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Ciudad educadora

Gracias a las transformaciones y la conversión de ciudades en metrópolis contemporáneas, la vida urbana ha cambiado, y más cuando aquéllas aún están conformadas por la ciudad tradicional del ayer y la ciudad caótica de los últimos tiempos.

No deja de sorprender, empero, que además de ser urbes complicadas que requieren una mayor atención en educación, cada una conlleva una multiplicidad de ciudades dentro de sí, que presentan diferentes realidades. Unas denotan la necesidad de ampliar la educación y otras buscan apoyarse en conocimientos útiles para el vivir contemporáneo. Esto no solo revela el objetivo de una educación para todos, sino que la enseñanza se base en sistemas que eleven la calidad de vida del ciudadano.

Cabe preguntarse: ¿cómo se entiende a la ciudad educadora? Según escritos, es la última tarea innovativa en el área de la educación, la cual, por una parte, tiene en sí misma elementos para la formación integral de la sociedad y, por otra, está basada conceptualmente en el “aprender a ser, educación del futuro” (formulado por E. Faure y otros en 1972). Todo ello sin olvidar que fue concebida con miras a una “ciudad educativa”.

Fue en 1990 que la Unesco lanzó su pronunciamiento, en Barcelona, en el Primer Congreso Internacional, en el que se elaboró la Carta de las Ciudades Educadoras, la cual contiene reflexiones que encaminan a la educación de forma permanente y constante. Vale aclarar, sin embargo, que la ciudad educadora no pretende desconectarse de programas de educación formal, informal y otros. Todo lo contrario, “busca formar parte de las políticas educativas mancomunadas por diferentes organizaciones encargadas de extender conocimientos”, como señala textualmente el mencionado documento.

Pero, ¿cuál es el fundamento de la ciudad educadora? La base es ampliar los horizontes y la lógica de la educación como un “proceso continuo que permite apropiarse críticamente de los saberes, competencias, actitudes y destrezas necesarias para comprender la realidad”.

Lo singular es que las relaciones interinstitucionales deben reconocer que la ciudad —como entorno, vehículo y contenido de educación— podrá llegar a plantear que “se puede aprender en la ciudad y de la ciudad”, y ello significa “aprender la ciudad misma”. Es decir, que la urbe, al contar —a nuestro entender— con el espacio público, podrá convertirse en parte de la educación. Asimismo, la ciudad podrá ser capaz de transmitir diferentes conocimientos a través de sus realidades cotidianas. Esto significa que muestra ejemplos educativos que pueden ser aprovechados como parte de la educación ciudadana.

La Paz es una urbe que abarca una diversidad de situaciones vivenciales, las cuales denotan distintas realidades que exigen mayor atención al tipo de educación ciudadana que se debe impartir. Realidades que, por otra parte, no dejan de reafirmar cuán distinta sería si fuese apreciada tanto en sus valores como en sus deficiencias, sin olvidar la apropiación de conocimientos básicos de urbanidad.

Muchas urbes de Latinoamérica forman parte de la ciudad educadora, por tanto, La Paz no debiera excluirse de esa importante, nueva y rica experiencia. Esto no solo para cumplir con los objetivos educacionales a los que apunta toda población, sino para que esta urbe se reafirme como ciudad educada.