El acto de violencia más reciente en Estados Unidos fue cometido por un hombre y una mujer musulmanes en San Bernardino, California. Hay aproximadamente 3 millones de musulmanes en Estados Unidos, casi todos ciudadanos respetuosos de la ley. ¿Cómo debería reaccionar la población estadounidense frente a las acciones de la pareja que mató a 14 personas la semana pasada? La respuesta más escuchada es que los musulmanes deberían condenar fuertemente estos actos de barbarie de manera inmediata. Pero Dalia Mogahed, una líder musulmana estadounidense, argumenta elocuentemente que se trata de un pedido injusto.

“De acuerdo con el FBI, la mayoría de los ataques terroristas nacionales son cometidos por hombres blancos cristianos… Cuando ocurren aquellas cosas, no sospechamos que otras personas que comparten su fe y origen étnico los condonen. Asumimos que estos hechos los indignan tanto como a todo el mundo. Y debemos proporcionar esa misma presunción de inocencia a los musulmanes”, señaló Mogahed recientemente en una entrevista de la NBC dirigida por Chuck Todd.

Los musulmanes poseen un doble estándar, sin embargo, yo comprendo el por qué. Los terroristas musulmanes no son simplemente musulmanes. Declaran estar motivados por la religión, citan justificaciones religiosas para sus acciones y les dicen a sus compañeros musulmanes que sigan su camino sangriento. Hay grupos alrededor del mundo que esparcen esta ideología inculcada por la religión, e intentan seducir a los musulmanes para convertirse en terroristas. En estas circunstancias, es necesario que la mayoría de los musulmanes, que están en profundo desacuerdo con yihad, hablen sin reservas. No obstante, es también importante recordar que hay cerca de 1.600 millones de musulmanes en el planeta. Si uno tomase el número total de muertes del año pasado, cerca de 30.000, y asumiese que 50 personas estaban involucradas en planear cada una (una estimación enormemente exagerada), todavía sumaría menos que el 0,1% de los musulmanes del mundo.

La escritora Ayaan Hirsi Ali es una crítica dura del Islam. Divide al mundo musulmán en dos grupos: los partidarios de la Meca y los de Medina (las revelaciones coránicas a Mohammed en la Meca son en su mayoría acerca de la hermandad y el amor; las realizadas en Medina poseen el fuego y el azufre). Ella estima que el 3% de la comunidad mundial son “musulmanes de Medina” y otro 97% musulmanes de la corriente de la Meca. Actualmente, el 3% alcanza un gran número, 48 millones, y es por esto que invertimos mucho tiempo, dinero y esfuerzo en tratar con las amenazas que pueden emanar de ellos. Pero aun así, queda el otro 97%, más de 1.550 millones de personas, que no son yihadistas. Podrán ser reaccionarios y atrasados en varias maneras; sin embargo, no es lo mismo que ser terroristas.

A pesar de que creo que los musulmanes tienen la responsabilidad de hablar alto, pienso que los no musulmanes también tienen la responsabilidad de no hacer suposiciones acerca de ellos basados en una minoría tan pequeña. Los individuos deberían ser juzgados como individuos y no puestos bajo sospecha por alguna característica del grupo. Es deshumanizante y antiestadounidense hacer lo contrario.

También se interpreta mal cómo funciona la religión en la vida de las personas. Imaginemos a un taxista bangladeshí en Nueva York. No ha elegido, en ningún sentido significativo, ser musulmán. Nació en una religión, creció en ella y tal como cientos de millones de individuos alrededor del mundo en toda religión la sigue por una mezcla de fe, respeto a sus padres y a su familia, compañerismo con su comunidad e inercia. Su conocimiento acerca de los textos sagrados es limitado. Él intenta ganarse la vida y aportar a su familia. Para él el Islam provee identidad y apoyo psicológico en una vida dura. Así se refleja la religión para la amplia mayoría de los musulmanes.

Sin embargo, cada vez más los estadounidenses parecen ver a los musulmanes como individuos que activamente propagan una ideología peligrosa como los activistas comunistas. No es solamente Donald Trump. Los candidatos republicanos están compitiendo entre ellos para hacer insinuaciones y declaraciones acerca del Islam y de todos los musulmanes. Y no ocurre solamente en la derecha. El personaje televisivo y autodeclarado liberal Bill Maher realizó la siguiente generalización recientemente: “Si uno está en esta religión, probablemente tendrá valores que son opuestos a (los valores estadounidenses)”.

Lo que resulta más extraño es escuchar cómo esta retórica antimusulmana es descrita como una manera de decir la verdad valientemente. Trump insiste en que no será silenciado en esta temática. Chris Christie dice que no seguirá una política de seguridad nacional “políticamente correcta”. Esto alimenta el prejuicio creciente. La realidad es que hoy en día los musulmanes son la minoría más despreciada en Estados Unidos. Su fe es constantemente criticada, enfrentan insultos, discriminación y un aumento dramático en actos de violencia, detallados perfectamente por Max Fisher de Vox. Y el candidato republicano principal ha contemplado la posibilidad de registrar a todos los musulmanes, una forma de castigo colectivo que no se ha visto desde la internación de japoneses-estadounidenses en 1940. Ésta es la primera vez que recuerdo observar cómo los políticos complacen a las multitudes y luego se felicitan a sí mismos por su “valentía” política.