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¿Eclipse de los gobiernos progresistas?

El escritor hondureño Augusto Monterroso en Eclipse, extraordinario microrrelato, da cuenta de la vida de Fray Bartolomé Arrazola, padre español que fue a Guatemala para convertir a los originarios a la religión católica. El relato describe la pérdida de este sacerdote en la vasta selva guatemalteca que finalmente fue capturado por los indígenas que le ofrecen en sacrificio. Temiendo por su muerte que se acercaba  inexorablemente, recordó que en esa jornada se produciría un eclipse total de sol e intentó subestimar arteramente a los indígenas asustándoles: “Si me matáis —les dijo— puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura”. Los indígenas, con toda su sabiduría a cuestas, se reunieron en un consejo para deliberar. Un par de horas después, como describe Monterroso, “el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios”.

Este relato viene a colación de las palabras del vicepresidente Álvaro García Linera, quien afirmó que si no se vota por el Sí a la repostulación del presidente Evo Morales (y la suya por supuesto): “El sol se va a esconder y la luna se va a escapar y todo será tristeza…”. Estas palabras, como si fuera pronóstico de un oráculo apocalíptico, vienen a propósito del fracaso electoral del candidato kirchnerista que supuso el retorno de la derecha en Argentina, que está alimentando el debate sobre la (hipo) tesis del declive de los gobiernos progresistas en América Latina.

En todo caso, las palabras del Vicepresidente boliviano develan el talón de Aquiles de los gobiernos progresistas: la exacerbación del liderazgo. En efecto, la personalización de estos proyectos políticos/ideológicos se está convirtiendo en un factor decisivo para el resurgimiento de los sectores conservadores en el campo político de Sudamérica. Claro, sin la presencia física de Néstor Kirchner y la inhabilitación constitucional de Cristina Fernández para postularse en Argentina fue un hándicap para la derecha argentina. De igual manera  pasa en Venezuela, ya que el chavismo está lidiando con el vacío que dejó la muerte de Hugo Chávez, que está posibilitando peligrosamente el avance de la derecha venezolana. Y el caso boliviano no está exento de esta tendencia personalizada de los proyectos políticos progresistas en América Latina. En Bolivia, los alcances hegemónicos del proceso de cambio se condensan en la figura presidencial de Evo Morales, es decir, sus potencialidades, limitaciones, alcances, ambigüedades y las (propias) proyecciones de este devenir estatal plurinacional. Posiblemente, esta razón explica las palabras del Vicepresidente sobre el eclipse del proceso de cambio si no gana el Sí en el referéndum constitucional.

Este factor de la personalización de los gobiernos progresistas ya lo previó en su momento el expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva. Formó a Dilma Rousseff para que sea su heredera política y hoy, que está atravesando por una crisis política, aparece nuevamente como un posible “salvador” del proyecto político del Partido de los Trabajadores en Brasil. De allí se concluye que los alcances hegemónicos de los gobiernos de izquierda estriban precisamente en la exacerbación de los liderazgos, que se convierte, ante la ausencia del líder en una contienda electoral, en un resquebrajamiento para las propias proyecciones de estos gobiernos que se constituyen en un reto para superar estas crispaciones y evitar así que el sol no se vaya a esconder.