O acabamos con la corrupción o la corrupción acaba con nosotros. No hay otras alternativas, democráticamente hablando.

Descendamos al terreno práctico para no perdernos en la teoría. Corrupción es obtener ventajas sobre los demás de forma ilícita. Siendo la igualdad de oportunidades uno de los pilares del Estado de Derecho, estamos ante un delito de lesa democracia, una auténtica estafa social, aparte de un fraude moral.

La experiencia nos enseña que el efecto corrosivo de la corrupción socava los cimientos de cualquier sociedad que no la admite en ninguna de sus formas. Pues hay dos tipos de ella, fácilmente distinguibles.

La corrupción individual que es protagonizada por aquellos sujetos que, aprovechando las situaciones, circunstancias y valiéndose de su ingenio, logran apropiarse de bienes que no les pertenecen.

Y la corrupción generalizada parte del sistema que la genera y fomenta. Suele darse en las dictaduras, de cualquier signo, donde la acumulación del poder en manos del dictador o partido lleva inevitablemente al abuso del mismo y en las democracias erosionadas por el uso.

La individualizada es más fácil de eliminar. Se trata, en la inmensa mayoría de los casos, de “vivillos-pícaros” que se infiltran en un partido o gobierno, con ánimo de atender su bien, no el bien general, corrompiendo a cuantos alrededor se dejan y causando daño a la ciudadanía, hasta que se descubre su trama. Eso dependerá del nivel democrático que haya alcanzado el país. Recuerdo que el vicepresidente de EEUU Spiro Agnew fue despedido de la noche a la mañana al saberse que había aceptado dinero de lobistas.

La corrupción sistémica, en cambio, es más difícil de combatir, al estar instalada en el propio sistema, impidiendo la regeneración del mismo. El caso Agnew sería inconcebible en el México del PRI en su primera etapa, cuando la mordida era algo normal, incluso en las altas esferas gubernamentales. Sin ir tan lejos, el caso de los extorsionadores públicos infiltrados en el Gobierno llegando a la cárcel de Palmasola, otros casos son el Fondo Indígena, policías, alcaldes, barcazas chinas, vocales, fiscales y un largo etcétera. Si las mentiras tienen patas cortas, la corrupción las tiene muy largas, hasta el punto de terminar destruyendo a quienes la practican y a quienes tienen alrededor.

Por su interés, les conviene renunciar a sus privilegios. En virtud de todo ello, lo siguiente ponderaría como defensa política, en contra de la corrupción:
Nuestra vida pública se está viendo convulsionada por estos casos de corrupción y los que seguirán habiendo, por una crisis institucional y de valores. Lejos de caer en el desánimo y la indiferencia, es nuestro deber hacer valer el papel de la política y de la sociedad civil para superar la desafección. Se presenta la idea de que el sistema no funciona y de que todo es corrupción, pero solo desde el reconocimiento de que hay una gran mayoría de políticos honrados que trabajan para el bien común podremos recuperar el prestigio y la confianza en nuestro país.

Ante esto es necesario reaccionar. Se dice que los seres humanos no vivimos, ni podemos vivir, aislados de los demás. Necesitamos a nuestros semejantes para cumplir una vida que dé satisfacción a nuestras necesidades y nos permita progresar. La política es justamente la actividad que se ocupa de aquello que nos es común a todos. La política, por tanto, no es un hecho prescindible ni un mal menor. La acción política requiere la máxima exigencia y ambición. La necesidad de todos los que formamos parte de la sociedad y, sobre todo, de quienes la ejercen.

A todos nos exigen que estemos a la altura de nuestro deber y que sepamos defender y hacer cumplir nuestros derechos. Que cumplamos nuestra naturaleza de ciudadanos. La labor de los políticos debe estar unida a su vocación de servicio: servicio a sus propios valores, a los del conjunto de la sociedad y, sobre todo, servicio a los demás para que el desprestigio causado por unos no enturbie la necesaria labor que han de acometer en todos los ámbitos.

La política abre oportunidades a todos, también a quienes no se interesan por ella. Prescindir de la política sería como renunciar a las oportunidades que brinda la sociedad. Es la política la que nos permitirá acabar con los casos de corrupción, porque la corrupción consiste en el aprovechamiento ilícito del poder.