¿Tercera guerra mundial?
Hoy asistimos a una espiral de violencia generada por grupos entrenados para causar terror
Son varios los sucesos, todos ellos dramáticos, que colocan al mundo en la antesala de graves conflictos en los que la escalada de violencia y muerte anticipan una guerra entre naciones que hasta podría derivar en una conflagración tal, que muchos creen ya forma parte de una tercera guerra mundial. El atentado a las torres gemelas producido en Nueva York el 11 de septiembre de 2001 fue quizás el más cruento anuncio de que el siglo XXI marcaría una nueva etapa en el frágil equilibrio que caracterizó a la Guerra Fría entre las superpotencias. Después del atentado del 11/9 el enemigo no es un soldado de la potencia rival, sino un militante del fanatismo religioso que no dudará en inmolarse para conseguir su objetivo.
Los sucesos posteriores marcan siempre una dinámica de destrucción y muerte: invasión de tropas estadounidenses a Irak y Afganistán. Ejecución de Sadam Husein, el presidente derrocado a quien se acusó de desarrollar armas de destrucción masiva (acusación que más tarde no pudo comprobarse). Un atentado terrorista en Madrid (11/03/2004), que causó 191 víctimas mortales, todas ellas civiles, gente que tomaba el metro para ir a su fuente de trabajo, también provocado por células terroristas marcadas por el fanatismo. Miles de muertos en Irak y Afganistán causados por emboscadas a soldados norteamericanos; atentados con coches bomba en mercados y sitios concurridos; y bombardeos selectivos contra sitios de entrenamiento de terroristas, pero que en más de una oportunidad afectaron a poblaciones civiles.
La denominada Primavera árabe, gestada en Túnez primero y en Egipto después, no trajo precisamente vientos de paz. Túnez continúa bajo asedio de actos de terrorismo contra la población civil (tiroteos indiscriminados en un museo y en hoteles repletos de turistas); y en Egipto el expresidente Mubarak afronta acusaciones de crímenes de lesa humanidad por el asesinato de cientos de manifestantes contra su gobierno. Libia se liberó de Gadafi, pero aún no encuentra una transición ordenada a un nuevo régimen. Fue en Bengasi donde se asesinó al Embajador de Estados Unidos (11/09/2012).
Luego explotó Siria, el país gobernado por una cuasidinastía, donde a falta de una auténtica democracia surgió una oposición armada contra el régimen de Bashar al-Ásad. El denominado Estado Islámico surgió al calor de esos grupos armados, y cuenta con ramificaciones en Irak y otros países circundantes.
El pasado 13 de noviembre, París fue el escenario del peor atentado ocurrido en Francia, provocado por células terroristas que al parecer se mueven por Europa. Este atentado cobró más de un centenar de víctimas civiles (personas que asistían a un concierto o que simplemente departían en un restaurante), y muestra el grado de osadía y crueldad de asesinos que tienen como objetivo ensañarse contra ciudadanos que realizan tareas cotidianas. ¿Se libra una guerra matando a gente indefensa que ni siquiera sabe que a su lado tiene a un asesino con un cinturón de explosivos?
A todo lo anterior agreguemos los problemas derivados de miles y miles de refugiados que huyen a Europa de sus países envueltos en guerras civiles. Un avión comercial que cubría la ruta de Egipto a Rusia fue derribado, muriendo todos sus pasajeros. Y hace pocas semanas Turquía derribó un avión de combate ruso, aduciendo la violación de su espacio aéreo, generando una fuerte respuesta de Moscú, que anticipó sanciones contra Ankara.
La primera y la segunda guerras mundiales se libraron en los campos de batalla y entre ejércitos dirigidos por generales. Hoy asistimos a una espiral de violencia generada por grupos entrenados para causar terror, confusión y muerte. Los Estados tienen el reto de identificar dónde se encuentran los potenciales atacantes y cuál es realmente el objetivo que persiguen.