Los tristes acontecimientos que provocó el terrorismo ciego semanas atrás en Francia han motivado, una vez más, este diálogo con ustedes. Para mí resulta muy lamentable que tales acontecimientos generen estas intervenciones, no obstante, es una realidad que si estos dolorosos temas no allanan el terreno para encontrar una solución, los daños serán mayores.

La imagen de la muerte de un niño ante los ojos de sus seres queridos, de una madre cuya alegría familiar se transforma en luto, de un esposo que traslada con prisa el cadáver de su esposa, o una audiencia que desconoce que dentro de poco verá cómo culmina la última escena de su vida son imágenes que despiertan el sentimiento humano.

Cualquiera que sepa de bondad, se siente consternado por tales escenas, sea en Francia, en Palestina, Irak, Líbano o Siria. Seguramente los 1.500 millones de musulmanes del mundo comparten este sentimiento y repudian a los autores de tales tragedias. Yo estoy convencido de que solo ustedes, los jóvenes, al ver tales calamidades del mundo de hoy serán capaces de encontrar nuevas vías para construir el futuro.

Es cierto que el terrorismo es un dolor compartido entre ustedes y nosotros, pero es necesario que sepan que la inseguridad y el desasosiego que experimentaron en estos recientes acontecimientos se diferencian en dos aspectos claros con el sufrimiento que los pueblos de Irak, Yemen y Siria han tenido que soportar durante muchos años. En primer lugar, el mundo del Islam ha sido víctima del terror y la violencia.

Segundo, desafortunadamente estos actos violentos han contado siempre con el apoyo eficaz y múltiple de las grandes potencias. Todo esto mientras se reprime brutalmente las más avanzadas y claras ideas generadas por los dinámicos movimientos populares en la región. La política occidental de doble rasero, ante el despertar del mundo islámico, es un ejemplo claro de las contradicciones en las políticas de Occidente.

Otro aspecto de esta contradicción se evidencia en el apoyo al terrorismo de Estado israelí. El oprimido pueblo de Palestina ha experimentado durante más de 60 años el peor tipo de terrorismo. Mientras los ciudadanos europeos se refugian durante algunos días en sus casas y evitan congregarse y asistir a centros concurridos, una familia palestina hace décadas que incluso en su casa no se encuentra a salvo de la maquinaria asesina y destructora del régimen sionista.

¿Acaso conocen otro tipo de atrocidad con esas dimensiones y que se aplique durante tanto tiempo en el mundo de hoy? Si disparar contra una mujer en medio de la calle por el único delito de protestar ante un soldado armado hasta los dientes no es terrorismo, ¿qué puede ser? ¿No se debe llamar radicalismo a esa barbaridad que llevan a cabo las fuerzas militares de un gobierno usurpador?

Las invasiones de los últimos años al mundo del Islam, que han dejado numerosas víctimas, es otro ejemplo de la lógica contradictoria de Occidente. Los países invadidos, además de sufrir grandes pérdidas de vidas humanas, ven destruidas sus infraestructuras económicas e industriales, se paraliza su crecimiento, y en algunos casos se retrasa su desarrollo durante décadas.

Sin embargo, de forma insolente se les pide que no se consideren oprimidos. En vez de invitarlos a no comprender u olvidar las tragedias, ¿no sería mejor una disculpa sincera? El sufrimiento del mundo del Islam, en los últimos años de doble rasero e hipocresía de los invasores, no es menor que los daños materiales.

¡Queridos jóvenes! Tengo la esperanza de que ustedes, hoy o en el futuro, cambien esa forma de pensar inducida por la hipocresía, un pensamiento cuya estrategia es ocultar objetivos a largo plazo y adornar propósitos maliciosos. En mi opinión, la primera fase para fomentar la seguridad y la tranquilidad es reformar ese pensamiento que genera violencia.

Mientras el criterio de doble rasero prevalezca en la política de Occidente y los gobiernos prioricen sus intereses por encima de los valores humanos y morales, el terrorismo, de acuerdo con sus poderosos patrocinadores, se dividirá en buenos y malos; no se debe buscar la raíz de la violencia en otro lugar.

Muchos de los países del mundo se sienten orgullosos de su cultura local y nacional, con cuya prosperidad se han nutrido muy bien las sociedades durante siglos. No obstante, en la época contemporánea, el mundo occidental se ha aprovechado de modernas herramientas para trabajar en la homogeneización de la cultura global. Yo considero que la imposición de la cultura occidental a otros pueblos y el menosprecio de las culturas independientes son perjudiciales y constituyen una forma de violencia silenciosa.

A pesar de que la cultura sustituta no tiene la capacidad para ocupar el lugar de la cultura sustituida, se subvaloran ricas culturas e insultan sus sectores más respetables. Ahora, la pregunta es: ¿es un pecado, si no aceptamos una cultura belicista, perversa y que rechaza sus valores? ¿Acaso somos culpables si impedimos una inundación devastadora que, en forma de diferentes productos aparentemente artísticos, se dirigen hacia nuestros jóvenes?

No niego la importancia y el valor de los lazos culturales. Siempre que estos vínculos se han materializado respetando a la sociedad de destino, han generado prosperidad y desarrollo. Sin embargo, los lazos discordantes e impuestos no han tenido éxito ni han resultado beneficiosos.

Lamentablemente debo decir que grupos infames como Daesh (ISIS) son fruto de los vínculos fracasados con culturas importadas. Si el problema hubiese sido solo de creencias, entonces deberían haberse producido fenómenos semejantes en el mundo del Islam antes de la época colonial, mientras que la historia da testimonio de lo contrario. ¿Cómo es posible que de una de las escuelas religiosas más humanas y éticas del mundo, que considera el asesinato de un ser humano como una masacre de toda la humanidad, salga una inmundicia como Daesh?

Por otra parte, hay que preguntarse por qué aquellos que han nacido en Europa, cuyo espíritu y pensamiento se ha formado en ese ambiente, se incorporan a estos grupos. ¿Acaso se puede creer que las personas, con uno o dos viajes a las zonas de guerra, pueden volverse de repente tan extremistas, al punto de abrir fuego contra sus propios compatriotas?

Tampoco se deben olvidar los efectos de una vida de mala influencia cultural, en un ambiente contagiado y generador de violencia. Quizás el profundo odio sembrado durante los años del florecimiento industrial y económico, debido a la desigualdad y, posiblemente, por discriminaciones legales y estructurales dentro de las clases sociales occidentales, haya creado complejos internos que, de vez en cuando, se expresan de esa forma.

De todos modos, son ustedes quienes deben descubrir las capas superficiales de su sociedad, y encontrar los problemas y rencores para poder elimiminarlos. Hay que cerrar las brechas en vez de profundizarlas. Las medidas y reacciones superficiales, en especial si son legalizadas, solo servirán para aumentar la polaridad existente y abonar el camino para crisis futuras.

El mundo occidental, desde hace siglos, conoce muy bien a los musulmanes, ya sea cuando fueron invitados a los territorios del Islam y clavaron sus ojos en la riqueza de su anfitrión, o como cuando fungieron como anfitriones y se beneficiaron del trabajo y el pensamiento de los musulmanes; en ambos casos no experimentaron otra cosa que la bondad y la hospitalidad.

Entonces, a ustedes, los jóvenes, les pido que, con base en un conocimiento apropiado, un análisis profundo y la lección de las experiencias amargas, funden los cimientos para una colaboración apropiada y digna con el mundo del Islam. De esta forma, en un futuro no muy lejano, serán testigos de que, a partir de lo que han construido, se expandirá el manto de la confianza sobre sus arquitectos y les concederá la bondad de la seguridad y la tranquilidad, además de darles esperanza de un futuro brillante para el mundo.

Líder supremo de la República Islámica de Irán.