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El verdadero rostro de Chile

Con el reciente fallo de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya, en el que se declara competente para tratar la demanda marítima boliviana, se ha develado por fin a los ojos de todas las naciones el verdadero rostro de Chile, así como la verdad histórica que por tantos años el Estado chileno ha tratado de negar y tergiversar; engañando incluso a su propio pueblo, diciéndole que Bolivia nunca tuvo mar; y llegando al cinismo extremo de señalar que los puertos bolivianos de Antofagasta, Tocopilla, Mejillones y Cobija fueron solamente “reivindicados” por sus antepasados en el siglo XIX, quienes por bondad habían regalado a Bolivia esos territorios.

Sin embargo, como bien señaló el historiador y periodista don Carlos Mesa, ahora el mundo sabe cuál fue la verdadera historia, al haber declarado la CIJ expresamente que Bolivia nació y se fundó con una extensa costa marítima de cientos de kilómetros sobre el océano Pacífico, y que por supuesto fue Chile el que declaró la guerra a Bolivia, solo después de consumar su asalto armado a suelo boliviano sin previa declaratoria de guerra, como se estila hacer entre naciones civilizadas. Este hecho es algo que parece menor, pero es muy importante en el marco de los procesos internacionales, pues se ha caído para siempre el velo de mentira que Chile trató de imponer para justificar su despojo. Ahora no somos solamente los bolivianos quienes conocemos la verdad, ahora es el más alto tribunal internacional que ha creado la humanidad para resolver los conflictos entre naciones también reconoce y declara la verdad sobre el despojo marítimo que sufrió el país, para conocimiento de todas las naciones.

Este hecho nutre de fuerza a todos los bolivianos, pero sobre todo a los que amamos de corazón a Bolivia, y tenemos clavada en lo más profundo de nuestro ser una herida por la pérdida de nuestro Litoral, y estamos dispuestos a cualquier sacrificio para recuperarlo en favor de nuestras futuras generaciones. Nuestra santa causa está respaldada por la fuerza de la razón, de la verdad y de la justicia, apoyada por millones de corazones del pueblo boliviano e incluso extranjeros. ¿Quién no sería capaz de apoyar esta causa que conlleva en sí los valores más altos a los que aspira la humanidad entera como son la justicia, la verdad, el derecho, la razón y el rechazo del uso de la fuerza del más fuerte sobre el débil?, ¿acaso no son esos los pilares fundamentales sobre los que algún día se llegará a construir una humanidad que viva en armonía y libre al fin de las guerras, del hambre y de la pobreza? Si se preguntara al campesino más inculto de cualquier parte del mundo si está de acuerdo con que se le devuelva a Bolivia siquiera una pequeña parte de lo mucho que se le arrebató, sin duda contestaría con un rotundo sí, y tal vez con una lágrima de amor a este pueblo enclaustrado por más de 100 años. Por ello los bolivianos bien nacidos jamás renunciaremos a nuestro mar, mar sagrado que volverá por la fuerza de nuestro derecho. Este sufrimiento debe acabar y nuestra santa madre Bolivia se levantará más grande, acrecentada por el infortunio del pasado que sus hijos del siglo XXI sabremos enfrentar.