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¿Qué hará la izquierda en el referéndum?

Ha llegado la hora de la verdad para los que se consideran gentes de izquierda, porque hoy tienen la oportunidad de tomar las decisiones que les dictan sus principios.  Para los izquierdistas formados en el marxismo les resulta evidente que, cumplidas algunas de las tareas de la “revolución democrática burguesa”, el proceso político de cambio conducido por el Movimiento Al Socialismo (MAS) está extraviando su camino.

La izquierda trotskista radical ya emitió en estos días unas declaraciones a través de las cuales intenta diferenciarse tanto de la derecha tradicional como del MAS, al que considera “la nueva derecha”. Pero su planteamiento repite como solución la fórmula del “Gobierno obrero-campesino”, que no solo resulta testimonial a estas alturas, sino realmente trasnochado. Todo el resto de la izquierda, desde los socialistas, nacionalistas de izquierda, comunistas e indigenistas renovados, se encuentra paralogizada, porque no encuentra los medios adecuados para hacer escuchar sus planteamientos.

Una de las mayores preocupaciones de esa variopinta izquierda ha sido el convencimiento de que al no representar el MAS un partido político sino un movimiento, llegarían a su seno, como ha sucedido en efecto, una gran camada de oportunistas sin ningún convencimiento de lucha por la implantación de una nueva sociedad. Los más ortodoxos se sintieron obligados a colaborar con el proceso por sus iniciales objetivos progresistas, y aceptaron a regañadientes participar en él, pero en posiciones no solamente subalternas, sino de maltrato y miserable sometimiento a los caprichos o a la arrogancia teórica de quienes se proclamaron como “marxistas renovados y creativos”.

Una buena parte de ellos, no pudiendo soportar esas condiciones contradictorias con sus propias convicciones, tuvo que abandonar tempranamente el proceso, mostrándose ahora como disidentes sin derrotero cierto. Sin embargo, la rueda de la historia tenía que dar sus vueltas para darles la razón. La izquierda, que ante su debilidad no pudo hacerse escuchar por los arrogantes conductores del proceso de cambio, tiene ahora en sus manos toda la posibilidad de actuar como corresponde hacer en política: con base en una correlación de fuerzas concreta ganada en la batalla social. Y esta oportunidad es llamar al voto por el No en el próximo referéndum como la primera medida destinada a derrotar los intentos de implantar el culto a la personalidad, execrable tara que condujo a los expaíses socialistas a cometer los mayores errores contra sus pueblos. Derrotando al continuismo, el MAS se sentirá obligado no solo a buscar los nuevos liderazgos, sino a renovar su programa que, para enamorar de nuevo a las masas, precisará el concurso de una izquierda organizada que puede ayudar al sostenimiento renovado del proceso, al propio tiempo de ser su garante.

Empero, esta izquierda organizada no debe pensar que la profundización del proceso está en nuevas nacionalizaciones o en medidas descabelladas de la economía. Existen todavía tareas inacabadas de la revolución democrática-burguesa que es necesario cumplir, entre las que se encuentra el manejo idóneo, honesto y eficiente del aparato productivo y el manejo idóneo de la Justicia; así como la profundización de los procesos sobre la tierra y los recursos naturales no renovables que vayan a favorecer a los campesinos y pueblos originarios. Éstas son las banderas que es necesario esgrimir al tiempo de llamar al voto por el No, porque ellas permitirán negociar en buenas condiciones con los que hereden el liderazgo del MAS.