Progreso y paz
El ejemplo de la Unión Europea debe servir en América para lograr la paz y el progreso
No ha existido un hecho de funestas consecuencias que arrasó casi todos los continentes, menos América, como fue la Segunda Guerra Mundial, en la que participaron 72 Estados, se movilizaron 110 millones de personas, se estima 55 millones de muertos, de los que 25 millones eran militares y el resto civiles, sin contar 5 millones de judíos asesinados por los nazis en el Holocausto. Fueron más de 35 millones de heridos, más de 3 millones de desaparecidos, millones de personas que sufrieron de raquitismo o tuberculosis y miles con desequilibrios en los indicadores de edad y sexo.
Las grandes potencias enfrentadas perfeccionaron instrumentos de ataques terribles como para destruir a toda la humanidad. La aparición de grandes unidades blindadas, la utilización de submarinos, de portaaviones, de misiles antiaéreos, de radares y de la aviación para el transporte de tropas y los bombardeos sobre la población civil, hicieron de este conflicto una carrera hacia la catástrofe. El cuadro de destrucciones materiales fue desolador. Las comunicaciones por puertos, ferrocarriles, puentes y viaductos sufrieron daños irreparables.
Concluida la guerra era necesario reconstruir los devastados países que casi se exterminaron entre sí y garantizar para todos sus pueblos una paz duradera; en 1957 nació la organización comunitaria que de inicio tuvo alcances económicos; con el transcurso del tiempo otros objetivos, como alejar el fantasma de la guerra y abrir la vía de integración, se fueron concretando en este primer proceso integrador de los países en el mundo conocido como la Comunidad Económica Europea ahora la Unión Europea. “Curando heridas” luego de esa cruel guerra, caminan hoy por la marcha del progreso en beneficio de 80 millones de habitantes de los 28 países europeos que conforman la UE y juntos enarbolan la bandera de la paz por el mundo.
La feliz idea de vivir en comunidad asumida por Europa debe servir de ejemplo para que países en América, como Chile, vía el diálogo y en una actitud de solidaridad, le otorgue a Bolivia el derecho de tener una salida soberana al Pacífico, para que mejore su desarrollo y aproveche de manera conjunta, por ejemplo, los recursos naturales, que permitan ampliar sus mercados, concertar acuerdos para reducir costos y aumentar la productividad de inversiones que se podrían hacer entre ambos países en proyectos de infraestructura económica, como son transporte, energía o riego y esencialmente velar porque la paz entre ambos perdure y no se sienta amenazada por acciones y declaraciones del Mapocho, que pretenden alterar la conducta pacifista boliviana luego de la resolución de la Corte Internacional de Justicia (CIJ).