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Clonemos a Édgar

Édgar, un niño de 12 años, fue elegido por su comunidad como representante del Comité de Protección Infantil, y un grupo de adultos, entre los que había madres de familia, lo apoyan y trabajan conjuntamente para prevenir la violencia a la infancia y denunciar casos de desprotección. Édgar, sin duda, se perfila como un potencial líder en su vida adulta.

Observar a Édgar y un equipo de adultos sensibilizando, interviniendo y luchando por sus derechos, nos guía a una autorreflexión para comprender cuánto avanzamos en casi 26 años de la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN) y que involucra a 159 Estados, a la que Bolivia está adscrita desde el 8 de marzo de 1990. La particular historia de Édgar en un Comité de Protección Infantil en su comunidad es un escaparate de nuevas preguntas.

Sabemos que los gobiernos, comunidades, familias, el propio sistema educativo, investigadores, profesionales, medios de comunicación, etcétera, tenemos obligaciones y responsabilidades para garantizar el cumplimiento de esta norma. ¿Hasta qué punto, sea cual sea el rol que asumimos, intervenimos comprometidamente protegiendo los derechos de la infancia? ¿Qué desafíos asumimos desde nuestra actual situación?

Édgar participa activamente por sus propios derechos y el de sus amigos. Las madres y adultos que lo apoyan se involucran en su rol de comunidad, pero ¿acaso ellos pueden estar presentes en cada familia y cerca de cada niño o niña del país?

Sí es responsabilidad de cada familia y todas las comunidades crear espacios para proteger a la infancia y es un deber que la población y municipios debamos promoverlo, quizás todos debiéramos aprender de las motivaciones de Édgar y su comunidad para llevar puesta una camiseta por el bienestar de la infancia. 

Hasta ahora, por diferentes actores sociales, seguramente existen buenas experiencias en la protección de los Derechos del Niño. Sin embargo, es emergencia visibilizarlos, compartirlos, aprenderlos, replantearlos, crear otras formas de intervención y propiciar que la ciudadanía, gobiernos y agentes invirtamos más esfuerzos por la infancia y sus derechos.  Y así, quizás, la audacia de Édgar se haga insignia por el bienestar de cada niño y niña en Bolivia. Contagiémonos, sí, de esta responsabilidad que involucra a todos y todas.