva de crudo en América Latina. “Que no es por la democracia/ contra Maduro en Caracas./ El imperio por desgracia/ ¡quiere el  petróleo, maracas!”.

O, vamos, el ridículo belicismo de Chile con sus maniobras militares frente a Perú y Bolivia: “De machismo hacen alardes/ y se pasan de la raya, / porque temen los cobardes/ lo que va a decir La Haya”.