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Una campaña ciudadana?

Los líderes opositores, a sabiendas de que generan resistencia en el electorado y que ninguno de ellos tiene la capacidad de enfrentar a Morales, han optado por confiar en la ciudadanía. Algo raro: si la ciudadanía no confía en los políticos, entonces los políticos tendrán que confiar en el ciu-dadano.

/ 21 de diciembre de 2015 / 04:47

Evo Morales dijo: “Quiero saber si el pueblo me quiere o no” (octubre). Con esta frase, el Gobierno ha reinventado una fórmula de polarización hacia el 21 de febrero que radica en confrontar al Presidente con el pueblo. Esta novedad en la estrategia del Movimiento Al Socialismo (MAS) es provocada por la abstinencia de los líderes opositores a liderar la campaña por el No.

Dicha reconfiguración del escenario electoral arroja preguntas que se difuminan en el imaginario social. Por ejemplo: ¿qué tan buena idea es entregarle la campaña a la gente? ¿está la sociedad civil lista para encarar una campaña articulada y en el ámbito nacional? ¿cuáles y qué tipo de recursos tendrán uno y otro bando para afrontar una movilización electoral de gran magnitud? ¿cómo se desenvuelve el MAS en un escenario sin enemigos visibles? Estas son algunas interrogantes en la nebulosa política que nos acompañarán hasta febrero.

Polarizar es una táctica política efectiva; arrinconar a los electores entre la espada y la pared a través de un principio maniqueo es rentable políticamente y una oportunidad para legitimar el orden impuesto; de esta manera los rivales nunca se acaban aunque carezcan de carne y hueso, pues su naturaleza abstracta y sectorial es suficiente para considerarlos un peligro. Ejemplos sobran: la oligarquía, los vendepatria, la derecha, los neoliberales, los medios de comunicación y el capitalismo encabezan la lista de enemigos que curiosamente juegan un rol ambivalente en las líneas discursivas del Presidente y su gabinete, pues durante la gestión pueden llegar a ser nobles socios, pero en épocas electorales se convierten en una amenaza extrema.

Por eso, polarizar es el principal negocio electoral del Gobierno. Para el MAS un enemigo es a la vez un potencial aliado. Este oxímoron político se ha convertido en la estrategia electoral masista desde hace 10 años, pues al interior del partido son conscientes que la figura del Presidente no tiene parangón en la actualidad y, por lo tanto, sale victorioso en los escenarios polarizadores propuestos, porque el partido gobernante entra en su zona de confort bajo un esquema de contrarios. Polarizar, derrotar, cooptar, es la triada electoral del oficialismo.

Como precedente, el referéndum del 20 de septiembre demostró los límites del MAS cuando enfrenta a la ciudadanía. En una muestra de rebeldía ciudadana e independencia política, el pueblo se impuso ante el aparato estatal que pretendía implantar sus estatutos autonómicos carentes de competencias y recursos. Apelando a amenazas —igual que en las elecciones subnacionales del 29 de marzo— el Gobierno prometió coerción desde la gestión pública para quienes rechacen su propuesta autonómica. La historia que sigue es conocida: el No ganó por goleada y el statu quo se mantuvo a conveniencia del centralismo gubernamental.

Por otro lado, los líderes opositores a sabiendas que generan resistencia en el electorado y que ninguno de ellos tiene la capacidad de enfrentar a Morales, han optado por confiar en la ciudadanía. Algo raro… porque si la ciudadanía no confía en los políticos para frenar los abusos del Gobierno, entonces los políticos tendrán que confiar en el ciudadano. ¿Acaso es una estrategia que desdeña la capacidad opositora? o más bien, ¿es una maniobra que evita polarizar con el Presidente y su partido?

Por eso, rehusarse a guiar la campaña y apostar a los ciudadanos no solamente es arriesgado porque merma las posibilidades de articulación política, también se pierde voceros importantes que invisibilizan el rechazo a la reforma constitucional.

Bajo estos escenarios, el camino electoral a transitar para quienes apuesten por el Sí y quienes voten por el No tendrá desequilibrios cruciales. Veamos: los militantes del Sí, encabezados por el instrumento político del Gobierno y los movimientos sociales oficialistas, activarán su maquinaria electoral expresada en la sociedad política bajo su control; los 20 ministerios del Poder Ejecutivo y sus funcionarios, gran parte del Legislativo y un silencio cómplice del Poder Judicial; además de las seis gobernaciones y 218 gobiernos municipales que están en su poder; a ello hay que multiplicar la cantidad de funcionarios públicos que aportan con su diezmo y que invadirán las calles empapelando el país para promocionar las bondades del proceso de cambio.  

No obstante, en las últimas semanas la sociedad boliviana ha dado muestras de cohesión en torno al No con el surgimiento de agrupaciones civiles, intelectuales, universitarias; masistas desencantados y diversos sectores que se esfuerzan en afinar una campaña  que en sus inicios se caracteriza por el caos y la falta de coordinación entre los mencionados grupos. Quienes van por el No apuestan a la colecta, fondos ciudadanos, rifas y todo tipo de ayuda económica que no se compara al presupuesto oficialista. Pero los obstáculos siguen; al no existir un partido, organización, sector, agrupación o cualquier infraestructura política que articule la campaña, la coordinación se dificulta, la cantidad de actores puede entorpecerlo, los egos políticos lo ensombrecen y la confusión reina.

Ante las adversidades, el trabajo en redes y la generación de una agenda inmediata es  fundamental en este trimestre. Es absurdo promocionar un líder o tejer un proyecto político en poco tiempo que pretenda canalizar las demandas ciudadanas, porque gran parte del electorado no se siente representado por un partido o líder en la actualidad, pero reacciona y se moviliza cuando siente el abuso y atropello, como sucedió con la VIII marcha del TIPNIS, donde la ciudadanía y los opositores, a pesar de sus diferencias internas entre sí coexistían apoyando los derechos de los pueblos indígenas y la Madre Tierra.

El hecho de que sean sectores de ciudadanos que impulsen el No en el referéndum de febrero, elimina la mediación de la clase política y convierte al ciudadano en un actor político, este desplazamiento de la representación puede traer ventajas como la generación de nuevos líderes, la agregación de demandas regionales insatisfechas, la coordinación horizontal entre sectores sociales contrarios al Gobierno y la creación de una narrativa histórica y política post-Evo.

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Reinvención regional

Los líderes regionales se reinventan en cada elección subnacional, conservando un electorado regular

/ 7 de marzo de 2015 / 04:36

La disputa territorial que no terminó de resolverse en los comicios del pasado octubre se reeditará en las elecciones de marzo. Una característica de esta contienda electoral es el repliegue opositor y su posible reinvención a través de figuras locales. Las regiones que apuestan por esta estrategia son Tarija, Beni y Santa Cruz (casi la ex “media luna”). Recordemos que estos territorios en 2005 eran el principal bastión opositor, articulado en torno a líderes locales y con fuerte arraigo regional.

Las últimas encuestas publicadas por equipos Mori demuestran que estas plazas todavía no han sido tomadas electoralmente por el partido de gobierno. Sin embargo, se evidencia una desarticulación dirigencial y política, anulando así la capacidad discursiva en bloque; pero estas fuerzas y líderes regionales se reinventan en cada elección subnacional, conservando un electorado regular, abonado por el discurso antimasista.

En general, se puede apreciar en las últimas tres elecciones locales que la tendencia política es la disputa entre un conglomerado de fuerzas difusas atrincheradas en sus regiones que se imponen sobre un persistente Movimiento Al Socialismo (MAS), que oscila en los primeros cinco puestos, empero, no logra consolidarse en los enclaves de la ex “media luna”.

Es por ello que las exautoridades en todos los casos pelean los primeros lugares, pues conocen el fondo de los problemas domésticos y su experiencia pesa en el imaginario electoral. El MAS todavía tiene problemas en posicionar sus candidatos y sus agendas regionales a nivel local, déficit que dificulta su avance político en la ex “media luna”.

Otra peculiaridad es el trillado tema del voto duro. En mi opinión, dicho fenómeno va de la mano con el evismo. Está demostrado. La aceptación electoral del Presidente tiene alcance nacional. Sin embargo, el MAS, como estructura regional, se de-sinfla porque es incapaz de generar paladines masistas que sean portavoces del proceso de cambio en sus respectivos pagos. Al contrario, existe un porcentaje del voto conservador en las regiones que prioriza proyectos, liderazgos cercanos y políticas públicas locales orientadas a mejorar la calidad de vida de sus hogares. 

Los últimos comicios subnacionales estuvieron fuertemente ligados a los vaivenes de la política —y polémica— nacional, postergando así las necesidades básicas de convivencia urbana y progreso local en concordancia con los planes nacionales. Es importante entender este momento como un cambio de estrategia comunicacional, para asentar las propuestas sobre temas estructurales en el marco del desarrollo local.

Es actor y politólogo.

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La ‘Asamblea Pluri’ que viene

En el mejor de los casos las elecciones de octubre reconfi-gurarán el Órgano Legislativo

/ 19 de febrero de 2014 / 04:15

El presente análisis es un esfuerzo para arriesgar la siguiente conjetura: las elecciones de octubre reconfigurarán —en el mejor de los casos— el Órgano Legislativo. No el Ejecutivo, pues las máximas autoridades ejecutivas del país (incluyendo a ministros) seguirán siendo las mismas, como viene siendo hace años. Equipo ganador no se toca, dicen los futboleros.

La rearticulación y reconstitución de los partidos políticos, agrupaciones ciudadanas, sectores sociales, grupos de presión, movimientos sociales y toda organización de la sociedad civil que aspire a ocupar un espacio de representación en la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP) ha sido una característica de los últimos meses. La atomización de fuerzas tiene como objetivo el re-cálculo del peso político individual para llegar con buen pie a instancias de negociación multipartidarias y forjar alianzas que permitan un escenario futuro equilibrado en la ALP.

Este momento de articulación política a nivel sectorial ha develado uno de los objetivos de la oposición, que es disputar espacios en la ALP, y con ello, intentar dar un equilibrio desde las cámaras legislativas a la hegemonía del Gobierno, que tiene el control total de los tres poderes del Estado, y sumado a ello, ejerce una presión constante sobre el Tribunal Supremo Electoral, cerrando así el círculo de dominación donde no existe el punto de equilibrio que constituya escenarios de debate para llegar a soluciones creativas y permitir el normal desenvolvimiento de la democracia en el país.

En espacios televisivos, escritos, radiofónicos y virtuales se realizan incontables esfuerzos al utilizar la aritmética política y operar sumas, restas, multiplicaciones y divisiones con el objetivo de consolidar una matriz política que pueda hacer frente al leviatán masista y sus ramificaciones a lo largo y ancho del país; centrando su análisis en la fantástica idea de arrebatarle la presidencia a Evo Morales Ayma, ignorando así los espacios-tiempos políticos que conlleva un proceso de restitución de élites políticas y procesos hegemónicos.

La voluntad política para construir alianzas es indispensable en el ejercicio del poder para la reconfiguración del orden; sin embargo, no es suficiente para encarar elecciones, puesto que los votantes fijan sus expectativas en el proyecto político y el candidato. Las alianzas electorales no son partidos políticos. Parecen, pero no lo son.

Es por ello que la siguiente “fiesta democrática” en el mejor de los casos será un plebiscito presidencial y un recambio de representantes de la ALP, por ello es que la selección de los candidatos al Parlamento tiene que ser en función de la racionalidad y sentido común, además de la ansiada legitimidad sectorial para que los debates auguren una esperanza de equilibrio democrático en el único espacio de discusión que ofrece el escenario político boliviano, y no volver a cometer los mismos errores del pasado eligiendo aspirantes ignaros que balbucean en la palestra congresal y que son incapaces de realizar una crítica coherente, creativa y proactiva.

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